50 REPERTORIO AMERICANO etiope se evocaba la memoria de la travesia y los descendientes del vástago de Salomon se enaltecian con su origen ilustre.
He aquí que la reina etiope retorna a Jerusalén. Como en las edades en que las huestes de lugares distantes invadian y barrian los reinos y los principes huían a sitios escondidos, después de haber conocido la amargura y la humillación, también va a la ciudad en que novecientos noventa y nueve años antes de Cristo oyó la madre de Ebna Hakim ben Schlomo el Cántico de los Cánticos.
Jerusalén, Morada de Paz, ya no tiene rey ni casa real con leones en la balaustrada y del Templo sólo queda el muro triste en que resbalan las lágrimas de los lamentos. En viz de los salmos triunfales, repercute en su alma el eco de Jeremias. Esta reina biblica, que se encuentra de nuevo en el solar de la Biblia, ha venido, no con el oro, los aromas, las piedras preciosos de los dones, sino con patrimonio de huida. Su fatiga dolorosa se refugia en la tiniebla y no en el fausto de la capital de que nos hablan los versiculos sonora de profetas y diáfana de Jesús y de Maria. la inmemorial reina de Saba comprende que el Destino, como si leyera en hebreo, da vuelta al revés las hojas de la Escritura, bajo el cielo consternado de Dios.
so la sangre de Salomon y de Belkis. El relato evangélico de Mateo, contradictorio en este punto con el de Lucas, quiere que los Tres Magos epifánicos dejen involuntariamente un rastro de sangre infantil de su paso por Jerusalén.
Pero la sombra de esa regia caravana con sus tres figuras venerabies, erectas sobre el lomo de sus cabalgaduras, permanece como dulce visión familiar en el sueño de mil ge neraciones infantiles y en el balbuceo de la dramática cristiana.
elegia Para la La de Abisinia. Viene de la pág. anterior rar: la inmortalidad de la especie, que se Pálidamente, Belkis ha tenido innumeravale de nosotros para perpetuarse. como bles portas que han cantado su gesta. Su fia Fausto en brazos de Helena, toda la sa gura ha sido llevada a la escena y la mubiduría aprendida en sus libros y en sus sica ha estilizado su aventura, magias tomaba carne viva de mujer entre Pero sin duda la vulgarización más durasus brazos para mostrarle que sólo el amor dera que han alcanzado la mujer etiópica y puede compensarnos de la muerte, su inse la sangre real de Etiopia se debe a un itaparable sombra. El dúo de Eros y Ares, se liano (a un italiano. Cuando Lesseps abrió gún los griegos, de Amor y Mors (Mavors, itsmo, Verdi solemnizó aquella victoria soMars. esto es, Cupido y Marte, según los bre la Naturaleza con la más popular de su: latinos, se cierne inexorablemente sobre ca tragedias musicales. canto a una imagida pareja naria esclava de la sangre real de Bellas Sin duda la mitica Belkis encarnaba una caida en poder de los faraones, que por su de las concreciones ideales del eterno femeamor fatal conduce a la traición y a la muernino. En los amores de Salomón y Belkis te al caudillo enemigo. Pero muere con el los arquetipos de dos razas se unían en consepultada viva.
nubio simbólico. Africa y Asia latian conla imaginación vulgar. no es todafundidas en abrazo fecundo. Aquella mujer via Aida la viva figura de Etiopia?
plasmaba una de las formas en que la atracCorrian los siglos después de la visita de ción del sexo ha adormecido dulcemente la reina de Saba al rey Salomón. he aqui los jerarcas más varoniles. En lo futuro, otra mujer que uniría la estirpe griega con la que un dia también legendario, otro mago naturaleza africana, otra egiptana. sortilede rostro negro a quien la fantasia popular ga y fascinante, Cleopatra, debía también convirtió en rey, se une a dos compañeros adormecer en abrazo fecundo a César para de magia y de corona para seguir a una mishacerle saborear el amor, y a Marco Antoteriosa estrella que los guia por ruta desnio para hacerle saborear la muerte.
conocida, como la columna de humo y fuePero el abrazo de Salomón Belkis no go guió a los israelitas desde Egipto. Aquel tuvo germen de tragedia. Mas tuvo eficacia rey etiópico, que si pertenece a la estirpe de patriarcal. De aque! amor nació el legenda Belkis pertenece también a la raza espiritual rio Menelik, tronco de una dinastia que dede Salomón, llega también a la capital de bía flotar sobre el naufragio de centenares Judea. siguiendo su camino la estrella se de imperios, en su apartado reino casi inacsobre una cueva dor donde yace entre cesible, entre un pulular de fieras, con una pañales un recién nacido, a quien el mago guardia familiar de leones.
