258 REPERTORIO AMERICANO Envio del autor. Costa Rica y octubre del 34 Estamos frente al Niagara undísono que Heredia canto y no sentimos en su furbulencia el grito libertario que él sintió ni la salvaje cólera que a él lo inspiró.
el sabio, la de su Miguel el bueno la que los apretó para hacerlo irrompible.
Salamanca: nosotros le vimos ir ti joven, la frente aun no ensombrecida por los desengaños, el corazón aun no mellado por los dolores. Hoy le encontramos anciano coronado de canas, cosecha de de trabajo y sufrimiento; pero con él nos llega la luz vivificadora de la cultura castellana más deslumbrante que nunca y el clamor de una generación de españoles, que por tener fe en su palabra la tienen en los destinos de veneran al pueblo que nacer le viera.
Por ello Bilbao, en la hora del supremo homenaje a su preclaro hijo, te saluda emocionada y se siente a ti unida para siempre.
Bilbao, a veintiséis de septiembre de mil novecientos treinta y cuatro.
España La enorme catarata nos impone silencio arrobador y nos quedamos mudos, asombrados, sin palabra, sin voz.
La espuma que se eleva en la caída nos salpica como una bendición, y el estruendoso torbellino pone como un ritmo inferior, un silencio infinito, una quietud de unción. a pesar de que allí está palpitante la Vida, y todo es eclosión, y que afruena en el ámbito el mugido de aquel forrente arrollador, el alma queda extática como si se sintiera frente a Dios!
Rogelio Sotela Niagara Falls, 20 de setiembre de 1988, El discurso de Unamuno en el Ayuntamiento de Salamanca al descubrirse, en el Salón de Sesiones, la lápida dedicada al maestro Se levanta a hablar el ilustre maes tro. Las lágrimas afluyen a sus ojos, y se le tributa una entusiasta salva de aplausos.
He de dirigirme hoy al pueblo de Salamanca dice en esto momentos.
después de haber convivido con él durante cuarenta y tres años. Venía de Bilbao, donde había pasado, sino lo mejor de mi vida, sí lo más inocente. en esta Salamanca han nacido mis hijos; uno sólo venía de Bilbao, y esto me trae el recuerdo de la madre dándole la leche, con mirada fija en ese campo de San Francisco. La emoción intensa ante el recuerdo de la esposa muerta. El señor Unamuno se encuentra emocionadísimo. Después de un breve descanso, dice que llegó a esta ciudad, que estaba en épocas de lucha, de las que tomó partt en algunas de ellas, vez de recordar mis campañas, sólo se recuerdan mis poesías.
Por último, don Miguel, con la emoción más intensa, da lectura a su poe.
sia dedicada a Salamanca, cuyos últimos versos están grabados en la placa.
aprender Del corazón en las honduras guardo tu alma robusta; cuando yo muera, guarda, querida Salamanca mia, tú mi recuerdo.
ia paz entre nosotros.
Bilbao verá ya en lo futuro en tus doradas piedras el rastro imborrable, la huella perenne de su vida extraordinaria, y cuando a ellas se acerque oirá con emoción indescriptible el rumor hondo y lejano de su espléndido verbo Bilbao, a veintiséis de septiembre de mil novecientos treinta y cuatro.
La última lección del Maestro en el paraninfo de la Univensidad de Salamanca.
