114 REPERTORIO AMERICANO se ring los caballos de los más pobres, EN La Lectura de Miguel Guzmán. Callejón del Rey: Poniente, 160.
raza caballar es que nunca muerque también enarcaban los cueden, y que rara vez cocean, pronllos como si hubieran sido adiesto se acostumbraba uno y acababa trados en los mejores picaderos por abrirse paso a empellones endel mundo. Todos los caballos te ción a los ingleses que por allí queño, como si hubieran sido mu tre todos esos cuadrúpedos, con el nían las crines cortadas en arco, andaban, cuando repletos de vino jeres, aunque la raza era en rea mismo desprecio que si se tratara dejando un gajo alzado sobre el nuevo (aquí léase carlón a diez lidad atlética y robusta; excep de entes, de razón que jugaran.
crucero, de cosa de dos palmos de centavos la botella, o champaña. tuando cuando se iba a misa o a a la Bolsa.
ancho, y todos tenían las colas hecho de petróleo, a cinco pata. alguna función social de impor Los hoteles eran escasos y más largas, que hubieran arrastrado cones el litro. les mostraba los tancia, siempre se llevaba som bien malos; la mayoría de ellos por el suelo sino se las hubiera trofeos. y les invitaba a que se breros de anchas alas.
estaba situada en la calle 25 de cortado al través, hacia las cuar golpearan el diafragma y silbaran Después de todo aguacero to Mayo, desde el Hotel Argentino, tillas, para librarlas del lodo. la tonada del Rule Britannia con rrencial, las calles laterales que era el más elegante, hasta el Las calles hundidas conducían a cuanto garbo les fuera ha cor ertian en arroyos furiosos de Claraz, que era una pequeña la plaza principal, que era un cerlo. Esto no quiere decir que encerrados entre los altos andehostelería tenida por un suizo. Esvasto espacio encuadrado por ar no sea yo un buen patriota; lo nez; entonces aparecían hombres te último, aunque hostelero, era cadas, rodeado de viejos edificios que hay es que yo pensaba en mi con unas tablas que tendían de hobre de sólido saber, y después coloniales; allí, en una esquina de juventud, como pienso todavía, que un andén a otro a guisa de puen se ha hecho famoso por su libro la plaza estaba la casa del con el patriotismo entra por casa, y te, recogiendo pingüe ganancia de sobre la flora de las Pampas.
quistador, don Juan Garay, hoy que si es cierto que Santo Domin los transeuntes que querían pasar Los hombres del campo, que cuan ya derribada, tan despiadadamen go se presentó y realmente reco al otro lado.
do eran ingleses frecuentemente te como si hubiera sido una igle gió esas balas, lo hizo, no en su cosa de media legua o algo eran conocidos entre sus paisasia vieja de Londres. Si mis re calidad de santo, sino de argen más de la ciudad, se pescaba des nos con el apodo de pastores, cacuerdos no mienten, era un edifi tino, porque los santos, me pare de a caballo; los jinetes hacían pitanes de barcos, ingenieros de cio chato, de techo aplastado, con ce, cuando quiera que el teléfono entrar el caballo a bastante prominas y periodistas extranjeros, sófitos salientes. hecho para re celeste suena, son de la naciona fundidad en las aguas y después eran el principal sostén de aquel sistir el peso de los tiempos, y lidad de quienes les rezan.
de haber descrito un círculo con lugar. Con frecuencia solía verse que hubiera merecido ser conser En aquellos días ya olvidados, la cuerda atada a la cincha, gaque a la hostelería llegaba algún vado en aquella tierra escasa en y tan distantes hoy, la ciudad con lopaban hacia la orilla. Hacía poindividuo trajeado con ropa de monumentos con el mismo cuidado servaba, hasta cierto punto, su cos meses que se habían estable buen corte, gris, de paño de vicon que un pisaverde, al enveje. nanncto colonial. La mayor parte cido los tranvías, que ya eran muy cuña, algún tanto raida por el cer, conserva el último diente de las casas tenían techos planos, numerosos, porque nadie andaba uso, con camisa de lana sin cuefrontal en memoria de los días que aunque acá acullá se erguía al si era posible trasportarse de llo, y acompañado de un changafueron.
guna horrenda manzana de edifi otra suerte. Veinte varas adelan dor, que le llevaba su recao.
