Finísimo libro e nesiacoa radas que no dejan morir la memoria co 374 REPERTORIO AMERICANO en el alma casi misteriosa del indio, sin por cuyas calles aun parece sentirse el Mientras los finos dedos tragaban una lujos de arte y con sensibilidad intensa, vago perfume de santidad de la som a una las píldoras de fe del rosario, el sin embargo. Hay otros cuentos de ca bra del Hermano Pedro y el ruido os cura, guardado en el armario de las conrácter regional en que el autor quiere tentoso de las armas de los viejos con fesiones, leía, esperando. Ella, como retratar otra clase de tipos también ge quistadores compañeros de Bernal Díaz.
sombra que se arrincona, se acercó y penuinos representantes de la población conmovedora la descripción de la caso gó su cara eniutada al junco en rejilla, tras el cual esperaba el confidente ocultitula La Mala Hembra. Es apreciable na solariega, con su portal, su gran pato.
el escritor en la representación del pai geranios pintados, escarlatas, rosáceos. Di tus pecados.
saje guatentalteco, maravillosamente imia flor de Pascua con sus blanco rieve; a Ay, no me atrevo. guatemalteco se corolas granates, los claveles de tercic Pues.
recuesta con molicie, en aquella vecin la ciudad llena de piedras laLa voz y el aroma la habían delatado.
altura, el fondo del valle finge una al del vasto mundo que vivió sus orguEl cura sabía ya con quién. Le tembió fombra persa. El ambiente es de una la pregunta: diafanidad azúlea, en que todo parece Hos sus grandezas, su piedad y sus odios, a su sombra. Tan grandes son. transparentarse: beatitud de las cunen que parece por ins Mucho!
bres en el aire tranquilo que la baña, tantes escucharse un lejano coro fan Ten valor, cual hubiesen surgido alli, de pron tasmal que surge de las vastas ruinas Me acuso, Padre Alirio, de un amor to, con la mañana de un recicnte dia ge o que hace sentir la presencia de los dioses de la antigua raza. Escrito todo loco por un ser prohibido.
El Manuscrito de Fernán Avelino, en este lenguaje claro y pulcro de OsEl cura se agarró, crispado, a las manillas del asiento. Le castañeteaban los además de mostrar las honduras de es pina: claro y azul como el aire conmp dientes y tas almas coloniales que parecen nacer la respiración le ahogaba.
vedor que parece convertirse en rosas del aire mágico de la Antigua, hace. No, no. alcanzo a entender.
bajo el cielo inmenso de la ciudad de los evocaciones de la ciudad inspiradora, Caballeros.
qué. Le amo locamente. Perdón. mí!
El beso La niña Jesús descargó un suspiro, corso una prueba, El Cura sobaba, con su mano abierta, la rejilla de junco, coPor SALARRUE mo quien limpia un vidrio. Ei aliento Colaboración. San Salvador, El Salvador, noviembre de 1984 cálido, diabólico pasaba por entre sus dedos temblones.
El Padre Alirio lera triste. Cuando y los hombres callejeros la regaban do Jesús. la melancolía encarnó, el cuerpo páli piropos. Cantaba. veces entreabría. Padre. do, alargado y endeble del curita, le con misterio, y espiaba La luz, en los estaba a la medida como ningún otro. vidrios de la ventana, solía temblar de No, no: el otro Jesús. Con sus cáusticos misteriosos, la tris Ali, perdón!
teza le puso las carnes pálidas, la cara Por la tarde, el cura se dignaba mi Sí. tú, Jesús. yo. tamseráfica lampiña. Los ojos negros rarla desde enfrente y saludaba, con la bién. te amo.
empujaron mucho, conquistando aspa cabeza y la sonrisa cobarde. Ella volteaba en el aire su mano, como un pájaro. Lo sabía.
las ojeras, dejaron en ellas el azul del El, entonces, seguía el vuelo hasta las Lo dijo fresca, renovada, convencida.
éxtasis.
La boca, pequeñita, estaba se quedaba, temblando de mie La voz le sonreía como con sarcasmo.
cárdena por la herrunabre que el silencio do, en el espacio. Luego ella dió en El prisionero respiraba afanosamente.
le dejaba; cada emoción la encogía y la tornar las hojas de cristal espiaba al Ella añadió: alargaba con la tortura de los mariscos curita, quizá admirando su santidad. Si me amas. por qué no arrancas de concha, cuando reciben jugo de liEl amor se le fué subiendo por la ti esa cortina?
món El Padie Alirio parecía más ánmidez como una enredadera, hasta lleEl la arrancó de golpe. Allí, detrás de gel, que aquéllos esmaltados de los ca gar al alma. Pecados en botón brota los agujeros del enjuncado, estaba cl marines. En vez de Alirio, debió lla ban, pugnando por reventar y perfumar. rostro de la amada, como la miel en los marse Padre Lirio. Cuando pasaba iba La cruz, colgada de la cadena, se nabía alvéolos de los panales. Para verla con cabizbajo, y con las manos una en la otra como alas en descanso. Cuando ha rados quería volar, aleteando, sobre toda su pasión, el cura cerró los ojos.
como si dijera versos; y ha almohada, olorosa a ropero, el insome en plas pestañas le temblaban lágrimas cuando suspiraba, parecía como una cowen dos contra el junco, y él se agachó para sa que se va deshacer. Se paseaba, le tes, ligeros rasguños. Se había apaga tomar el beso. Sobre aquella tela, no se yendo siempre, tal si en una bandeja do la luz sobre el aceite. Visiones sacri podía decir quién hacía de araña. Los extraña fuera llevando su propia aima, legas flotaban, torturantes, en la alcose buscaron, temblando de ardiena otro.
Era un misterio. ba; y:n poco de piedad para el Demote frío; y un leve chasquido selló las nio se había introducido, matando con confesiones.
El pueblo, en la cumbre, era bianco, pobre, callado. Cmo estaba en la cima, violetas el perfume de incienso.
Tres beatas esperabán su turno: espcel azul hacía tope en la ronda. Más que raban, esperaban, esperaban.
un pueblo de la montaña, parecía un Gran pecadora será coa niña, cuan. La niña Jesús entró en el templo, quepuerto del cielo Las nubes llegaban, do tánto tiene que decir dijo una, y se lentas brando credos con los tacones de sus silenciosas, atracando en la haу fué.
rriada. Los maquilishuas hacían esbotas altas. Sin duda alguna, el estu Las otras se durmieron. Cuando se puma; y en las noche de verano, las es che le iba mal. El traje negro, derrotaretiró la enlutada, era ya de noche. Las trellas flotaban a nivel, como medusas do, reventaba en carnes rosadas por tobeatas se aproximaron y esperaron a que de fuego. Hacía frío.
dos lados Las líneas impetuosas, rebel el cura las invitara con el signo de la Frente a la iglesia tosca, pesada y mades, saitaban, obligando al traje sus desmano, como acostumbraba; pero perpeada de musgos, vivía, en una casita nudeces pomposas. Se arrodilió, con es maneció inmóvil; tan sólo de vez en de esquina, la niña Jesús. La enrejaban pumarajos negros, cerca del confesio:11 cuando, su voz de arcángel se oia wur sus padres tras la ventana; era alegre rio: y se persignó, como afinándose en murando, emocionada: y coquetona como un tiesto con flores; su belleza.
Jesús, Jesús. nubes y en enY blaba parecía y los dienlatios de un lado rosas y