etiópico y sus dos compañeros ofrecen sus La reina de Saba regresó a su país. La dones simbólicos, como a un ruy del espidespedida elegiaca, los últimos besos ungi ritu, nacido para un destino a la vez sandos de lágrimas, hubieron de ceder al senti griento y triunfal. el rey negro ofrece la miento del propio deber de soberanos. La mirra como emblema de aquella propia vida realeza los unió; la realeza los separaba.
incipiente que debia de fluctuar entre la conTambién, siglos después, Berenice, en cuyas ciencia de un ser divino y la amargura de venas corria la sangre de Salomón, hubo de un sobrehumano dolor, separarse heroicamente, por razón de Esta Alejase de nuevo hacia la nativa tierra do, de los brazos de Tito, enemigo de su pue misteriosa el Mago en cuyas venas corre acablo. Invitus invitem demissit. como dice el texto latino de Tácito, sobre el cual tejio Racine su impecable tragedia.
Pero Belkis llevaba en el vientre la prenda viva de su amor, a través del camino de su patria, sobre la alta gibo del dromedaris que la conducia.
ABOGADO NOTARIO OFICINA. Cómo imaginan las gentes a Belkis, la 50 varas al Oeste de la Tesoreria reina lejana? Ella, Etiopía en earne viva, be lleza blanca en carne de dolor, personificade la Junta de ción de su Patria, ejerce sobre todos nosotros TELEPONO 4184 APARTADO 338 con el relato de su viaje prolífico, un rastro de la seducción ejercida sobre Salomón.
Han pasado muchos siglos. he aqui que otra vez, desde la apartada Etiopia, violada y sangrienta por la furia de invasores pro(anos, otro descendiente de Menelik que en gendraron Salomón y Belkis y sucesor de otro Menelik que engrandeció la patria luchando contra los padres de aquellos mismos enemigos, llega hoy de nuevo a la tierra de origen, a aquella tierra de la Judá, cuyo león simbólico ha sido is gran forma heráldica de su poderio. Llega hundido y desecho, a la sombra del trono de Salomón, también desvanecido. Llega bajo los muros del templo en ruinas, sobre cuyas piedras lloran los ultimos fieles. la tierra de origen, tantas veces sagrada, se estremece también con furor de matanza, por el odio de dos razas ansiosas de exterminarse.
En las acciones del Rey se marcan los rasgos de la estirpe originaria. Los ojos, tris tes y profundos, humedos de un llanto de pasión, sobre el arco de la barba negrisima, sugieren, como centro de la expresión fisonómica, la figura de aquel Rey de Espíritus a quien el mítico ascendiente ofreció en su humilde cuna la mirra profética.
En ese viajero fugitivo hay una conjunción de grandezas. El infortunio le nimba de respetabilidad, mucho más que la perdida majestad de su trono.
El azar histórico por el cual acude otra vez a la ciudad original de su progenie junta dos majestades caidas, la de su Etiopia y la de su Jerusalén, cada una de las cuales tiene tras de si un cortejo de siglos de potencia soberana. Bien quisiera el nieto remoto de Salomón y Belkis acercar sus labios febriles al manantial de su poder: pero también aquella fuente se agotó hace muchas centurias. Sólo su casta y su dinastia hicieron crecer en la tierra africana un retoño del árbol de Judá, y se enorgullecieron con el recuerdo vivo de una raza proscrita en el resto del mundo.
Ahora todo acabó. El tálamo que junto al rey poderoso y a la reina morena y seductora ha producido, a través de siglo de victoria, aquel naufrago de una gran ilusión extinguida, que quiso infundir en su patria el espíritu de la propia Europa que al fin lo sacrifico: aquel hombre que confió en las más sagradas promesas de una civilización hallo al fin el más cruel de los desengaños y la terrible lección de que los paises bárbaros no tienen más recurso que la hosquedad de su propia barbarie, Exhausto y doloroso, el monaren vencido es ya la sombra de su propio reino. Su aima vacila entre su condición de último rey de la tribu real de Judá y su espectro, reencarnado, del glorioso progenitor biblico. Quisiera prosternarse y pisar las piedras sobre las que tal vez se posó el pie de la matriarea Belkis; y en sus ojos permanece, como una obsesión enloquecedoro, la visión cruel de su patria martir.
Madrid, abril de 193 detiene sob protectora, OCTAVIO JIMENEZ