REPERTORIO AMERICANO SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA San José, Costa Rica 1934 Sábado de Diciembre horizonte COSO. nos hemos comprendido una verdad Universidad Tomo XXIX Núm. 21 Año XVI. No. 709 SUMARIO Ramón y Cajal, enru muerte Don Ramón Menéndez Pidal Cajal.
Gustavo Pittaluga. Azorin Marañón La República de Nicaragua y el Sr. Joaquin Zavala. Zambrana Un caso admirable en buestra América Juan del Camino Es mi tierra.
Pedro Henriquez Ureña del Espiritu. Juan Ulloa Cuentos nuevos.
Rómulo Tovar Lección rectoral, a la antigua y sabrosa manera (y Remigio Crespo Toral La literatura de Cajal Fernández Almagro Ramón y Cajal, en su muerte (17 de noviembre de 1934, en la noche. De El Sol. Madrid Festejamos en la primavera de 1932 sal no se le tornó, como la Escritura los ochenta años de don Santiago Radice, desabrida.
món y Cajal. Decía otro anciano gio Las obras de Quevedo escribía en rioso, al cumplir la misma edad: Cada El mundo visto a los ochenta años mañana se levanta aún mi corazón como constituyen la Biblia del anciano achael sol en el para derretir la. porque aun tratando temas gra nieve mis canas. Santiago, que en el paisaje moral de España era cunves, e incluso encarándose con la muerte y el infierno, jamás incurre en el sabre, estaba bien con nieve, que es cladismo de los escritores melodramáticos ridad y pulcritud. Había que festejar Vio Cajal su estatua en Zaragoza, y la senectud venerable del maestro meen el Retiro correr, junto a Jas ditando su vida y su obra.
ruedas de niños, la Fuente de la Vida En dos palabras caben las obras y los días del sabio español: en la y la Fuente de la Muerte. que Victopalario Macho, por eludir toda actitud esbra divina, hecha según Piatón para cultórica, ha sugerido a la piedra.
volar sobre las edades, entusiasmo. Conoció en vida la gloria, de que fa en esa otra de linaje egregio fama no es sino remedo pálido, un mo perseverancia. Glorifiquemos estas do de comprobar que su obra ingente dos virtudes que el gran aragonés supo vencía al tiempo para durar más aun encarnar abiertamente. Ellas co maron, que el mármol conmemorativo. Por su como tantas veces, una vocación y tin destino. El mundo visto los ochenta patria, y no por sí, se recreó en sus años. Así se llama la última de las trabajos y en sus días. El lo dijo, por boca del doctor Tello, al inaugurarse el obras del sabio. Como las atalayas, horizonte segrega el monumento de Macho: libro desde el que Cajal otea el mundo, melancolía y disRamón y Cajal Hoy no hacen ya falta ciertos estímulos. Por fortuna, contamos ya en tancia. No late en esta creación última el estoicismo que ha dado su temple todos los dominios del saber con iniciaу dores preclaros cuyos nombres han trassu ajuste al pensamiento español. En el capítulo XXI, que es el de los adioses, pasado las fronteras. De importadores De Ahora. Madrid convertido en exportadores.
cuenta el gran hombre que Séneca, el Al fin hemos cordobés a quien leyó algún día con Llegué a Murcia, en esta limpia manana embeleso, no muy sencilla: que la prosperidad y el otoñal, con el alma ya acongojada por la Es preciso que el decrépito ng repoderío de las naciones no se funda soduda y el temor de perderle. Había escuchacuerde demasiado que le espera impalamente en do anoche, a última hora, antes de tomar grandeza militar, sino en ciente la barca de el caudal de ideas científicas, de conAyamonte. Por el tren, de labios de su hijo, mi antiguo colaborador y amigo entrañable Jorge Rarron, técnicas de todo linaje de igual motivo añadía no gusto ya de las palabras henchidas de sereno y desespeEpicuro ni de Lucrecio.
invenciones útiles.
rado acatamiento del Destino, que son pre En Veía Cajal fluir el río de sombra que 1900, en el Congreso internaciosagio de lo ineluctable. Y, sin embargo, el lo anega todo, y se consolaba difícilmen choque de la realidad atroz de la muerte nal de Medicina, reunidas las Delegate. La clarividencia del sabio se aguza, es siempre más duro, mág cruel que todos ciones de todas las Facultades del muncomo una llama fría, en la vejez, y hace log presagios.
do, habían conferido un galardón unide las cosas, pavesas.
Toda presunción de acontecimientos futuversal al maestro. El premio Nóbel reA esa cordura de la tristitiae rerum ros aunque esté preñada del pesimismoverdeció más tarde estos laureles, cnoserva y, en cierto modo exige, como actioponía Cajal la fuerza subsistente en su más.
l:omenajes los han hecho inmartud nativa del espiritu humano, una vena cambio, para divertir subterránea de esperanza. mientras las perrecordaba siempre era el de su largo crepúsculo, a Horacio, a pesar sona que ha ocupado tanta parte de nuestra central de Ma de sus veleidades epicúreas. Lo que vida alienta todavía nos parece que su puesto drid. En esta fiesta se describió Cajal amaba de él era el buen sentido risuea sí mismo con vigorosos trazos. nuestro lado, como en este caso, al ño, en el que hasta la caducidad se coinfrente de todos nosotros está ocupado con Al considerar, melancólicamente, alli placía. Pero más que los maestros latila plenitud de la eficacia vital. Los hilos en mis mocedades dijo cuánto ha del telégrafo rompen la ilusión.
bían decaído la Anatomía nos, acompañaban su vejez nuestros cláy Biología en ¡Cuánta parte de España, qué caudal de sicos. ninguno, entre éstos, quiso más ensueños por la grandeza de España se nos España, y escasos habían sido los que a Quevedo, y gracias a él la misma compatriotas que quedan en la historia (Pasa a la página siguiente)
de la medicina científica, formé el firme regio también, Cajal quistas cien cesibles. El que espíritu.