No había otros edificios viejos modernos sobrecargada de te de cada carro iba un mucha Changador era el nombre que los fuera de la Catedral, construida detalles, que empequeñecía a las cho a caballo al galope, tocando porteños daban a los mozos de en una época inartística y muy casas vecinas y parecía un in un cuerno. Esto da una idea del cordel, quienes por lo general eran vizcainos. semejante a casi todas las igle menso lurte de estuco sobre un tráfico que había en las calles de sias del Nuevo Mundo, desde las mar de ladrillos. Acababan de ser esos días en que, mucho antes de El pastor gritaba. Claraz!
de las misiones franciscanas en nonstruintos algunas casas. como que los tranvías se hubieran ge y aquel buen suizo de barba y Arizona y Tejas, hasta la iglesia ine de ins Anchorena los Lumbs, neralizado en Inglaterra, va lle pelo negro le salía al encuentro, de los Patagones, todas las cua de estilo semi italiano, con patios gaban a todo el vecindario de recibiéndolo como a un viejo amiles, inclusive las grandes Catedra de mármol llenos de palmeras, con Buenos Aires y corrían por todas go.
les de Méjico y de Puebla, son de fuentes con una grande esfera las calles de la ciudad.
El pastor, después de pagarle arquitectura jesuitica, con fachade vidrio onaco de monstruosas Una de las principales escenas al changador, preguntaba quién da grego romana y grandes cúproporciones balanceada o soste de Buenos Aires en aquellos días más había en la casa, y una vez pulas, que parecen colmenas gi nida por una columna de mármol, se veía en la gran plaza enfrente enterado, los hacía llamar a todos gantescas alzadas en el centro de en remembranza de que, después de la Bolsa; allí estaban centenaa echar un trago. Luego, cumplila estructura.
de todo, lo cierto es que el munres de caballos maneados, quie da esta devoción semi sacramenMe olvidaba de otra, iglesia, la do gira alrededor de su eje y que tos, con las riendas atadas en la tal, recibía de Claraz su baúl o de Santo Domingo, que para un la suerte puede cambiar.
cabezada de la silla y los cuellos su maleta, que Claraz le guardainglés no debería pasar inadverLa carne costaba a diez centaen arco como si fueran caballos ba en algún desván, se endosaba tida. Una tutelar y benévola provoz el kilo. El pan era un poco de madera en que se mecen los su ropa dominguera, que resultavidencia le había permitido recomás caro fue en París: se im chicos. Raras veces se movían, ba un tanto apabullada, y se echager y guardar, para que las eda portaba la harina de Chile y de porque llevaban las maneas muy ha por esas calles de Dios, ya en des por venir vieran y doblaran los Estados Unidos y toda la ro altas en las manos; de vez en asuntos de negocio, ya a correr la rodilla, las heréticas balas de pa se traía hecha de Europa, y cuando miraban alrededor, y en una juerga; eso sí, usaban siemcañon disparadas por el luterano si es cierto que era cara, es pre ocasiones algún caballo, baqueano pre el sombrero blando, que paciso reconocer General Whitelocke en su ataque que también era con las maneas, se divisaba a recia ser el signo externo de la a la ciudad. En los días de fe más mala.
algún amigo, levantaba los cas gracia interior de los hombres del pura, o tal vez cuando los muros Los hombres vestían todos de cos y se iba a brincos hacia campo cuando quiera que se hade cal y canto no habían cedido, negro; lleva ban cuellos vueltos el. Acaso la conversación de los laban en la ciudad. La hosteleJa iglesia encerraba esas balas por muy bajos, retenidos por corba dos caballos era tan inteligente ría estaba construída sobre el docenas; en mi tiempo, sin em tas que parecían trencillas de za como la de los que los habían plan de un monasterio; los pequebargo, sólo quedaban tres, que, patos. Los guantes y el bastón traido a ese lugar, y seguramen ños cuartos, que parecian celdas, ad majorem Dei gloriam, presta eran desconocidos.
te si era menos dañina. Cuando daban todos a un corredor. El úlban testimonio de la fe de presen Llevar bastón equivalia a pre uno estaba recién llegado al país, timo de ellos, que en algunas ocates y pasadas generaciones. gonar que uno era lo que en esos aquello de arriesgarse a pie en el siones me tocó ocupar cuando viDentro de la iglesia, allá en lo días se llamaba un recién yegao, maremágnum de cuadrúpedos que sité la ciudad en aquellos tiemalto de la nave occidental, colga porque la pronunciación del idio se hallaba en frente de la Bolsa pos, daba sobre el propio río, y ban entonces, y supongo que cuel ma se ajustaba a un sistema pe casi todos los días, parecia aven en los días claros, desde él se alguen todavía, las banderas de tres culiar de aquel país. Los hom tura peligrosa. Sin embargo, co canzaban a ver las casas de La regimientos de linea del ejército bres se ufanaban de tener pie pe mo uno de los distintivos de esa Colonia, en la República del Uruinglés. En aquellos días pensaba guay, a diez leguas de distancia.
yo que No era prudente pasársela leyenesa una oportuna do hasta las altas horas si uno se amonestación al orgullo, hacia la cual les llamaba yo lo aten EN San Juan de Puerto Rico, puede suscribirse al Repertorio en la Agencia de Publicaciones NORTE (Salvadar Brau No. hospedaba en la casa de Claraz, era Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica