134 REPERTORIO AMERICANO liza con un sentimiento humillante de los críinenes de aquella barbarie. Cosuperstición. El amo se impone de la mienzan apenas, y si hay un sentimiencondición del súbdito y sabe que el co to colectivo de repudio, quedarán aislaminio total lo conseguirá cuando no le dos y allí morirán. Mas si nos volvequede resquicio sin infiltración. mos ir diferentes y no creemos en la aciiLos sucesos de la Argentina, los su sación de tanta gente atormentada, percesos de Cuba, la monstruosidad de Ve. seguida, preparamos el camino para un nezuela, dan a la expresión de Heine un fajismo que ya es caporalismo, es decir, sentido grande de ironía. Pero tenemos degeneración del militarismo. mucho que livrar a esta América de que se vuel hemos conquistado ya para dejar que la va calabozo. Será el fajismo la fuerza regresión nos atropelle. Regresión es oscura que más puede contribuir a esa lo de Cuba, regresión es lo de la Argenregresión. para luchar contra el fatina. En suma, fajismo que hará de jismo lo más certero es luchar contra América un calabozo miserable.
el caporalismo que tanto abunda en el mando y fuera del mando. No descuiJuan del Camino dar la vigilancia. Volvamos el pensamiento a la Argentina y denuncienios. Costa Rica y setiembre de 1933.
tú me quieras. Valencia. Tus besos fueron míos. No Justito, como que si ni ial, La música le resbalaba por el alma sin arrugársela de emoción. No Justito parecía no tener nervios. cuando engullía el último quinsón, pura lija, se iba, como había llegado, sin hacerse sentir, sin hacerse notar; sin que nadie lo molestase, sin molestar, a su vez, a nadie. Desandaba la ruta recorrida para llegar hasta el pueblo. El guaro le caldeaba el esofago, le avivaba la circulación, le encandilaba los ojos, le trasudaba las sienes. Pero esto no cosa de todos los días. Esto acontecía todos los sábados, después de la hora de pago, y cuando un gusanillo chirriquistillo: le roia, le roia en lo más escondido del pecho, y una remembranza, quien sabe cual, le apuntaba an la turbiedad de la memoria.
era Sobrio en el comer ÑO Justito Cuando no Justito entraba a la cocina.
lo hacía calladito. Calladito se acurrucaba Envio del autor, San Salvador. El Salvador en un rincón, donde menos molestara, y calladito se quedaba ahí hasta que, a la la memoria de Alberto Masferrer molendera se la ocurría preguntarle. Ya tien hambre, no Justito?
Exordio de añoranzas. La amargura no contaminó La pregunta holgaba. No Justito, apenunca su resignación. Fué bueno, honranado, respondía sienipre: Justo fué, de muchacho; No Justito, ya do, fué trabajador, fué humilde. Así, como. Alguito, Marcos.
de maduro, y ya de viejo achacoso. Ha ño Justito, debieron ser los prosélitos que La molendera, que daba vuelta en el.
bía nacido en la Junta, en la Junta había seguían a Jesús.
comal, a una de las reverendas chengas, vivido, y en la Junta feneció. Para él, no Ďaz a sus miseros huesos que se puempuñaba la renegrida cuchara de cáscara hubo más mundo que aquel parco caserío dren en una sepultura de infima clase, en de morro, y la zurdía en la olla de los que, como soleadas pencas de izote, pega el rincón más montuoso del apartado frijoles negros. En un desportillado cuenco sus ranchos de lodo y paja a la tierra camposanto, bajo el zacate limón y la de barro vidriado vaciaba la ración, bien calichosa de la cuchilla que en aquel punflor de muerto! para su alma, la bienabundante; de debajo un canasto embroto forman la conjunción del Tomayate, aventuranza que alcanzan en el otro, los cado, sacaba una tusa de cuajada, cortaba que viene del Sur, y el Acelhuate, que que, en este mundo de miserias y pasiocon el romo cuchillo mantecoso una taviene del Oriente. La mayor parte de su nes, no supieron ser malos, jada, y poniéndola sobre dos chengas existencia la pasó sin salir de su radio.
bastotas y, redoradas, le entregaba su Por la tarde, iba a sentarse a los lalpetaParco en el beber «conqué. No Justito lo recibía en silentones de la cuesta del Burro, y viendo cio, se alejaba de la cocina en que los pasar las aguas fangosas del río, infladas Al atardecer, pintando ya la noche, no demás mozos charchuelean, y sentándose como barriga de chucho muerto, comen Justito solía llegarse al pueblo. Mediaban en el santo suelo, a la sombra de algún taba con los demás habitantes del case unos dos kilómetros, lo más, del lugar árbol follajoso, comía, sin apuro alguno.
