90 REPERTORIO AMERICANO En el Poema del recuerdo se leen estos versos. Qué lobreguez envuelve tan helada nuestros ya separados corazones. que inevitablemente recuerdan esos otros del quinto de los sonetos del Idilio salvaje: Idilio Salvaje. Qué enferma y dolorisa lontananza! mi corazón y todo en el expira.
y en nuestros desgarrados corazones ¡Mal bayan el recuerdo y el olvido!
el desierto, el desierto. y el desierto!
Aun te columbro, y ya olvidé tu frente; sólo. ay! tu espalda miro, cual se mira ¿Evocó Othón su primer y romántico lo que huye y se aleja eternamente.
episodio al escribir su patético y satáENVIO nico Idilio salvaje? No, sería insensatez asegurarlo.
En tus aras quemé mi último incienso y deshojé mis postrimeras rosas.
Do se alzaban los templos de mis dlosas, ya sólo queda el arenal inmenso.
Quiso entrar en tu alma, y qué descenso. Viene de la página anterior)
qué andar por entre ruinas y entre fosas. fuerza de pensar en tales cosas.
al verberar tu ardiente cabellera, me duele el pensamiento cuando pienso!
como una maldición, sobre tu espalda. Paso.
ya de tanto y tanto En mis desolaciones. qué me espera. deliquio? En ti ni la moral dolencia. ya apenas veo tu arrastrante falda)
ni el dejo impuro, ni el sabor del llanto.
una deshojazón de primavera y una eterna nostalgia de esmeralda en mi, iquo hondo y tremendo cataclismo. Qué sombra y qué pavor en la conciencia, El terromoto humano ha destruido y qué horrible disgusto de mi mismo!
Manuel José, Othon Asoladora atmósfera candente, do se incrustan las águilas serenas, como clavos que se hunden lentamente. Qué resta Silencio, lobreguez, pavor tremendos que vienen sólo a interrumpir apenas el galope triunfal de los berrendos.
III En la estepa maldita, bajo el peso de sibilante brisa que asesina, irgues tu talla escultural y fina, como un relieve en el confin impreso.
El viento, entre los médanos opreso, canta cual una música divina, y finge, bajo la humeda neblina, un infinito y solitario beso.
todo su alma Vibran en el crepúsculo tus ojos, un dardo negro de pasión y enojos que en mi carne y mi espíritu se clava; y, destacada contra el sol muriente, como un airón, flotando inmensamente, tu bruna cabellera de india brava.
IV ser vida y arte. En tal La llanada amarguísima y salobre, enjuta cuenca de oceano muerto y, en la gris lontananza, como puerto, el peñascal, desamparado y pobre.
Unta la tarde en mi semblante yerto aterradora lobreguez, y sobre tu piel, tostada por el sol, el cobru y el nepia de las rocas del desierto. en el regazo donde sombra eterna, del peñascal bajo la enorme arruga, es para nuestro amor nido y caverna, Subrep En torno a La Comarca de Dios. Viene de la página 88)
forma extática, porque devuelve mag ra realzar el carácter místico del retra níficadas y embellecidas, a veces en formas demasiado complicadas, las sensato y para lograr los efectos de luz necesarios en la distribución armoniosa de ciones que le impone a su organismo ex los colores.
cesivamente sensible, el espectáculo de El paisaje de Llanos es ante la naturaleza. En su inspiración llegan a espiritual y pensado. Se ensombrece con cambiarse las impresiones recibidas del mundo exterior en un solo haz de emoy con ella recibe por instantes iluminaciones de origen remoto y como ciones. No a la manera de los simboanteriores a la vida misma. Sus actitulistas que pretendieron darles color a las vocales o hacer poesías líricas cors des recuerdan a veces al místico fatigado de la existencia terrena y por molos diversos sabores, sino en consonancia mentos dejan ver la fisonomía del ar con aquella sabia línea de Baudelaire. tista enamorado de la vida en todas sus Les parfums, les couleurs et les sons se répondent.
manifestaciones. En verdad los místicos El autor de estos sonetos no ha pues solían apasionados cultores de la to en ellos tan sólo la impresión de la sensación inmediata; tenían abiertos sus naturaleza sobre el campo espacioso de sentidos a las intensas impresiones de su vida sensible. Raras veces describe minuciosamente, como Heredia, verbielevarse a la contemplación de 10 eter gracia, el orfebre de Los Trofeos. no. Fray Luis de traducía Con ímpetu de alma apasionada refleja ticiamente el Cántico de los Cánticos en el mundo visible las vicisitudes de su para una devota amiga y y Santa Teresa pensamiento, en frases de una ondula recibía en éxtasis los efluvios de lo alción la to sin abandonar sarten asida por el espe ranza y el desengaño, la fe en el futuro mango. No es concebible la grande exalincierto y la desolada contemplación del tación espiritual, condición primera y esencial del misticismo, sin una capacipresente. Su fisonomía espiritual apare ce enmarcada en el paisaje exterior. So dad emotiva que arranque de sentidos netos hay que recuerdan aquellas sacras refinados y eminentemente impresionaimágenes de los pintores italianos en los bles.
albores del Renacimiento, donde a Sin apartarse de las sendas ordinarias paldas de la figura humana, por el vade la vida, Llanos, trabajador infaticío de la ventana abierta, se alcanza a gable, asume, en tensión máxima, las ver el paisaje como un marco ideal pa actitudes del místico sin llegar a los extremos de la delincuencia. Ve la vida, sobre todo la vida espiritual, por una ALBERTAZZI AVENDAÑO lente convexa y expresa sus emociones con instrumento de bronce. Su libro es ABOOADO una orquesta en que los metales se so breponen espléndidamente a las remotas sonoridades de la flauta y a las SAN JOSE, COSTA RICA quejas débiles e insistentes del violín implorante. Canta y sueña a un mismo tiempo. Por la forma sus versos tienen OFICINA: 75 vs. Oeste Botica Francesa la voluptuosidad de los sueños matina TELEFONOS: les y por el contenido parecen exclama ciones de una alma fascinada y ator mentada a un tiempo mismo por la vida que pasa.
amplísima, en que alternan la las lianas de tu cuerpo retorcidas. en el torso viril que te subyuga, con una gran palpitación de vidas. es ¿Qué enferma y dolorida lontananza. Qué inexorable y hosca la llanura!
Flota en todo el paisaje tal pavura, como si fuera un campo de matanza. la sombre que avanza. avanza. avanza, parece, con su trágica envoltura, el alma ingente, plena de amargura, de los que han de morir sin esperanza. allí estamos nosotros, oprimidos por la angustia de todas las pasiones, bajo el peso de todos los olvidos.
En un cielo de plomo, el sol ya muerto; y en nuestros desgarrados corazones el desierto, el desierto. y el desierto!
VI ¡Es mi adiós. Alla vas, bruna y austera, por las planicies que el bochorno escalda, OFICINA No. 3726. HABITACION No. 3183