REPERTORIO AMERICANO 253 Los Conquistadores (De LOS TROPEOS de José María de Heredia; de publicación proxima. Traducción y envio de Max Henriquez Urella. Buenos Aires, setiembre del LOS CONQUISTADORES Cansada de miseria, cual huye una bravia banda de gerifaltes de la sierra natal, la marinera gente desde Palos partia en la embriaguez de un sueño de heroísmo Lrutal.
Para tu nombre ansiaste la gloria inmarcesible y por siempre creias haberla cimentado en la roja argamasa de tu ciudad. Soldado, tu esperanza afincaste sobre arena movible!
Tban a la conquista del que Cipango cria en sus minas lejanas fabuloso metal, y las velas latinas el viento alisio henchia al borde misterioso del mundo occidental.
De noche, cuando un épico despertar esperaban, las fosfóricas ondas del trópico encantaban su ensueño con mirajes de auriferas centellas.
Cartagena asfixiante bajo el azul más puro con sus negros palacios ve abatirse tu muro en el febril Océano que su cantil devora. Conquistador. Hoy brilla tan sólo en tu cimera. heráldico testigo que tu afán rememorauna ciudad de plata bajo una aurea palmera.
VII José Maria de Heredia AL MISMO o de las carabelas en la borda inclinados con asombro miral cielos ignorados, del fondo del Océano subir nuevas estrelias.
TV II CAROLO QUINTO IMPERANTE Aunque al Ande venciera, y a las pampas, y al rio, y al Azteca, y al Inca, y al Yaqui, como prueba o vestigio de gloria ¿cuál de los otros lleva más que un nombre, y blasones de vano se forio. queado.
Tú, orgullo de mi sangre, pues tu nombre es el mio, fundaste en el Caribe una Cartago nueva, y desde el Magdalena hasta el Darién, que abreva el Atrato, aquel suelo rendiste a tu albedrío.
Pese al hombre, a los siglos, al rayo y a los vientos, tu ciudad alza al ciclo sus fuertes y conventos, alls, donde sus furias el Océano desata. tus últimos vástagos conservan el tesoro de tu afán: la palmera, cuyo penacho de oro presta sombra en su escudo a una ciudad de plata.
abria.
VIII UNA CIUDAD MUERTA JUVENcio Con la de grandes muertos su gloria fué igualada.
Juan Ponce de León, por el diablo tentado, Fué su brazo el primero que rindió ardua lleno le antigua ciencia, ya viejo y vacilante.
faena en busca de la Fuente de Salud fué anhelante al cruzar los Jardines de la Reina, y su al ver que sus cabellos el tiempo habia blanentena meció en ese archipiélago la brisa perfumada.
Las glaucas soledades exploró, alucinado Así, más que los aflosla fuerte marejada, por su ensuefio, tres años, guiando su Ar el sol reverberante sobre la mar serena, mada errante; y el amor y el espanto de la antigua sirens, y, rasgando las nieblas de Bermudas, radiante, blanca hicieron su barba; su cabeza, nevada.
al fin surgió Florida bajo el cielo encantado.
Por el triunfo Castilla; por el su flota un dia Bendijo el moribundo Conquistador su em ensanchó los dominios donde no se ponia peto el sol. Nuevas preseas dió al imperial tesoro!
y plantó su estandarte, con la diestra ya fria. en la tierra esplendente que una tumba le Es Bartolomé Ruiz, el que llamarse pudo principe de pilotos y, sobre el real escudo, lleva un ancla de arena con gúmena de oro.
Fuiste dichoso, anciano. Tu fortuna fué tal, que a tu pesar la Muerte más bello hizo tu sueño, EL ANTEPASADO pues la Gloria te ha dado Juventud inniortal laudio Popelin NI Mil Ilustres arrugas su rostro audaz encierra: LA TUMBA DEL CONQUISTADOR son los surcos de gloria de ese gran Caballero en cuya invicta frente brilla el esplendor fiero Cubierto por la bóveda en flor que se levanta de los tórridos soles, y el ardor de la guerra.
de catalpas y negros tuliperos, umbrosa, y no en el fatal suelo que conquisto, reposa.
La cruz en Costa Firme, las islas, la alta La tierra de Florida faltó bajó su planta.
sierra, planto. asi, al amparo de su flamante acero, Mal premia un vil sepulcro tal muerte y vir. paseo desde los Andes su pendón de guerrero tud tanta.
hasta el golfo agitado que la Florida cierra.
Ni oso gris ni Piel Roja profanarán tu fosa, Tu pincel, Claudio, evoca la honda melancolia Conquistador! Te envuelve, cual mortaja glo. del arrogante abuelo, para sus descendientes.
riosa. El es, de su armadura bajo el bronce sonoro!
todo el Mechacebeo que tu memoria canta.
Tal parece que buscan sus ojos todavia Duerme en lecho que hicieron las aguas vir en el cielo de esmaltes metálicos y ardientes ginales.
el fulgor deslumbrante de Castilla del Oro. Qué importan blancos cirios, fúnebre monumento, VI y la capilla ardiente, y el salmo, y el ex voto. UN FUNDADOR DE CIUDAD Pues el viento del Norte llora en los cipreCansado de ir en husca de un Ofir imposible, sales y reza en el Gran Rio con eternal lamento, fundaste, en el repliegue de ese golfo en.
cantado allí, donde por siempre yace Hernando de donde el real estandarte por ti quedó clavado, Soto.
una Cartago nueva en un mundo increible.
Cartagena de Indias 1532 1583 1697 ¡Triste cludad, un tiempo reina del mar Atlante!
En tu rada, que antaño poblaban los galeones, al pez escombro crosan en paz los tiburones y sólo alarga sombras la parda nube errante.
Desde que Drake, un día, fué tu fiero saltante, conviértense en cscombros tus viejas construcciones y hoy brillan las troneras que abrieron los cafiones de Pointis, cual las perlas de un collar deslumbrante.
Entre el cielo que arde y la mar reluciente, de un quieto mediodía bajo el sol somnolente, sueñas, ciudad guerrera, con los Conquista.
dores en tus noches ardientes y de enervantes calmas adormecen tu gloria con los suaves rumore de su estremecimiento prolongado, las palmas.