REPERTORIO AMERICANO 189 cruelez valentia, cil lo que imaginaba hecho: regularizan su arrojo, no por miedo al peligro, sino porque es de locos arriesgarse a morir sin beneficio de nadie, y limitan su bon dad a los que son dignos de ella. Pero no ceja en su aspiración de infinito: no duda ni un momento de sus compatriotas, ni del hombre, ni del porvenir de su patria, ni del progreso humano. No des conoce el elemento bestial que yace en lo intimo del ser humano, pero no quiere ver ni enseñarnos mas que el ángel.
Ha leído a Montaigne, se ha aficionado él, le debe tal vez la idea printera de los Siete tratados, y se le comunica el egotismo del filósofo gascón, que le in cita a penetrar a menudo en el secreto de su alma perfumando las páginas con las olorosas flores de su idealismo. Esta introversión le enseña a conocer y a res petar su propia personalidad, y su pul critud raya desde entonces en absoluta. pulcritud en su persona: pulcritud en su vida pública: critud en su vida pri vada; pulcritud en las ideas y sentimien tos; pulcritud en el estilo que trabaja con ahinco, del que no está nunca sa tisfecho, que este santo deseo de perfección adorna a veces con sabrosos giros arcaicos, y, con más frecuencia, le hace oratorio, altisonante y poco fluido. Sal vo tan ligera tacha, efecto de su escru pulosidad literaria, de su enamoramien to de la forma, todo es en esta hermoso, valiente, rico, majestuosc majestad que no excluye a veces la gracia, de un saber tan castizo que por él califiqué a Montalvo del primer prosista de la Amé rica española contemporánea.
deja las obs curas entrañas de su madre, no es bello: al contrario, algo hay de repugnante en esos miembros ternísimos embarrados de grasas nauseabundas: esa cabeza monda: ese rostro hinchado y peloso esos ojitos difíciles de abrir: esa movilidad que semeja a una figura de azogue de cuajada tierna. Pero cuando la luz hiere la retina de esa pupila deslumbran te, el alma se despierta y transpira afuera en resplandores que están sufragan la inteligencia y las pasiones futuras. El agua limpia el feto convertido en ser exterior y visible, el aire le repele, los días dan firmeza a sus movimientos, y ese conio animalejo de forme que nos hubiera causado mied, es el ente más delicado y simpático que el ahora, a a trueque de hacerle saborear mañana quebrantos y amarguras de la vida. Los poetas orientales dicen no haber sensación más deliciosa en la tierra que el tacto de un niño, y es así: un mamoncito de buena salud, vivo, gordo, blanco, sin más que su camisa de cendal hasta el ombligo.
es un espíritu divino que ha tomado la encarnación más propia para el embeleso de los mortales. Lutero tenía con ciencia de la belleza y el cariño infantil, cuando describía a su hijo diciendo: alegremente el pecho de su may mira alrededor. Si ese atrevido sacerdote hubiera observado algo más los hechizos y las seducciones de la infancia, hubiera visto que mientras con la boca está colgado del rico pezón, y con los ojos indaga curioso lo que no sabe si existe, con la manecita está cogiendo del pie, formando un arco, que si no encerrara el circuito de la inocencia, sería realmente el arco de Cupido Quien así pinta, no morirá nunca Esperando su probable traslación a Amé rica o su sepelio en la tierra hospitala ria de Francia, clavado entre cuatro tablas está su cuerpo en una bóveda de la iglesia de San Francisco de Sales. Pe ro su espíritu aletea en sus obras, fresco, chispeante, gozando la juventud eterna de la inmortalidad.
Los que vivimos exclusivamente para las letras, si no de ellas, solemos ser los ojos de los profanos, y así lo pareceré yo declarando como me alegré de que Don Juan Montalvo no saliese airoso en sus pretensiones políticas. pues así toda su actividad intelectual se concentró en la literatura, y lieron a luz los Siete tratados, que tai vez no nos hubiera legado su autor si 11:ga a regir los destinos de su patris. Sería más feliz su suerte si llegase a la presidencia del Ecuador? No por cierto.
Las persecuciones y el destierro aureolan su cabeza con el nimbo de los perseguidos injustamente. le imponen fecun do sufrimiento que se transforma en ficho podiadeas, en sólidas virtudes. Mupodía esperarse de su carácter tan entero, tan constante y tan igual al través de los años. pero no se modificaría al eiercer primer magistratura de una nación con poderes omnimodos?
atreverá a afirmarlo? Nunca entraría en su alma la venalidad, ni la sed de riquezas, ni venenosa molicie.
engendradora de corrupción; pero son tantos y tan insensibles los despeñaderos que rodean la vida del jefe de un Estado, que pocos legan a la historia una figura sin mancha. No tengo tam poco fe completa en la obra de Montalvo como gobernante.
Ejemplos antiguos y recientes nos han aleccionado, y es sabido que casi nunca los grandes escritores idealistas son los mejores hombres de gobierno. Era tan ideal, tan compleja enmarañada la república que soñaba Don Juan! En resumen, yo prefiero su gloria de escritor a su gl ria de legislador, y creo más favorables a los destinos de su tierra los libros que compuso que las leyes que hubiera dic tado. Todas las Repúblicas americanas se unirán para admirarlo sin que enturbien esa admiración sordos rencores o declarados odios.
Los años la atmósfera de París habían modificado visiblemente al Montalvo de los treinta y cinco, el de los Siete tratados. La pasión política ardía en el fondo de su alma; pero no era ya el fuego vigoroso de la juventud, llameante y amenazadora le envolvían las ceni zas tibias de tanto esfuerzo inútil, de tanta tentativa frustrada, de tantas es peranzas desvanecidas. La Mercurial eclesiástica suministra indicios de este principio de extinción. El estilo es más sereno: la la plenitud no es excesiva, aunque se note siempre que hay en su cerebro plétora de vocablos: sigue firme en sus principios; castiga con pero sig saña: es el tono mucho más humerístico que el de la Réplica a un so fista seudecatólico; es la misma la fuer za, pero su vizada por el aticismo y elegantísima ironía. Aunque en caso de necesidad le sobrarían alientos para la acción al escribir su inente domina a los arranques súbitos de la fantasía que antes debían de electrizarle, impulsándole a cualquier aventura, siempre que fuera en provecho en los tomos de! Espectador, el cambio se acentúa. Le nombran senador en su tierra. a despecho de la au sencia. y don Juan no corre a ocupar su silión: permanece en Parlimista en París. Si en el fondo conserva resabios ordinario ve más claro, comprende que no han llegado los tiempos en que su país pueda ser modelo de los de Europa.
Cosa rara: todos desean volver a monir en su patria: yo deseo volver vi vir algunos años en la mía, y salir a morir entre cristianos.
El alma de Montalvo es en estos mo mentos a que me refiero 1887 más amante que lo fué nunca, y no sé, ni aunque lo supiese lo revelaría, si hubo alguna señora mezclada a su existencia por aquel entonces. pero me parece que si. Vivía solo, en modesta y habitación, trabajando cuando se le ocu rria, haciendo vida de fraile. según murmuraba a media voz, con el pertinos.
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