REPERTORIO AMERICANO Quiere Ud.
buena Cerveza. vado centenares de escollos. Nos salvará todavía de muchos peores. No es una pieza intangible, pero la generosa levadura con que está amasada y el Norte al que se dirige no pueden menospreciarse sin dilapidar nuestro patrimonio histórico, elaborado por los héroes de la gesta emancipadora y firme mente cimentado por los próceres de la organización nacional.
Alberdi completa esta fase de su labor el Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina según su Constitución de 1853. donde penetra muy hondo en las entrañas de nuestros problemas económicos y financieros y el Derecho público provincial. obra muy estimada.
Tome Selecta publicando No hay nada más agradable ni más delicioso.
Es un producto Traube que el consuma LUCHAS ACERBAS Comienza para Alberdi otro período de luchas acerbas. Las sostuvo antes con el medio aldeano y Rosas. Comba te ahora contra viejos amigos suyos.
Los separa de ellos divergencias políticas que llenan el primer plano. Sar miento provoca la gran batalla. Sumamente desilusionado vuelve Chile, des pués de haber formado parte del Ejér cito Grande. Acusa a Urquiza de continuar a Rosas, mientras Alberdi hace su panegirico por haber librado al país de la tiranía, organizándolo constitucionalmente enseguida. Choque tremendo el del rudo leñador y y el suave florentino, armado de punzante estilete sutiles venenos! Alberdi acredita superioridad de formas y contempla con mayor justicia al presente. Sarmiento, dotado de más olfato político, adivina que la República terminará de unirse bajo otra dirección que la urquicista. Cuando sus adversarios y los propios amigos le creen un cadáver político, él prepara su fu tura presidencia. Antes de retornar a Chile, en una carta inédita fechada en el Brasil (abril de 1852) le dice a Aberastain: Ud. concebirá fácilmente de cuanto auxilio pueden ser para lo su cesiv, las simpatías con que debo contar en Chile y el Brasil, los dos Estados más fuertes que nos rodean, si a ello se añadan el apoyo de las provincias con que es prudente contar y la opinión cn masa de Buenos Aires, que me pertenece. Alberdi se erguía para destruir ese programa y anonadarlo: de ahí su actitud destemplada.
Dividida la República, Alberdi apoya la causa de las provincias. La desunión le aflige sobremanera. Enérgico paladín de la tendencia que aboga por que Buenos Aires sea la capital del país, se resigna a que se instale por algún tiempo en otra ciudad, con tal de lograr la reincorporación de la provincia segregada: sus sentimientos cordiales y alto patriotismo quedan así en evidencia. Con todo, la guerra continua implacable. Alberdi echa llave a su próspero estudio de letrado. Se convierte en diplomático viajero de la Confederación. Gracias a sus gestiones, biera dejado maEspaña reconoce la independencia na cional, y las principales potencias eu ropeas y los Estados Unidos aceptan a la Confederación y no al Estado de Buenos Aires: ante el extranjero, asegura Alberdi, hay una y no dos Argentinas. De ese modo desea forzar a la provincia disidente a la unión. Pero contra sus previsiones, ésta se realiza bajo la égida porteña.
En esa hora de concordia venturosa habría sido piadoso olvidar recíprocos agravios y aceptar hechos dos. De ambos lados hubo desgraciadamente intransigencias irreducibles.
Alberdi, destituido como diplomático, queda colocado al margen de los acon tecimientos: nada le impedía, en en verdad, representar al país en la nueva situación. En un temperamento sensible como el suyo las heridas sangraban largos años, y esa desconsideración amar gó su espíritu. Como si fuera poco, sus dos grandes adversarios, Mitre y Sar miento, ocupan sucesivamente la primer magistratura nacional. Alberdi pierde por completo la serenidad, máxime cuando el primero veta su posible can didatura presidencial, por reputarla reaccionaria en su testamento político.
En la enconada controversia de Alberdi contra Sarmiento y Mitre, llega de ambos lados a sensibles extre mos. la Alberdi, mucho más que sus dos conun trincantes. La nación se priva del concurso de una personalidad excepcional.
Los extravíos pasionales enferman el es píritu y el cuerpo de Alberdi y pertur ban, a ratos, la claridad de su discernimiento La actitud asumida por el autor de las Bases frente a la guerra del Paraguay le acarrea epítetos denigrantes.
La posteridad puede juzgarla con calma. Alberdi combate esa guerra; la con sidera civil, contienda entre hermanos de América. Va más lejos: no oculta sus simpatías por ΕΙ ges to, mantenido en pleno conflicto, puede ser censurado, pero tiene sus atenuantes. Lo dicta, pese a la apariencia contraria, un patriotismo agresivo, celoso de sus fueros, raros en nuestro pu blicista, y contradictorio con su elevado sentimiento americano: la inquina contra la tendencia expansionista Brasil imperial heredara, a su entender, de la la corona portuguesa Alberdi es un gran pensador, y todo hombre que medita siempre e intensa mente resulta profético. Alberdi lo fué muchas veces. Esta vez le falló su ante visión de los sucesos. Por justificadas que se supongan sus prevenciones con tra el Brasil. por qué negó al go la posibilidad de republicanizarse y de modificar sus direcciones políticas in: ternacionales? La posición de Alberdi habría sido otra si hubiera nifestarse pura y simplemente sus arraigadas convicciones pacifistas, en vez de fustigar a un odio con otro odio. Por lo demás, la misión del escritor consiste en desarmar los espíritus en lugar de atizar las discordias, cualesquiera que sean los enemigos. Todos pueden rectificarse. La única que jamás se rectifica es la misma guerra: la guerra sus cita la guerra.
EL PRECURSOR. EL PACIFISTA muy larga sufre el País y sufre wa Alberdi lo sabe mejor que nadie. En un trabajo de 1844, aun hoy de rigurosa actualidad, auspicia la celebración de un congreso de las naciones americanas, aboga por la reducción al mínimo de las fuerzas militares del nuevo continente. habla por primera vez de un derecho de gentes propio para el nuevo nas interamericanas. Ningún pensador se ha elevado tan alto en en la materia, ni tu vo un concepto más orgánico al respec to. Por esa vía debe transitar América. Abrirá así rumbos la humanidad.
Ideas análogas, extendidas a un plano mundial, expone más de un cuar to de siglo después en El crimen de la guerra. uno de los alegatos más sólidos que pluma alguna haya escrito en favor de la paz. En esas páginas palpita el verdadero Alberdi, el grande e inolvidable Alberdi. Sostiene la necesidad del arbitraje obligatorio, predice el adve el Paraguay