REPERTORIO AMERICANO EDITORI García Monge Correos: Letra Buscrición mensual: 00 SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA Desde que Garrison fundo au Liberator no hubo paz en la Unión: cómo crecen las ideas en la tierral José Marli.
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Giro bancario sobre Nueva York.
La poesía de Claudia Lars Por LEON PACHECO Colaboración, Melancolla que del Indio llega.
Inquletud que se lanza a los caminos.
Vibración misteriosa que me lega la raza celta de los nervios finos.
CLAUDIA LARS 194 una musa pagana, una musa de festín coronada de pámpanos para el rito dyonisiaco? No hay posibilidad de vida sin ángulo, como no hay posibilidad de cie lo sin ángel: ambos tienen una misma raíz. Los poetas son angélicos y son dyonisiacos. Inmovilidad en el cielo; fecundidad en la tierra.
Tiene Claudia Lars un admirable sentido del paisaje: es, un alma mediterránea, como la de Góngora, el oscuro, como la de García Lorca, el claro.
Pero sobre todo tiene algo que falta casi en todas las poetisas de claridad clásica: sentido lírico, asombro de perte necer al mundo y poder decirlo, con un tono de elegia insumisa. Los poemas a su hijo no son otra cosa: y estos poe mas son lo mejor del libro. Florecillas que bien podrían ser del jardín de Juan Ramón Jimánez; pero que son muy suyas porque su hijo es un milagro. Que de donde a mí llegaste? es la trasmutación de valores que vibra en nuestro espíritu. Oid la alegría con que lo dice: Claudia Lars Vista por Amighelll. Esta leyendo sus Cantos de la Madre. Que de dónde a mí llegaste. Quién lo pudiera decir!
Sólo sé que en mi has vivido, desde que empecé a vivir. Estrellas en el Pozo coloca a Clau dia Lars, en un arranque que sale del fondo mismo de nuestra raza, on el primer plano de la poesía americana. Es un libro milagroso, no solamente porque es un grito lanzado a la fuerza de la belleza; sino porque es un canto vital salido del alma de una mujer. Conflicto armonisso en el cual resplandece, una vez más, la poesía auténtica con que se une al arte la teoría femenina que ha con movido a todos los siglos desde el na cimiento de la primera poetisa occidental: Safo.
Se dijera que en la lira monorrítmica que siempre ha inquietado a las mujeres tocadas por el demonio de la expresión emotiva, palpita un mismo sen timiento de asombro ante los misterios húmedos del mundo. En la humedad crece la vida, de ella nace, como Ve.
nus, diosa de sal con reminiscencias de molusco. Pero también en las poetisas auténticas la poesía ha sido un vicio solitario, quizás por un acto fallido del tiemp) cuyos ritos sagrados estuvieron en Lesbos. Por eso esta poesía ha sido sensual, olorosa a vientos de mar, a tierra húmeda, a fruto preñado de promesas. además, es poesía en devenir porque la mujer teme, incondicionalmente, la obra cruel del tiempo, que tiene sabor de ceniza en sus sueños y aun en sus mismas realidades.
Hay trascendencia de lo fugitivo de los momentos que, engarzados en la plenitud del mundo, la dádiva de los sentidos. Las poetisas no son tristes: son, a lo sumo, grávidas en su ale mación religiosa que las hace confundirse en Dios última esencia del panteísmo, con un espasmo lunar. El misterio de la carne es un goce sensual dentro del cual buscan justificar su in timidad poco lírica. Un niño o un ver so son para ellas el don de su necesi dad de romanticismo.
Dos motivos predominan en los ver sos do Claudia Lars: el Amor y la Vida.
En esto sale de la tradición que la in fluencia de la condesa de Noailles hizo aparecer en América con el nacimiento de aquella uruguaya que fué más hembra que poetisa: Delmira Agustini. El Amor y la Muerte fueron la preocupación de la condesa que, quizás en su Rumanía natal, sintió resonar en su alma el verso póstumo de Safo. Claudia Lars, por el contrario, comulga con la Vida, la lleva como voluntad de Po.
der. que decía Nietzsche. Cuando la Muerte asoma en su cielo poblado de na a la Vida optimismos, exclama, con una desolación que no tiene nada de la filosofía del Eclesiastés y sí mucho del Kheyyam: Más tal vez, cuando Mayo de flores vista el prado, abra tu savia el cáliz del jacinto rosado y endulces el agrio gajo de las moras rojizas.
Lo que el poeta persa sintió en el fondo de la copa del festín egoísta la fragilidad del tiempo, ella lo aprisioea este devenir que alegrará primaveras por venir. Vuelve siempre esa voluntad eterna, que es un rito pagana en este sordo desierto en que todas las fuentes de la fantasía han enmudecido bajo el olor pestilente del pe tróleo del mecanismo moderno, a saltar en sus versos. Perseverancia que nos recuerda, a Zatatustra perdido en La Engadina, loco de lirismo y de soledad, predicando el Retorno Eterno. No sorprendéis en estos versos religiosos que esta poetisa ha desgarrado el velo de Isis? Cristiana porque llama herma no al lobo; teósofa porque en vidas futuras siente, desde ya, los escalofríos de la rosa que será su alma, cuando frente a ella repitan su eterno diálogo los saxos que busquen fecundarse para que Dios sea único e infinito.
Quiere fuertes a las cosas. Sobre todo al Amor. Para que duren los destinos que nos atan al sentido trágico del mundo se necesita la fuerza. Somos esclavos tuyos, Dueño fuerte, Sefor que das la vida y das la muerte. Pero es en verdad una musa angélica la de Claudia Lars. Es más bien Imprenta. LA TRIBUNA.
Estos poemas son verdaderos retablos hechos con la ingenuidad con que los primitivos flamencos pintaron el divino alumbramiento. El Donador y la Virgen se han convertido en ellos en una aspiración de alabanza tropical: ofrendan al Amor frutas morenas y jugosas y unos ojillos infantiles prendidos aún a la madre por un ombligo lírico. La explicación del sentimiento lírico de Claudia Lars que Ortega y Gasset condenaría está en sus propios orígenes raciales. Hija tardía de un hombre que descubrió los rumbos del mar y de la aventura al fletar sueños en las playas benditas de los santos irlandeses para una América color canela. Nació en el trópico, en un país que llaman, con expresión nerviosa, El Valle de las Hamacas porque en él los volcanes sien ten más que los hombres. El lírismo de aquella raza celta cuajó, bajo el sol candente, en un abrazo que fué todo fecun didad. San Patricio es el patrón de esta gran poetisa que tiene el color mo.
reno de nuestra tierra cuando la lluvia la azota como una bendición o como un castigo! Los indios de El Salvador no pueden imaginarse a la Virgen que tuvo también su niño sino como una de esas compañeras suyas que parecen haber salido de los cuentos de SaJarrué. Barro, barro lírico en el cual florece una flor de Yeats!
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