CommunismDemocracyImperialism

146 REPERTORIO AMERICANO noción de insinceros programas electorales, y mientras, por otra parte, no hayamos encontrado en la homogeneidad de la raza el equilibrio interno indispensa ble. una viva pugna entre los impulsos latentes, los recuerdos imborrables y las necesidades ineludibles de una raza mu da, de un lado, y las doctrinas o teorías europeizantes, del otro. Las castas dirigentes, las mismas castas españolas o criollas, que no han dejado de gobernar, de poseer y de saber, con exclusión de los indígenas, imponen todavía, ya sea en lo económico, en lo político, en lo religioso, o en lo jurídico, fórmulas que es tán en abierta oposición con la indole del indio. Tarea que sería fácil si éste, como lo piensan muchos, hubiera carecido de toda cultura en la fecha del des cubrimiento; pero que será siempre es téril, porque el alma de la raza estaba ya forjada en dilatadas experiencias y canalizada por sistemas reli osos y ciales que labraron surco profundo. El combate entre la orgullosa cultura extraña y la propia, dificulta el adelanto; ha secado los manantiales de la vida; desorientó el empuje iniciado por la con quista y ha esterilizado el genio autóctono, que, avergonzado, esconde sus obras y sus esbozos a los que, naturalmente, la estética y la cultura intrusas condenan como inarmónica. Simple ignorancia de todo un sector del Universo, sistemáticamente abandonado por la sa biduría unilateral Cuando el europeo contemporáneo, aleccionado por las calamidades poste riores a la guerra, quiera ir al encuentro del indoamericano, comprenderá cosas que le han de interesar y de aprovechar inmensamente.
y entonces verá que necesita adoptar un espíritu especial, dispuesto a transigir deferentemente con las peculiaridades americanas, si quiere triunfar en aquellos mercados. No basta saber comprar ni saber vender, sino que Europa debe aprender a comprar y vender en América, porque nuestro clima rechaza la implantación de ciertos hábitos europeos, y porque nosotros no somos, en el fondo, propiamente cristianos ni occidentales. aunque una de Cuando insistimos en darle relieve a la marcación superficial nos clasifique así.
raza indígena, a su sentimentalidad melancólica, a su don poético, a su fineza artística, no queremos agotar un tema literario. Queremos principalmente pre parar al europeo para el conocimiento seguro de América, de la América no sajona, a la cual debe llegar con respeto, civilizaciones tan dignas de veneración como las otras, civilizaciones que crearon modalidades irrevocables y colocaron al hijo de América más allá de la conquista espiritual, y por tanto, de la absorción.
Las repúblicas indoamericanas, como los países ibéricos, han vivido denigrán dose y desdeñándose a sí mismas, lo que ya les da un cierto derecho al desden de los extraños. La independencia política conseguida hacia 1820 por la mayoría de aquellas repúblicas, ha venido careciendo de significado real para las multitudes, que, como ya insinuamos, frecuentemente perdieron con la abolición del Coloniaje paternal. Las Constituciones, los códigos, las leyes, siguen infiltrados de las nociones del derecho romano. Apenas en México se comienza a reaccionar, y en el Código de Comercio, por ejemplo, que acaba de promulgarse, ha recobrado la costumbre indígena el lugar que nunca debió haber perdido ¿Cuándo llegaremos a un régimen de la propiedad adecuado a la realidad actual, es decir, formado de la tradición india y del aporte español? Quienes en Europa, astrólogos o políticos, marcan los rumbos del mañana, saben que bajo el claro cielo de América florecieron algunas de las más perfectas instituciones comunistas y que, por lo tanto, es posible que allá las gentes sean menos accesibles al horror que en otras zonas inspira el comunismo. Quisiéramos que los pensadores europeos adquiriesen la noción de que ignorando a América se imponen ellos mismos una limitación dolorosa y les quitan alcance y trascen dencia a sus doctrinas y sistemas. En el estudio, más imperioso cada día, de las modificaciones que ha de sufrir esa de propiedad, sería bien importante conocer sus diversas modalidades entre las tribus sedentarias y nómades de América, entre las que poseían autoridades despóticas y aquellas que lograron organizarse como modelos de democracia, y manifestaron siempre una tendencia muy acentuada a la pequeña propiedad con todas sus derivaciones indi.
vidualistas.
