Enrique Espinoza

REPERTORIO AMERICANO Tomo XXVIII SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA San José, Costa Rica 1934 Sábado 17 de Febrero Año XV. No. 671 Núm. Alla lejos y hace mucho tiempo SUMARIO Roberto Cunninghame El cardenal Hudson Graham Carta aluelva Enrique Espinoza Jorge Casares Guillermo Enrique Hudson. Sus altimos instante. Morley Roberts Edware Garnell Libros y autores Hudson Hudson y la Naturaleza Intangible. Emiliano MacDonagh Guillermo Enrique Hudson y su amor a los pájaro Una nota sobre el genio de Hudson Horneros Homenaje a Guillermo Enrique Hudson (Iniciativa y colaboración de ENRIQUE ESPINOZA. Buenos Aires. Allá lejos y hace mucho tiempo Por ROBERTO CUNNINGHAME GRAHAM De Trapalanda. Buenos Aires COalla De todos los libros que escribió Hudson éste es, acaso, el que refleja mejor su propia personalidad.
Ha de haberlo escrito con el mismo espíritu con que escribió The London Sparrow, afan osamente, en el triste ambiente de ladrillo y argamasa, de calles húmedas de alquitrán, con la mirada puesta en Jos brillantes pájaros que había neopo.
hace mucho lejos El título es hermoso en sí; pero Hudson fué siempre feliz en la elección de sus títulos: The Purple Land, Green Mansions, El Ombú, Hind in Richmond Park y Birds in London, El mismo fué un pájaro en Londres, preso en la enfermedad y en la pobreza, imposibilitado de huir, sino en raros intervalos, a su propio mundo de luz y de aire.
Como esos necios crueles que, según dicen (y quizá creen) sacan los ojos a los pájaros para hacerlos cantar más dulcemente, así un mundo cruel había apresado a Hudson en su jaula de Londres. Por suerte, no obstante su desconsideración hacia un genio tan extraordinario, no pudo anular su canto.
chos han escrito acerca de su gran sencillez, de su arrimo a la naturaleza. y de su estilo que parece tan espontáneo trino y el gorjeo del ruiseñor Confieso que durante mucho tiempo, yo, como una autoridad más com petente. José Conrad, estuvimos desconcertados. Conrad que escribió con sangre de su alma, envidiaba a a menudo la maldita facilidad de Hudson. Yo también creía que él se sentaba y escribía y escribía sin corregir, hasta que la mucama de su humilde pensión, entreabriendo la puerta con una mano roja calles de Londres, el otro por no sufrir más la cruel espuela que lo fastidia pude ver alguno de sus manuscritos. Corregidos y vueltos a corregir parecían un dibujo de Muirhead Bone de algún gran edificio en construcción con su andamiaje a la vista.
Conrad había muerto y no me fué posible consolarlo con la prueba de que Hudson no era excepción a la ley de dolor y lágrimas del alumbramiento Galsworthy en su hermosa introducción a Far Away and Long Ago, en las obras completas de Hudson, se ha ocupado de su comunión con la naturaleza, de su sensibilidad y de su estilo litera rio. Todo que dice es exacto y lo que dice del estilo es quizá la mejor definición de ese don. que no es un arta, pues proviene de la naturaleza, como el sentido del color o la buena mano para el caballo Ciertamente Hudson lo poseía como el cóndor tiene el don de cernerse en la enrarecida atmósfera de los altos Andes. En ambos casos no se trata de una cosa adquirida, sino congénita tanto en el pájaro como en el hombre, desde que usaron las alas el uno, la pluma el otro.
Es posible verdadera superioy el extraordinario atractivo de Hudson provengan de su espíritu y de filosofia. Lo concedo. Para mí, su su asombroso atractivo sin contar todos los otros dones: su estilo, su humor apacible, cu sarcasmo, y su espiritu panteísta se debe a que en su corazón fue un viejo gaucho de las llanuras.
Si sus obras perduran, como lo merecen, destacándose igual que la extraña luz que a veces se fija por un instante Guillermo Enrique Hudson Mucomo el ridad tanto y sucia, metía la cabeza para decir: Mr. Udson, señor, su sopa se está enfriando. Entonces me imaginaba que Hudson respondía: Ah, la sopa? Oh, sí, gracias. y seguía escribiendo hasta que la muchacha volvía otra vez para decirle que no le gustaba arruinar los buenos platos.
Tenía yo olvidado el dicho de Byron su fácil escribir lo hace endiabladamente dificil de leer.
Cuando Hudson partió para juntarse con su viejo Zango en Trapalanda, donde supongo que cabalgan felices, el uno por no sentir más el hedor de las