Al dirigirse a la tribuna, el ilustre maestro, es objeto de vitores y aplausos. Don Miguel se muestra visible.
mente emocionado, y da lectura a la oración inaugural del curso, que es la siguiente: Compañeros maestros y discípulos, estudiantes todos. Qué de recuerdos, lejanos unos y otros recientes, al venir de despedida, a repetirme una vez más aquí, en este paraninfo, caja de resonancia de tantos de ellos! Vengo a repetirme, repito, a renovarme. Una vida espiritual entrañaes repetición, es costumbre, santo cumplimiento del oficio cotidiano, del destino y de la vocación. Día a día he venido labrando mi alma y labrando las de otros, jóvenes, en el oficio profesional de la enseñanza universitaria y del aprendizaje. Que enseñar es, ante todo y sobre todo, Comencé mi primer curso de Lengua y Literatura griegas no más en tonces, en 1891, hace cuarenta y tres años, venido de mi nativa Vizcaya a robustecer en la alta meseta, toda ella cima, los huesos y la piel que el aire del mar y de la montaña nativos me habían fraguado. durante cuarenta y tres cursos. quiero contar entre ellos los del destierro a que me someti por defender la libertad de la palabra y en que con mi ausencia creo que enseñé. he venido colaborando aquí, en esta Universidad, a la foria de la España universal y eterna. Lei, aquí mismo, et discurso inaugural alocución exhortativa. le llame de 1900, y poco después, aquel mismo año se me elevó a mi primer rectorado en esta escuela de la tradición española La gran escuela de la vida Debería hoy y aquí callar mi acción extrauniversitaria, sobre todo la política. Dudo que me sea hacedero, porque. es que el magisterio público se ejerce sólo en el aula oficial? En aquela alocución exhortativa que no disertación investigativa de hace treinta y cuatro años parece como si el tiempo se remansara haciéndose eternidad histórica os decía, jóvenes estudiantes o a vuestros padres, que viene a cer lo mismo. Ojalá vinieseis todos henchidos de frescura, sin la huella que os han dejada quince o veinte exámenes, y trayendo estos claustros no ansia de notas, sino sed de verdad y anhelo de saber para la vida, con ellos aire de la plaza, del campo, del pueblo, de la gran escuela de la vida espontánea y cuando el sol al acostarse encienda el oro secular que se recama, con tu lenguaje de eterno heraldo di tú qué he sido.
El Ayuntamiento de Bilbao a la Universidad de Salamanca Vine a tomar parte en esas luchas e inmediatamente tomé posición. Su centro dista de 1898, en que hice mis campañas en las federaciones obreras, a las que hoy se llaman Casas del Pueblo y a la que debí, por vez primera, un puesto de concejal en este Ayuntamiento.
No olvidaré tampoco aquellas campañas agrarias por esos campos de Salamanca, hablando algunas veces al pie de las encinas, tan sosegadas, tan quietas; ese árbol simpático que, cuando se cae, sirve para hacer de su madera flautas para cantar la Vida. Después, el destierro. aquel día en que al retornar a Salamanca presencié aquella multitud que me vitoreaba. No he sentido nunca más emoción que en aquel momento. Y, por último, aquel 14 de abril, cuando desde este mismo balcón proclamamos la República.
Ha pasado el tiempo y no quiero seguir recordando, porque no sé si podría continuar. Ahora una cosa me llega al alma, y es ver estos elogios y estas atenciones de que se me rodea, y veo que en Muchos han sido los favores con que la Providencia quiso premiar constantemente a esta villa por su heroísmo, su amor al trabajo y su veneración a las más sagradas tradiciones; pero ninguno como la de haber escuchado, junto a las demás villas y ciudades de España, la docta palabra de su preclaro hijo Miguel de Unamuno en las mismas gloriosas aulas en las que con horaciano fervor enseñara Luis de León.
Miguel de Unamuno ha sido durante lustros el continuador de la obra ds aquella fecunda cohorte de insignes maestros con que Salamanca deslumbro al mundo, y con el crecer lento y seguro de su alma en el ejercicio de su ejemplar magisterio creció también, lenta y segura, la fe del pueblo español en sus gloriosos destinos.
Nos dijo cómo era siempre fecunda toda lucha, toda agonía, y nos mostró el camino por donde a lanzadas de luz habíamos de irrumpir en defensa de la Patria maltrecha y dolorida.
Que esa Universidad haga inmortal su nombre y que el pueblo español re