Es preciso conocer, cuando se pretende hablar con alguna autoridad de las cosas de América, no solamente los misteriosos orígenes del hombre americano y sus migraciones sucesivas, sino la persisten de ciertas cualidades través de la época precolombina, de la conquista, de la colonia y de la ca, la cual, no nos cansaremos de repetirlo, porque es necesario, ha sido hasta ahora el régimen de los exotismos heterogéneos, de los ensayos sin bases sin consecuencia, del cosmopolitismo disolvente. Algo ha de haber de formidablemente sólido y de imperecedero, en una raza que ha e ha soportado todos los choques, todas las desgracias, incluso la de su exterminación casi total, sin perder la fe en sus destinos, sin abandonar, bajo una u otra forma, el culto de sus dioses y de sus ideales. La religión católica, el mayor don que, con el de la lengua, le hicieron a América españoles y por tugueses, y que hoy es sin discusión el vínculo más fuerte de unión entre los indoamericanos, no escapa a la influencia omnipotente del atavismo racial. los comentadores de buena fe que nos han visitado, no dejan de anotar el extraordinario influjo de los mitos indios en la religión cristiana, así como la acción modificadora de ésta sobre aquellos.
La historia, que tantos ejemplos conoce de colonización espiritual del invasor por los vencidos, no registrará otro caso más notable que éste. La dulzura, la suavidad y el tesón indígenas, modelan a su gusto en corto tiempo las instituciones creadas para sojuzgar a la raza. Pero ¿no sería más humano y más fecundo que en vez de gastar tiempo, sangre y dinero en esta lucha de adaptación, los hombres de Estado dejaran simplemente florecer sin coacción y sin tiranía las virtudes espontáneas del indio? éste se le conoce en Europa, cuan do se le conoce, a través de las páginas no siempre ingenuas de los cronistas que acompañaron a los conquistadores. Pero sería inteligente recordar que la cultura de todos esos hombres no era superior.
Que iban guiados no sólo por un tremendo e irresponsable proselitismo religioso y miraban como enemigos de su Dios, peor aun, como bestias dañinas, a quienes no lo conocían y adoraban con fervor igual, a otros. Juzgaban los usos y las leyes indígenas a la luz de lo que debía ser, de lo que se practicaba entonces en la península ibérica. No tuvieron ni por un fugaz instante como no la tienen los imperialistas de hoy, la idea de que estaban llegando a una tierra ajena, y de que sus verdaderos propietarios tenían derecho a vivir como quisieran, como habían vivido sus antepasados. aunque algunos cronistas no pudieron ocultar su admiración por aquellos infieles, cuyas costumbres a veces les parecieron tan admirables y tan puras como si ya hubieran sido evangelizados antes, es notorio que la finalidad primordial de las crónicas es adular al capitán, exaltar sus proezas, disculpar, cuando no elogiar, sus inau ditas crueldades. Cómo recordar sin espanto la jornada que un piadoso cronista canta, y tras de la cual las aguas del Magdalena corrieron enrojecidas por la sangre de los indios indefensos? En América ya pasó el tiempo de lanzarle recriminaciones al conquistador. Nadie recuerda aquellos episodios con ánimo Pero las circunstancias de la conquista, el suceso más impor tante de cuantos afectaron a la raza americana, no podrían ignorarse sin des conocer el proceso que ella sufrió y está sufriendo.
Ni sería archivo bastante para infor marnos sobre el indio de América, la narración que nos legaron los mismos descubridores. Fuerza es adentrarse en la selva de contradictorias hipótesis que procuran explicar la trayectoria de los varios grupos humanos dispersos en el adentrarse, ya lo dijimos, con veneración, en el estudio de las teogonías indígenas y de los indicios varios de su compleja cultura, sin el infantil prejuicio de que el español sólº halló costumbres bárbaras e incoherentes. Predicar el regreso la unidad indígena sin mestizaje alguno, blanco o negro, sería un absurdo flagrante y ura tesis retrógrada desde el punto de vista americano. Quienes queremos la rehaa de venganza Continente