REPERTORIO AMERICANO 29 ¡Tienen hambre, como nunca, los charcoa. Cuando los gritos ya estén aptos para las tremendas travesias y la noche se alce como una cruz inmensa sobre un semillero de sepulcros; cuando los ríos desbordados de la muerte corran por las calles desesperadas del mundo. Esos niños que están en la vida jugando con las lágrimas. Esos hombres que rien. Aquellas mujeres que cantan. El agua de la noche remansa su negrura en la soledad campesina.
Unta de miel los labios del silencio con las frutas del canto.
Coge por los cabellos a la palabra de los grillos y la sacude entre la hierba húmeda; restriega la ropa de los árboles y les bafia los pies a las estrellas; apacenta los rebafios del sueño se va, con la ropa perfumada y con la cabellera suelta. saltar en el rio de la mañana. Pero las madres estarán dormidas sobre las ramas del crepúsculo o sobre las nubes nuevas que se habrán estrenado las montafias.
Tus ojos correrán despavoridos entre las hojas frias de la noche, y cuando encuentren el cuerpecito helado del niño que murió sonriendo, lo alzarás con tus manos anochecidas sobre la frente altísima de una angustia sin sueño. 5 ¡Que no venga contigo el agua de la noche que estuvo en la soledad campesina. Su vestido de albas se desgarrarla entre los dientes de los charcos. Se pudrirían en las bocas infectas las frutas maduras del canto. Trae agua de los esteros turbios, en los ojos, en la boca, en las manos.
Aqui está, joven todavía, la sangre que tú le diste a mi cuerpo. Puedes nutrir con ella los músculos de las agonias arrodbladas, o lanzarla a morir, sin luz, sobre los muros de la sombra!
Aun puedo abrevar en tus senos una sangre más fuerte y más joven!
Aquí tienes, también, mis huesos ¡Puedes clavarlos en los caminos de la noche! 6 Hijo mío: detrás de los sueños que juegan todos los días contigo: detrás de los tibios rumores que están alrededor de tus sueños; por encima de la canción sobre cuyas rosas te duermes; más allá de la claridad que cubre la línea de las lágrimas, está la sangre mia, en charcos, derramada El silencio campesino se bafia el rostro en los torrentes de la montaña.
Rostro curtido, rostro duro, rostro potente.
Silencio que ignora las blanduras de los lechos tibios.
Silencio que ignora, el deleite de las caricias; que no lleva brillantes en los dedos ni botonadura de oro en la camisa; que no lleva pomada en los cabellos ni leva peine en los bolsillos. No lo traigas. No lo traigas tampoco. Deja que siga trabajando el silencio campesino! Tú, mujer que loras arrodillada sobre el arco herido del crepúsculo, levanta los ojos para que veas cómo corre mi sangre.
Tú me acompañaste a través de una aurora de sombras, y me viste pelea. cara a cara con los enemigos ¡Y no me conociste cuando cai sobre la tierra ensangrentada!
Levanta los ojos para que me veas ahora.
Este es el cuerpo, esta es la sangre de tu hijo! Las azadas muerden la carne de la tierra, y, poco a poco. la despedazan. En todos los caminos, en los caminos blancos y en los caminos grises montones de carne se levantan!
El silencio contrae los músculos curtidos de su rostro; pero no deja de clavar la azada.
Sin hambre, sin fatiga, sin cansancio, el silencio trabaja!
YA NO ES DE MIS OJOS Agil, limpio de sueño. nervio del agua, músculo y metal de la alegría, Abre los ojos y sonrie delante de mi angustia agitada, y con sus brazos que son las ramas débiles de mi sangre levanta los caminos fatigados. 8 ¡Trae todas las palabras que encuentres perdidas; todos los gritos que encuentres desamparados, y échalos, si quieres, en las bocas hambrientas de los charcos. Es una carne inútil que se pudre en el campo. Pero no traigas el silencio campesino porque está trabajando!
Cansancio sin orillas, arteria derramada sobre la corriente de la cruz; espalda florecida de gusanos; alborozo negro de la noche. Esta luz, ve no es de mis ojos: ya no es de mi scd este líquido claro; ya no es de mis oídos ni este silencio ni este canto. LEVANTA LOS OJOS. Estas voces perdidas en la oscuridad de la tierra; este clamor crispado sobre los sueños vencidos; esta carne transitada por el frío desnudo del miedo; estas banderas del silencio izadas en las cirr. as del espanto. este dolor caido que se refugia en los surcos despiertos. ¿Quién sois, párpado oscuro, dedo frio, frente descarnada.