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44 REPERTORIO AMERICANO Escenas reales de la crueldad nazi cía. cía.
Por HEINRICH MANN De Critica. Buenos Aires. Envio de Véase la entrege anterior)
LOS DESAPARECIDOS Ustedes. La galería! Estaos tranquiSala de café. Todas las mesas están los.
De lo contrario os haré ver algo ocupadas. Alrededor de una de ellas hay nuevo. Mis jóvenes amigos, hagan couna docena de nazis vestidos de color rrer a ese corredor de vista sobre una pardo, acompañados de una sola persomesa. Que grite. Viva Hitler! Si hacen na en ropas civiles, muy elegante.
falta modales, no se olviden de retorcerle El elegante. Atención! Que nadie la garganta a ese marxista. Nadie osará entre. No dejen salir a nadie!
nada contra nosotros. Me siento muy se El propietario. Qué pasa? Les rue guro a cuenta del tercer imperio, y adego que no me hagan escándalo. La polimás, soy amigo del conde Helldorf.
El individuo. Parado sobre una meEl elegante. Nosotros somos la polisa, grita con la fuerza de la desesperación. Viva Hitler!
El clegante. los otros? Vamos.
El individuo que acaba de entrar. Coro de clientes asustados. Viva Déjenme irme. No me siento muy segu Hitler!
ro aquí.
El elegante. Bien. Pero allí hay un El elegante. Me reconoce a mí?
personaje que no ha gritado. Ni se ha El individuo. Señor Hanussen. tomado el trabajo de ponerse de pie. Id El clegante. En persona. Yo soy el a ayudarlo mis jóvenes amigos.
astrólogo oficial del tercer imperio. Yo Un miliciano. Pero. Es el propielo predije interpretando las constelacio tario. Es curioso que se haya muerto.
nes ante miles de papanatas. Deberízı decir ante centenares de miles. Son mi.(En lo del conde Helldorf, jefe de pollones los que me han creído! Es por licía de Potsdam. Es un tipo de vividor esto que llegó realmente el tercer impe deportivo, de hábitos de lo más cínicos, rio.
más que premeditados. Mantiene una El individuo. Usted ha engañado. conversación con el señor elegante de la Usted no es un verdadero astrólogo, lo escena anterior. he dicho y lo repito. Usted no es más Helldorf. Señor Hanussen, hay queque un impostor, jas contra usted. Parece que la otra noEl elegante. Usted no lo dirá más. che usted provocó un verdadero escánUsted no osará más hacerme la compedalo público.
tencia como astrólogo. No, pero hará Hanussen. Fué en homenaje a vues ejercicios bajo la mirada vigilante de tras propias explosiones, mi querido mis jóvenes amigos pardos. Marche! amigo. No hago más que imitarlo. Al trete!
Helldorf. Es inútil recordarme 12 (El individuo después de recibir el época en que aun no era jefe de policía.
Ya lo he olvidado.
puntapié de un miliciano, corre a través de la sala. Después de correr unos seHanussen. todo lo que he hecho gundos, tropieza y cae sobre una mes.
por el tercer imperio, vaticinando su Gritos de mujeres. Todos se han puesto llega Helldorf. Eso ya le proporcionó mide pie dirigiéndose a las salidas que enllones a usted.
cuentran cerradas. Hanussen. Que yo les presté desconEl propietario. Al señor elegante. tando vuestro futuro poder. Ahora es ¿No ve que está arruinando mi establetáis al frente de los fondos públicos.
cimiento. Reembolsadme. Se deja caer sobre una butaca y murHelldorf Usted ha sido completamura con voz desfalleciente. Oh! No puedo soportar más emomente pagado, pues sus predicciones se ciones. Estos clientes pardos me hacen han realizado. Esto debería bastarle.
morir. Después de venir en banda, piden Hanussen. Entonces quedaría arruinado, en tanto que ustedes embolsan café y me pagan un marco cincuenta en sin pudor. Pero es debido a un crimen lugar de tres marcos sesenta, que ustedes deben todo su esplendor. Se (Se apaga la voz. debe a las más innobles artimañas. Yo El elegante. Seré implacable con ese os haré trastabillar revelando lo que sé individuo que hace el papel de astrólogo. a vuestra cuenta, lo mismo que de los ¿Será que no ha roncado como un cerdo otros.
todavía?
Helldorf. Su avaricia de usurero ju(El individuo sigue enloquecido su ca dío le hace perder la cabeza, señor Hamino, seguido hacia cada salida por un nussen.
miliciano que, cada vez que se acerca a Hanussen. Bien: soy judío. El arribo la puerta, lo hace retroceder de un em del tercer imperio se debe a la imaginación de un charlatán judío. Somos com(Protestas del público que demanda padres, conde Helldorf. Pagadme.
que se abran las puertas. Helldorf. No, pero le regalaré la hisEl elegante. Jactanciosamente. toria de cierto Bell.
Hanussen. Vuestro Bell no me interesa para nada.
Helldorf. Le interesa, por el contrario, muy particularmente. Ese Bell fué el intermediario entre nosotros y el gran financiero internacional especializado en petróleo. Ese gran capitalista subvencionaba nuestro movimiento a cuenta de la revancha. De llegar al poder, debíamos conseguirle los petróleos de Rusia.
Hanussen. Ja, ja. Adivino lo que fué! Habéis tomado para vuestra elevación nacional el dinero internacional y no estáis dispuestos a cumplir los com promisos. Es el mismo procedimiento que para conmigo. Pero no olviden que ese Bell tiene las pruebas en la mano.
Helldorf. Lo he pensado. Las tiene.
Pero ha desaparecido.
Hanussen (helado. Usted no querrá decir. Usted no lo habrá. Helldorf (levantándose. Aprenda la historia por lo que puede servirle. Adiós, señor Hanussen.
Hanussen. Encaminándose hacia la puerta con las piernas temblando. En todo caso sabré mantenerme más tiempo. Sabré utilizar la ocasión para utilizarme a mí mismo!
Helldorf. En efecto, eso es todo, señor Hanussen. A1 miliciano que se presenta para conducir afuera al visitante, el prefecto le da una orden muda. El otro hace una señal de comprensión. Paisaje de extramuros, al anochecer.
Un camión con dos hombres penetra en un bosque. Habiendo hallado un lugar particularmente desierto, descienden.
Llevan ropas de excavadores de tierra y en las manos ambos tienen palas: El joven de 18 años. Mira bien. No hay nadie por aca?
El joven de 23 años. No se aventuraría como nosotros.
El más joven. Pero nosotros acabamos de quitarnos nuestros uniformes.
Nos tomarían por vulgares excavadores.
El mayor. Hagamos lo que hagamos, nadie nos detendrá. Para ello puedes confiar en mi vieja experiencia. Llevando la mano a su bolsillo tra después, si cualquiera se mostrara demasiado curioso, eso no haría sino uno más, pues deberemos enterrar trece.
El más joven. El emplazamiento de Ja tumba me parece indicado entre esas cuatro hayas.
El mayor. Entonces, entre las hayas. Ambos a cavar tierra. Después de una hora de recia labor, contemplan su obra con satisfacción. El más joven. No se dirá más que somos haraganes.
El mayor. Para esto, no. El peligro está en que ellos lo saben demasiado y se descargan a cada curva contra nosotros, donde hay un villano. Los cama radas no hacen más que matarlos; no es nada. Hay que hacerlos huir.
El más joven. Eso no me ha impedido bajar a uno. Era un hombre maduro sero. pujón.