río la vida de los ranchos. Por la noche, donde trabajaba. esto regularmente, los Con los dedos callosos, de reventadas bajo el amate, mientras se quemaba el sábados, después del pago. En llegando yemas, iba haciendo pedacitos la revemontón de basuras, oía el relato de con al pueblo, no Justito se encaminaba hacia renda chenga, para ayudarle un poco a sejas que nunca, ni con el agobio de los la cantina «Los 3, 666. No. Justito era su dentadura carcomida, y con el pulgar, años, dejó de apetecer. Escasas veces parco en el beber. Entraba en el estanco, el índice y el anular hechos piña, forcañeó en «El Angel» o manzaneó «Mapi se aproximaba al mostrador de tablas maba el bocado. lento, calmoso, como lapa. Cuando el Señor de todas las embadurnadas de un azul agresivo, y ahl, era en todos los actos de su vida, se lo Misericordias tuvo a bien llamarle a sí, parado, él solo, se ingería dos, tres quinllevaba a la boca. lento, calmoso, lo acababa de cumplir los ochenta. Fué ca sones, hasta cuatro a veces, sin hablar, masticaba, como un viejo buey rumiaba sado un tiempo. Su mujer, una buena bes sin reír, sin parpadear siquiera, tieso su dentellada de pasto.
tia de trabajo que reventó sobre el surco, como un estacón mal labrado a punto de se llamaba Bibiana Montes; y le dió, del filo de cuma. El halda de la charra de Moderado en el fumar matrimonio, tres hijos que murieron, como palma doblada sobre la frente; el dorso la nana, dejándole solo, y triste. Se que de entrambas manos apoyado en el zinc Una vez terminado su corto yantar, no do solo, y erró por todas las finquitas y to traqueteante y resobado que recubre el Justito recostábase de espaldas en el trondos los guatales de los aledaños junteños. mostrador. Era el cliente silencioso de on roñoso del árbol follajudo, y sacando Todo el mundo le conocía. a pesar de todos los sábados, que todos veían, que de la bolsa del pantalón el pañuelo apessu facha astrosa, y de su físico poco a nadie incomodaba. Ingería la primera foso a. sudores, iba desenvolviéndolo agradable, le consideraban, por honrado, copa. De pura blanca. Pura lija. La copa, hasta topar su chirilagua, hartas veces a por trabajador, por humilde. Nunca tuvo medio arder, una de esas chirilaguas de opaca y pringosa, temblequeábale entre techo propio, ni lo ambicionó siquiera. los dedos callosos, de reventadas yemas.
capa descolorida, toda cruzada de venas Siempre se abrigó bajo el ajeno, y supo Una sola buchada gorgoteante; e, incony costurones, y con el alma tostada cepa perdurar grato a la hospitalidad y al pan tinenti, se frotaba los labios humedecidos de plátano. Lo encendía con la lumbre ofrecidos. Por donde quiera que pasó, con el puño deshilachado de la camisa de su eslabón, y entre el humazo, como supo dejar buen recuerdo. Cuidó lo de mugrienta. Mientras tanto, la ortofónica de tizón de chamiza chamagua, cerraba los ojos bolsudos, como los de los saotros, como si fuese propio, tal vez más imprescindible iba mascullando metákuca, que lo propio, si lo hubiese tenido. Guar automática, chirriante, esplinesca, incanpos, y se iba adormilando, adormilando.
do para quién le diera trabajo, o le aco sable, la serie obligada de discos Victor (Muy cerca de ño Justito comenzaban tentonces estridular los chiquirines, a giera con benevolencia, fidelidad de perro. que alegraba y aligeraba el efecto corroÝ nunca, cuando la necesidad o el acaso, alumbrar sus candiles las luciérnagas yente del guaro. Iban pasando los discos.
entre los escobillales: y de la otra orilla le hizo tornar a sitios donde antaño se Los discos alborotadores. Los discos detuviera, encontró mala cara, ni repulsa sentimentales. Los discos lacrimantes.
del río, hacia la quebrada del Curtidor, a su machete de tareyero, o su puño de Los discos que ponían hormigueos en la algún guas hacía sonar, melancólico, su arador. El amor encendió alguna vez fue planta de los pies, y encendian pólvora saxofono. go vivo en el rescoldo que en su pobre de chispa del diablo en la sangre caldeaalma dejara la desaparición de la compa da por el alcohol. Fox de los besos.
Discreto en el amor ñera; pero aquel fuego se había extin Cuatro milpas. Tango negro. Marinero.
guido, fugaz, bajo la vieja mortaja. Vivió Tardes del Ritz. Chau Chau. Cuando En la vida no se le conoció mujer a a Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica