12 REPERTORIO AMERICANO De los que tros ojos, le daban una atracción completamente excepcional. Su muerte me parece una tremenda desventura para Colombia, por cuanto él significaba un valor puramente espiritual, de los que no abundan entre nosotros.
no tenemos ni aun los estrictamente necesarios.
Luis Zea Uribe se ocupaba seria y constantemente de cosas inútiles. Era una inteligencia sin lazos materiales, sin preocupaciones casi del orden terrenal.
Llenó a cabalidad sus deberes como ciu dadano, como hombre de partido, co mo jefe de familia, como profesional.
Pero con un concepto religioso, tras cendental, de cada uno de esos de beres. Vocación sacerdotal la suya, iba con el alma penetrada de la gravedad solemne de cada uno de los actos, de cada uno de los esfuerzos, y se preocupaba por sacar de las simples palabras dichas en la conversación familiar, un motivo de mejoramiento y elevación.
No podemos aspirar, naturalmente, a que el recuerdo de Luis Zea Uribe perdure en la memoria de las multitudes, aunque los encargados de formar las generaciones nuevas quizá deberían procurarlo. Pero sí tenemos derecho a pedir el culto sin desfallecimientos a ese santo laico, a ese varón de virtudes, a ese corazón selecto y a esa mente luminosa, por parte de quienes lo conocieron de cerca o supieron de las excelsas calidades de su espíritu. Colombia necesita exaltar el nombre de los idealistas, de los servidores abnegados de la razón, de los hombres dados a la ciencia con cariño y desinterés, con noble adhesión. Los llamados hombres prácticos, dignos igualmente de aplauso y estímulo, no pueden ser sino idealistas a quienes les ha sido también concedida la gracia de la acción, o ejecutores de las teorías que aquellos desarrollaron.
Sólo una truculenta y necia necesidad de polémica puede oponer a esas dos clases de hombres. Pero las deplorables influencias que ha sufrido la América española, irreflexivamente impulsada hacia nociones que no tenian valor sino al Norte del Continente y que ahora fracasan y se esfuman, hacen má urgente la alabanza de los que no vivieron sino por el espíritu y para el esritu. si la historia patria no es pobre en tales figuras, es evidente que una de las más claras es la de Luis Zea Uribe, cuya desaparición nunca lamentaremos su ficientemente. Ingresa por derecho propio en la inmortalidad, en la cual creyó y esperó toda su vida.
ma a ese profundo, consciente, comprobado, consolador y purificador espiritualismo en que llegó hasta creer en la efectiva comunicación con los muertos. fué entonces su encuentro con Jesús el pálido profeta que enseñó la dulzura y le dejó a la vida consuelos que no pasan. LO amó como filosofo, porque halló en él al mayor moralista de los siglos y porque entendió que la religión del amor, que va desde la oruga hasta Dios, a través de la escala de los seres, no podrá ser jamás sobrepasada.
En un sentido místico, pudiera decir que creyó en sus promesas. Los caminos del bien son muy diversos, pero afortunadamente todos llevan al mismo sitio.
Con ese hallazgo ya no todo se hundia. Un hálito escapaba, para seguir una evolución que el Creador tiene dispuesta, mientras la materia organizada, al iniciarse el proceso de su desintegración, baja al seno de la tierra, porque la tierra la necesita para sus floraciones. El alma desprendida, luminosa viajera, puede muy bien tal fue su certidumbre acompañar a aquellas a que estuvo unida en la prueba terrestre y traerles, más allá misterioso, onsuelos y satisfacciones.
Linda creencia, que por un aspecto explica el dolor de la vida y por el otro hace secar las lágrimas, con el convencimiento de que lo invisible será siempre visible para los corazones que aman y que esperan! De esa suerte continuará el idilio de su hogar, don: de fué un dios para la mujer extraordinaria que lo amó con el alma, porque sintió que era idéntica a la suya. seguirá la ternura con los hijos, a quienes siguió considerando niños, inconscientemente orgulloso de haberles trasmitido cuanto en el fué chispa salida de lo eterno.
Alguien vendrá que dirá todo lo que fueron los servicios de Luis Zea Uribe a la ciencia, la patria y a su causa. Esa vida transparente, de tan rico psiquismo, necesita para ser descrita, a un artista que sea al propio tiempo un psicólogo. En forma balbuciente yo tan sólo he querido sollozar mi dolor y decir orgullo de esa amistad, que por privilegio de vida tuve, y a cuya sombra ideal ahora me acojo, para amar con mayor fervor y servir con mayor devoción a esta tierra de cuyas entrañas salió, como la chispa sale del carbón, para alumbrarla.
Elegio de Luis Zea Uribe. Viene de la página anterior)
la fórmula que constantemente repetía: La muerte es lo normal. El milagro de vida.
Con la intrepidez del que se lanza a las ondas para arrebatarles al amigo que se ahoga, él se lanzó misterio para sondear el enigma. del enigma trajo claridades eternas.
Era un capitulo musical de su vida, con cuya relación sabia envolver al oyente en ondas armoniosas, el de su paso del materialismo a que lo empujó la medicina, cuando podía haber repetido la frase desolada de que su escalpelo no había encontrado el al Pio Baroja y la Academia. Viene de la página 40)
tria, exigia la contribución y la presencia de nombres como el que hemos perdido, para calmar el ardor de las pasiones y orientar la marcha ciudadana por los senderos de la dignidad sin jactancia, resueltamente erguida.
Es lo primero que me ocurre ante el adiós que no me dió, pero que quiso darme en ocasión sernejante, cuando en la via dolorosa de lo que fué su salud en un período de dos lustros, sufrió la primera, la segunda y la tercera caída Recogido en el seno de Colombia, pensativo y lloroso, con el medio de mi incompetencia y el anhelo de su 1clicidad, tentado me he sentido a gritar: Madre! Nos abandonan los grandes!
Porque Luis Zea Uribe fué uno de los grandes de Colombia desde todos los puntos de vista. Lo fue por su inteligencia fulgurante, de múltiples antenas, que simultaneamente captaban las ondas salidas de los cuatro pun.
tos cardinales del espiritu. Lo fué por su curiosidad infatigable, por esa eterna disposición acogedora a cuanto dijeran las artes y las ciencias en la vasta extensión del mundo que navega en los insondables espacios siderales.
Lo fue por su espiritualidad, por su gra cia, por su tolerancia, por su desinterés; por su bondad; por su corazón tan expansivo, tan densamente habitado, listo al bien en todas partes, a todas horas; en toda circunstancia, sin fatiga, sin cálculo; con una preferencia marcada por los humildes, órgano noble pero al final traicionero, porque le cobró todas las satis acciones que en la vida le procuro con la rápida y certera puñalada que lo arrojó a la muerte.
Pero este grande de Colombia no le temia a la nuerte. Había puesto en práctica el consejo de Maeterlinck, de acostun. brarnos a ella, forma ningún pensamient debie.
ra sernos más familiar, condensado por el en cuanto significa un reconocimiento oficial de su valer. No porque en rigor añada ni un adarme de peso a ese valer.
Refiriéndose a su designación para académico, el propio Baroja, con su habitual sensatez este amigo inveterado de la boutade y de la paradoja es, notadlo bien, tin hombre sensato por esencia pene las cosas en su punto: No hay que decir declara que yo lo agradezco. No sé si podré ser útil o no dentro de la docta casa. En general, al escritor que no es retórico ni pomposo no se le toma en serio. Yo tampoco he tomado en serio a mucha gente. a seguida. Por ahora, en mi vida no he tenido más que dos éxitos. Uno, a los veintiún años, cuando me dieron la plaza de mé dico, porque fuí el único me presenté, y ahora, cuarenta años después, que me han hecho académico. No es cosa rara que me sienta reconocido. He pasado muchos años sin tener la menor protección ni el menor apoyo, buscando con ahinco un recurso de mediano pasar sin encontrarlo. Entre gentes de ideas parecidas a las mías no he hallado tampoco la menor simpatía. Al revés, hostilidad.
Ahora en cambio, si hemos de creer a su paraninfo o apadrinador académico, el doctor Marañón, la casi totalidad de los académicos que con todo respeto para su contrincante le han elegido lo han entendido así. Se refiere el doctor Marañón a la principal razón de la necesidad de Baroja dentro de la Academia, de que hablo en las líneas más arriba reproducidas. añade que esos académicos, han hecho una buena