REPERTORIO AMERICANO 105 para siemPájaros, algunos рео preciosos para ir otras Hace ojos, di 12 Un sonido otrora familiar, pero no oído en mucho tiempo, que llega a nosotros inesperadamente impresiona, a veces, nuestro espíritu. así como suele impresionarse a través del sentido del olfato evocando escenas y estados anteriores, tan vívidamente, que más que un recuerdo parecen una visión; y aún más que una visión, dado que esta es una apariencia, algo supuestamente percibido por nuestros ojos exteriores o sicos, mientras lo otro es una transformación, un retorno a aquél estadoaquel olvidado yo perdido aún; y en un instante magnifico somos pre, y que sin embargo nos pertenece lo que fuimos en un lugar remoto, en un tiempo ha mucho desvanecido, en edad y frescura de sentimientos, en el esplendo: endo de nuestros sentidos, prodigio y deleite nuestro en este mundo visible.
росо he tenido una experiencia de esa naturaleza al oír de lo alto, mientras caminaba por una avenida del Westend de Londres, una recia, alegre nota, o reclamo, de un pájaro. Me hizo estremecer y pararme de golpe, y al levantar los con el pájaro en su jaula, colgada en el exterior de una ventana del primer piso. Era el hermoso cardenal de tantos recuerdos.
Es un pájaro este de la familia de los pinzones de la América del Sud deltamaño de un tordo, pero más gracioso de forma, con una cola más larga; todo el plumaje superior de un gris azulado claro, las partes inferiores de un blanco puro, copete puntiagudo, de un intenso escarlata brillante.
En el momento de oírlo y luego de verlo, realmente me pareció que el pájaro me había reconocido como a alguien de su propio, distante país, y que su fuerte llamado era una alegre bienvenida a un compañero de destierro visto por casualidad en una avenida de Londres. Era aún más que todo eso: era mi propio pájaro, muerto hace tantos, tantos años, vivo todavía; rec ciéndome lejos del hogar, no obstante todos los cambios con que el tiempo me ha marcado. él, mi propio cardenal, primer cardenal que conocí, lo recordaba todo, tanto como yo: todos los pequeños incidentes de nuestra vida en común, la historia entera estaba en la memoria de ambos en el preciso momento del encuentro.
Era yo un niño, apenas de ocho años, cuando mi madre me llevó en una de sus idas anuales a Buenos Aires. Significaba para nosotros, en esos tiempos anteriores al ferrocarril, una jornada de un largo día. pues la ciudad y la república hoy tan importantes y prósperas, no lo eran entonces cuando los habitantes. estaban divididos, llamándose colorados o blancos (o azules. pados en degollarse los unos a En Buenos Aires parábamos en una. casa situada en una calle próxima a la ribera, de un pastor misionero inglés, amigo de mis padres que acostumbraba a pasar los veranos con su familia entre nosotros; y en compensación en su El cardenal casa residía mi madre durante un mes, más o menos, en el invierno. Fué ésta Historia de mi primer pájaro mi primer visita y recuerdo que con mi espíritu sencillo, habituado a un am. en aulado biente rústico, veía la casa como un lu De Trapalanda. Buenos Aires. joso palacio.
Tenía ésta un gran patio embaldosado, y plantado con arbustos ornamentales, naranjos y muchas habitaciones lindamente arreros, y gladas; y en el fondo un largo pasadizo o galería en cuyo extremo estaba la galería fondo ejercía sobre mí un irresistible numerosas jaulas encerranded colgaban desconocidos varios canarios, un jilguero euroespecies más, pero el ro que especialmente me atrajo, fué un pájacardenal de vistoso plumaje, con una nota de llamada recia, alegre, musicalla misma nota que en una avenida de Londres, conmovió mi corazón. Pero no cantaba, y me explicaron que no emitía más canto que esa nota, o dos o tres más, y que era conservado únicamente por su belleza. Para mí era lo más her (llustración de Héctor Basaldúa)
moso, por cierto.
Todos los días, durante nuestra visita de seis o siete semanas, acostumCarta alusiva braba deslizarme a la galería y pasar las horas contemplando a los pájaros, soQuerido Garcia Monge: tre todo al cardenal con su espléndido Creo que debemos dar por fermina. copete escarlata, imaginando la dicha do nuestro ensayo de un número men que sería poseer un ave semejante.
sual argentino y confesar abiertamente sisu fracaso, aunque sin entrar en deta tio, me encontraba incómodo cuando lles que no pueden interesar al público.
estaba allí, atisbando siempre receloso Por mi parte, estoy dispuesto a prela puerta cerrada del fondo porque era pararle una serie de numeros especiales dedicados integramente a determiuna puerta de vidrios, y detrás estaba nadas personalidades americanas o no.
el pastor, en su despacho. severo homEntre otras: Hudson, Einstein, bre de estudios sentado frente sus liLawrence, Max Scheler, Santayana, bros. Temblaba yo al pensar que, aunHernández. Faltan en nuestro idioma que invisible para mí en ese interior síntesis más o menos completas de sombrís, podía verme a través de los vilos muchos materiales dispersos que andan por ahí sobre éstas y otras drios, y, peor todavía, que en cualquier figuras importantes. El Repertorio está momento abriría en condiciones de reunirlos en una y me sorprendería, contemplando sus serie de entregas bajo nuestra común pájaros. Mi alarma no era extraña en dirección. Podríamos empezar por esta ocasión, porque yo era un niñito consagrar un fascículo entero a Guitímido, un tanto impresionable, y él un llermo Enrique Hudson, publicando enorme hombre austero con una ancha cuanto se ha escrito sobre él en nuestro idioma y que no ha sido aún reunido cara descolorida toda afeitada, que no en volumen por sus autores, y también denotaba benevolencia alguna; además, algunas traducciones dispersas. El yo no conseguía olvidar un Repertorio ha publicado ya en el pri desgraciado que ocurrió durante una de mer sentido una conferencia de Au las visitas que nos hizo al campo, megusto Rodríguez Larreta sobre Hudson dio año antes. Un día, al entrar coy ert el otro, dos notables páginas rriendo, tropecé en del gran escritor. El Caballo y el corredor, y dí con Hombres y «Lugar de muerte de los la cabeza en un picaporte, caí y quede guanacos. Creo que podría sumar a tendido en el suelo dando gritos de doestos trabajos la reproducción de los lor, al tiempo que el enorme hombre siguientes: austero apareció en escena. El hermoso prólogo de pasa? preguntó.
Cunninghame Graham a Far Away and Ay! pegué con la cabeza en la puerLong Ago, que tradujo para el primer número de «Trapalanda» mi amigo y me duele mucho sollocé.
Oscar Cohan. Te duele. dijo con una sonrisa II. Una nota de Edward Garnett torva, bueno pues a mí no me duele, y sobre el genio de Hudson que el ve pasando sobre mí se entró.
nerable critico inglés escribió para la No puede sorprender que yo estuvieedición de traveller in little things, ra receloso, que me estremeciera casi de y cuya traducción le acompaño.
terror, cuando por casualidad salía él de III. Un artículo del señor Emiliano repente, me encontraba ahí, y después Mc Donagh, de La Plata, publicado de enfrentarme y fulminarme, por breen la extinta revista «Número. de Buenos Aires.
ves momentos, a través de sus anteojos (Pasa a la página siguiente) ribeteados de oro, pasaba a mi lado reconoincidente ta y oculos otros.