REPERTORIO AMERICANO SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA San José, Costa Rica 1934 Sábado 24 de Marzo Núm. 12 a tofantiles para plano.
Tomo XXVIII Año XV. No. 676 SUMARIO Sigalficación de Varona.
Juan Marinello Qué hora es. De casta Varona. Carlos Raluel Rodriguez viene a rallo. Azorin piezas Relaciones centroamericanae. s, pero a base de lucha Otro centenario que pasó inadvertido (2)
contra la barbario Interos y la conquista ImperiaPoesias.
linta yangul. Juan del Camino Rincón de los niños Jerús y Juan. Luis Franco El dueña de la pollio.
Los hombres de Domingo Vizquez. Mox Jiménez Ejemplos.
Estampes de la Biblia. Juana de Ibarbourou La Madre Granada.
Maria Munoz de Quevedo Bela Bartók de la César Herrera Leopoldo Lugones Fray Luis de Granada Gabriela Mistral Significación de Varona. Por JUAN MARINELLO De Orlo. Manzanillo, Cuba. Envio del autor hubiera áprilicial el trágico en la luz última de la tarde y entre una gran multitud silen ciosa hemos dado tierra al cuer po de Enrique José Varona.
Mientras se corría sobre la tumba el mármol solemne nos sobrecogió una rara meditación.
Enterrábamos a un hombre singular, a un cubano de autoridad inmanente, a un valor intelectual que aparecerá mañana junto a Varela, Saco, a Heredia y a Martí, en la marcha de la cultura isleña. Perdía Cuba al perderlo su mejor figura magistral y nuestra América una de sus voces más claras. Y, con todo, nuestra tristeza andaba rēsigna da. Sabíamos que aquel hombre de excepción, que ahora se nos aparecía como un viejecillo encanijado y friolento en su caja exigua, había vivido en la obligada limitación temperamentaluna vida plena y armoniosa; que nos abandonaba cuando su savia delgadísima agotaba su carrera, que se nos iba เอย momento mismo en que su fuerza su misión quedaba bamos sepultura a un arquetipo Con Enrique José Varona dáadmirable de intelectual del cinueve. Por ello, sus esencias animadoras las habíamos ente rrado hacía mucho tiempo. Ahora enterrábamos un gran recuerdo venerable que era tam bién un gran caso ejemplar.
Fueron justísimas, a más de brillantes, las palabras en que Raúl Roa dijo, desde su limpio cuartel rebelde, la invencible alienidad del Maestro caído y el abismo insaciable entre su serena meditación y nuestro tiempo trágico.
Si a cada hombre le fuera dado escoger el instante de aparecer y desaparecer del escenario vital, Enrique José Varona, con aquel fino sentido de las realidades sociales que era en el ca racterístico, hubiera querido su trayectoria con un retraso de veinte años.
Porque no era, como José Martí, individualidad de entraña romántica, de anhelo disparado y de color lírico, de las que queman la vida sin atención del mejor rendimiento. Varona no era un hombre apostólico. Una vena de sonreído escepticismo le muerde la inquietud y le coloca siempre en un puesto de anhelosa espectación. De haber sido hombre de creencia encendida, preferido morir en la manigua camagüeyana cuando la sangre, moza posibilidad alegre, salto sensual. daba al saencanto del malogro. No. Varona era hombre de aliento firmé y soterrado, de afilada paciencia, de temperatura científica, de fisonomia clásica. Varona hubiera querido la vida dilatada que tuvo. peripecia exhaustiva, filosófica pero emplazada mejor, inserta tiempos en que le hubiera sido dable mantener una templada militancia, alejado de la plaza aborrascada, pero sustentador guiador de la apetencia que en la plaza batalla. Varona hubiera querido vivir días en que lo destacara sobre el fondo de tiemро una elegante fundamental inconformidad. Hubiera pedido nacer con el grito de Hernani morir, a los ochenta y cuatro años cumplidos, en los albores del siglo y de la República.
Entonces, su existencia se hubiera vertido en harmonía perfecta con sus capacidades. Hubiera sido el adoctrinador del separatismo en sus mejores momentos formativos; hubiera llegado a fuerte madurez cuando su credo positivista lucía en Hispanoamérica el más activo impulso; hubiera muerto envidiable suerte rodeado de discípulos ilusionados en la eficacia de sus postulados de concordia cubana, de buen entendimiento patriótico y de validez democrática. No le cupieron esos privilegios aunque, hay que decirlo enseguida, mantuvo frente we cumplida.
su tien Enrique José Varona Varona LA MUERTE ACERCADORA Por CARLOS RAFAEL RODRIGUEZ De Orlo. Manzanillo. Cuba.
Envio de Juan Marinello esta desaparición de Enrique José Va.
rona, podiamos denoininarla muerte acercadora.
Vivo él, la juventud cubana habla de mantenérsele a una distancia anhelosa porque llevaba en si raeduras de otro siglo, médula de una edad ya muy periclitada. Para los (Pase a la pagina siguiente)