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REPERTORIO AMERICANO SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA Alejandro Magrassi Stefan 20 espejo do solitarios Tomo XXIX SUMARIO Don Juan Montalvo (1. Leopoldo Garcia Ramón Stefan George.
Poesias.
Otro clásico del terror.
Uos rebeldia más de la United Fruit Co. Juan del Camino Dios.
El fuego.
Antonio Oliver Belmás La profecia de Jones.
Tablero.
No ca traición es deserción George, el gran poeta alemán. Ramiro de San José, Costa Riça; 1934 Sábado 22 de Setiembre Núm. 11 Año XVI. No. 699 Tovar José Vasconcelos Romulo Miguel de Unamuno Luis Alberto Sánchez Arturo Ambrogi bibros autores Don Juan, Montalvo.
Aquel los que me llaman Juan MOGa esta boca severa, dulce a ratos y talvo por exceso de consideraotros espera. La forma de los lacion, les agradezco para mi, aun bios acentúa general expresión cuando yo sé muy bien que todaPor LEOPOLDO GARCIA RAMON de cansancio y languidez que adnpvía no soy Victor Hugo ni Napo Sacado de la Espala Moderna. Madrid. Edición de febrero de 1889. ta la cabeza cuando se inclina leon Bonaparte, sin don ni señor.
en actitud de escuchar, doblánduse Al que me quita el don o el seño un sobre el pecho al peso de por atrevimiento, le sacudo las hondasdesdichas y altas idea.
Grejas como a negro mal criado.
Esta actitud era en el más caracNo por miedo los tirones, que teristica que el arrogante porte no podria darme la mano, helada con que se levantaba cuando sen.
ya, que trazo esas lineas, ni por tio los ojos del observador fijos en falta de consideración y cariño, los suyos. Brillaban éstos enionprecede al nombre del reputado ces bajo la arqueada ceja, begros, poligrafo americano el castizo y profundos por lo reducido de la altisonante don, sino porque a peSrnea; afables y cariñosos, crusar de su ingenio y alto valer, zándolos fugitivas llanaradas recunque la muerte le tenga ya hosveladoras de la fogosidad interior pedado en la deliciosa posesión espiritu, que con tan que llamamos sepultura, es impocompleta sinceridad dijo de si: sible quitárselo sin falsificar su Humilde con el Señor, alto con personalidad, haciendo concebir de los altos, me hago pequeño, co slia idea equivocada. No es por mo Filotás, cuando las hé con gen exigencia eufónica, como en Do te bondadosa y modesta. Para la Francisco de Quevedo, pues en las viles, desprecio: para los malvaletras castellanas abundan Juador, odio; para los criminales rce que suenan muy bien sin lle.
cepanto.
var el tratamiento: Juan Ruiz, Las mejillas, algo demacradas, Juan de la Cueva, Juan de Mena: eran de, color aceitunado, por es porque el conjunto de su fisonu: culpa de la viruela que enveneno mia, de su figura, de sus prenda su infancia. Gracias al cielo y, a morales y sus dotes artisticas, remi madre, no quedé ciego, ni tuerclamaba el don como de legitiua to, ni remellado, ni picoso hasta pertenencia. Montalvo a sacas, si no más, y quizá por esto he perdicabe decir, y huelga el señor para Jc el ser un Milton o un Camoens, 8! fama; pero la posteridad, que o la miayor cabeza de Francia; pe no le escatimará admiración ni.
yo el adorado blancor de la niñez, frecio, ha de leer en la historia mostró más cariño a la levita, la rona la alta, despejada frente, tra Ja disolución de rosas que corrla literatura hispano america verdad es que tampoco le cala cando graciosa curva, explosión debajo de la epidermis aterciopena, cuando llegue a escribirsa: hien. Yo apostara que aprisionado de enormes anillos de azabache. ada, se fueron ray! Se fueron, y Don Juan Montalvo.
el ple en negro zapato hebilludo, ya argentados cuando le conocl; la herta falta me han hecho en mil Era de aventajada estatura. cer le fina y nerviosa pantorrilla en ariz, valiente, de alas anchas, tronces de la vida. Desollado co: ccho y tan enjuto de carnes qus. stirada media de hilo, en holgado compite en energia con la redonda, mo un San Bartolomé, con esa piel pesar de la bien desarrollad: ar calzón el muslo, y en ceñido ju y robusta barbilla, erguida sobre ternisima, en la cual pudiera harazón ósea, parecía más elevado hón el talle, que velaria, colgando un cuello delgado que ostenta or berse imprimido la sombra de un busto, más largas sus largui de los hombros, el airoso ferre guilosamente la nuez, simbolo de sve que pasara sobre mi, salga mas piernas. Producia es el áni ruelo, seria más arrogante esta la masculinidad. atraen los la usted a devorar el sol en los aremo la impresión de lo ondulante y figura y estaría más carácter. bios, que sombrea ligero y crespo Dales abrasa dos de esa como Libia tiexible, la movediza caña, el Jun No acierta siempre la casualidad bigotillo de engomadas guías, y que está ardiendo debajo de la 1co silbador, todo lo que se dobla que nos hace nacer en determina sin hablar, sólo con la manera de Dea equinoccial.
sin romperse; y con su andar a cos épocas; hay hombre que viene juntarse, nos dicen la altivez un El conjunto de la cabeza. Era grandes trancos, su delicadeza a al mundo con anticipación de afios tanto autoritaria del alma que por agradable, el, bello para los que char el pie y sentarlo en tierra, y aun siglos, como Dante, en todo )Ins se vierte al exterior en pala Tiamamos bella una cara con lo tiaccordaba la marcha acompasada superior a su época: otro llega. Uras intencionadas y brillantes; pico de la fisonomía y la expresión del hermoso y limpio flamenco tarde, y parece destinado a vivir un dejo de reconcentrada amargu intelectual; para el vulgo tenía Declarada antipatia profesó Don en tiempos anteriores: de estos úl e los pliega en las comisuras, par una fealdad relativa, esa fealdad Juan a los pantalones, a los cuales timos ea Montalvo, que en lo fisi cularmente en la derecha, bañán cimpática que no desagrada a la llamo ridiculos veleros, vainas deco y en mucho de lo intelectbal, jolos en misteriosa tristeza que mujer; asi es que Montalvo tuvo espada o fundas de pistolas; al fue contemporáneo de Calderón y consiguen borrar ni el gracejo, se apasionadas según se despren trapo sin forma, sin donaire, dos lope de Vega. ni la fina ironia, ni la sonrisa. Ja de esta exclamación: CongoleTapas con botones para la barri Varonil y expresiva tenia la ca questo que risa bulliciosa y ju raonos, oh hermanos en Ecopo, con 52, o sea el chaleco; y aunque de ra, que aun creo estar viendo. Co guetona no debió de asomar nunca que no somos fruta de la horca,