REPERTORIO AMERICANO EDITOR: García Monge Correos: Letra Suscricitin mensual: 00 SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA Desde que Garrison fundó su Liberator no hubo paz en la Unión: cómo crecen las ideas en la tierral José Marti.
Representanto an Hibpanoamérica: Alfredo Pinoyro Téllez EXTERIOR. El sumatre, 50 (Elae. 16. 00. am.
Gira bancario sobre Nueva York.
Elogio del árbol قطع شد Una de las más hermosas to; y en las densas agrupa.
manifestaciones de la natuciones humanas, ya se llaraleza es el árbol; rico prePor ALBERTO CARVAJAL men, como antaño, Ninive sente de Dios a sus criaturas. El nos da sus flores. Envio del autor. Call, Colombla.
o Babilonia, o Nueva York o Paris, como ogano, tienen sus frutos, su savia, su carpara el espíritu y para el ne que se convierte en muccuerpo envenenado por el lle lecho, en lujoso o en po.
ambiente de la ciudad, el oxi.
bre albergue, en cómodo geno reparador y el abanico sillón, en caja mortuoria, en tembloroso y aſrayente de su quilla de navio o en alas de esmeraldino follaje.
pájaro fugaz; nos protege Sus brazos siempre abier. con su sombra benéfica y tos para el hombre, lo está conforta nuestro espiritu en grado igual para los irracon la alegria de sus flores cionales, y aun para las fuery la frescura de su aroma.
zas, aparentemente ciegas, Por eso los hombres le han de la naturaleza. Las avecirendido una especie de cul.
llas de Dios y los cuadrúpe. to y se han servido de él, dos encuentran en el tejido desde remotos tiempos, code sus ramas o bajo su piamo un simbolo. Por primedosa techumbre, el asilo disra vez aparece en la histocreto para sus amores y la ria tentando a nuestros pa penumbra acariciadora padres con la promesa atrara el nocturno descanso. El yente del fruto prohibido.
Sarina viento halla en las cuerdas para convertirse, milenios vibrantes que sostienen sus más tarde, en símbolo de gajos, un instrumento dócil redención en la forma del érbol de la Cruz, hacia un alto, como las agujas de las cateHay árboles que marcan momentos culmi.
para sus melancólicos cantares. Al amor de urales góticas tiende a clevarse al través nantes en la vida de los pueblos y los homsus alas protectoras nacen las fuentes, crehres: el árbol del Paraiso; los Olivos del huer, de el clamor recondito de la tierra a los ciede las rubes errantes. Por su tronco asciencen los arroyos y se robustecen los rios.
to de Getsemani; el haya de Vincennes que los, la voz del reconocimiento al infinito Po En los atardeceres vallocaucanos es grato servia de sala de justicia a San Luis, rey de Francia; el laurel de Virgilio sembrado por der y la imploración de piedad para esta po por su sabor de no sé qué melancólica cutbre humanidad fatua y desgraciada.
Petrarca en la tumba del poeta mantuano: zura, ver descender de los mortiñales de la el ahuehuete de la noche triste. al ampaSu belleza, grave y sonriente a la vez, es sierra, bajo el manto aterciopelado de la sobera. a. Qué seria del paisaje sin su inro del cual velo Cortés transitoriamente venhora crepuscular, las bandadas de palomas dispensable presencia? Basta pensar en los torcaces en busca del albergue tibio de los cido; el tamarindo de San Pedro Alejandri arenales del desierto y en los montes for no, bajo cuya sombra tonificante busco ali guásimos y los carboneros que les ofrecen mados por los témpanos polares. Para hacer un nido de amor en la llanura: y oir al lado. vio para sus dolores físicos y morales, el Li más atractiva su belleza, es mudable; gusta de la envejecida casa de la hacienda, la conbertador; el sauce melancólico que pidió cambiar, donde la zona se lo permite, su man fusa piática de los coclies, y los estridentes Musset para el pedazo de tierra que habia to de esmeralda del estlo por uno deslumgritos que de tiempo en tiempo, lanzan a la de ser su última morada.
brante de oro en el otoño, para luego cubrir luna, como asperas voces de alarma, desde En las edades primitivas se sirvieron los se de armifio en el invierno. Bajo la canicu el opulento follaje de la ceiba.
hombres de los árboles para levantar a su la perenne dei tropico, meros voluble, se da En las márgenes del Cauca, el rio pater arrimo los altares a sus dioses.
el lujo de vestir siempre de verde, y más eter nal que riega con sus agues fugaces y eter. En los tiempos de Grecia y de Roma ha discrete, nunca muestra a los ojos desola nas, una de las regiones más bellas y fértiles bia árboles consagrados a las divinidades del dos del transeunte la implorante osatura de de América, se alzan al lado del mango y el paganismo, y aun en nuestros dias ellos simsu cuerpo desnudo.
cachimbo, el pisamo de flores encendidas y bolizan sentimientos, estados fisicos y esta Tiene, como los humanos, un corazón; pe. el guayabo familiar; el chiminango que redos de alma; el mirto, el amor; la palma, la ro su corazón es un corazón más blando y tuerce sus brazos en dolorosas contorsiones, beatitud y la victoria; el olivo, la paz; la en generosu, un corazón que se da integro lo y el naranjo cubierto de azuhares; la palmecina y el roble, la fuerza; el ciprés, el llanto; mismo al humilde labriego que al gran se. ra enhiesta que cuando la. agita el viento, el laurel, la gloria.
fior de las ciudades, y retorna con resinas hace pensar en arrebatadas cabelleras: el Las diversas zonas tienen sus árboles sin milagrosas, con lluvias de flores o caudales sauce llorón que rinde a las ondas su ramaje, bolicos. El pino es el árbol del norte y la de frutos los golpes del yangüés o los tajou y la guadua tropical con su afiligranada palmera fexible y sonora, el árbol de nues del gladio podador.
fronda que unas veces asime la actitud de tra zoun ardorosa.
Nadu hay más dulce que su sombra. Por la beguina que ora con la cabeza doblada Los agitadores franceses de 1789 no ha eso los helenos llenaron los bosques de deisobre el pecho y otras la del plumón ondeanIlaron, al volcar el trono de los Borbones, un dades simbólicas. Pan iba por ellos hacien. te del casco de un gigantesco mariscal. Tosimbolo mejor para sus ideales que el árbol do sonar los tubos de su lirica zampona, y dos se disputan el sol, hienden el espacio, y de la libertad. aquel que había de soltar lue amaba coronarse de pampacos. Ninfas y fau mientras hunden en las entrafias oscuras de go sus victoriosos pendones a la rosa de los nos alegraban, en idilicas leyendas, las to la tierra la complicada red de sus raíces lan.
vientos, hasta alcanzar a hacer de los viejos restas. Las aves y las fuentes daban a los zan los brazos estilizados que cubre un vello imperios absolutos, jóvenes repúblicas o mo árboles las notas de una música que en va. color de esperanza, en un mudo cántico de narquias de instituciones libres y de amable no han pretendido igualar los instrumentos mistica elación a las alturas celestes.
vivir.
fabricados por las manos de los hombres. En lo más intrincado de la selva, sobre la En los oasis ofrece el anparo de su copa curva dominadora del monte, se yergue arroEl árbol es una aspiración permanente de refrescante al humilde camello y al beduino gante el árbol de la quina que sin pena se to transitorio a lo eterno. Siempre empinado cansado de las quemantes arenas del desier(Pase la pág. anterior)
Imprenta. LA TRIBUNA