Enrique Espinoza

REPERTORIO AMERICANO Tomo XXVII SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA San José, Costa Rica 1933 Sábado 26 de Agosto Año XV. No. 648 Núm. Buenos Aires de antaño.
SUMARIO. Cunninghame El Destino cs chambón Graham Dos fragmentos Rafael Alberto Arrieta Carta a Bartolomé Mitre y Vedia.
Juan del Camino Bibliografia iitular.
Leopoldo Huriado Del Buenos Aires antiguo Arturo Cancela Juan Marinello José Marti Un lector argentino de Rousseau La lección de Darwin.
Partida para las Islas Enrique Banchs NUMERO DE LA REPUBLICA ARGENTINA (Bajo la dirección de ENRIQUE ESPINOZA. c: Rivera Indarte, 1030. Buenos Aires. Rep. Argentina)
Buenos Aires de antaño ne.
Cuando ya habían botado el anpodía contemplarse toda la ciucla, que caía con recio chasquidad.
do en las aguas amarillentas y Casi todas las mercaderías se Un capitulo del ljbro El Rio de la Plata. Trad. de Pérez Triana revueltas, nada se alcanzaba a llevaban de los botes de desemver. Poco a poco llegaban, salbarque a carretones tirados por tando por entre las olas cortas y bueyes, de estructura muy primiagitadas, algunos remolcadores y tiva y con enormes ruedas. El toda una flotilla de botes balleconductor, que generalmente era neros, tripulados principalmente vizcaíno, se sentaba sobre el yupor genoveses. No parecían venir go, llevando un recio mazo en la de patria alguna, pues no había mano y cruzaba las piernas que tierra a la vista. Alrededor de dejaba colgar por encima de los nuestro buque, se hallaban otros cuernos de sus bueyes. El resulbarcos, meciéndose hasta dejar al tado de estos trasbordes era que descubierto las placas de cobre el desembarque de las mercancias de sus fondos; eran naves genocostaba casi tanto como el flete vesas, francesas e inglesas y aldesde Europa hasta el Río de la gún bergantin de Portland, MaiPlata. Después de correr el azar de la aduana, lo que en esos días En tanto que los remolcadores era cosa muy seria, se salía a y los botes balleneros no habian unas calles de arcadas bajas, hallegado, no podía uno barruntar bitadas exclusivamente por italiapor qué habían anclado tantos nos de la clase marinera. Alli se barcos juntos allí, donde no se diles veia sentados en misérrimos visaba la tierra y en una mar kan cafés, bebiendo grappa y juganbravia. los diez minutos de Cunninghame do al naipe. De las mesas se alandar al vapor en un bote baGraham zaba un confuso rumor de todos llenero, se veían los techos de las los dialectos de la peninsula itaPor Alberto Guiraldes iglesias, las cúpulas, las torres y liana.
algunas altas palmeras; cinco miLo que llamaba la atención aun nutos después, aparecía una ciudad mendra allí, entre esa gente de mar, en blanca, de aspecto oriental, casi donde todo tenía sabor salino, era toda de azoteas, que se diría surver a la puerta de todas las cagia de entre las ondas.
gen en que estaba edificada la Ali llegaba un enjambre de bo S3S uno o dos caballos maneados.
Poco a poco se la veía con ma ciudad. Había un muelle de ma tes, tripulados principalmente por Saliendo de allí, al entrar en las yor claridad; hacia el oeste se al dera despedazado a trechos, y que napolitanos y genoveses, que bocalles ahondadas, tendidas entre zaba un barranco bajo, pero la era motivo de inagotable chcca gaban alrededor de las lanchas coandenes que corrían a cosa de ciudad continuaba apareciendorrería para el redactor del perió mo habían rodeado antes a los una vara de elevación, se velan como sin base hasta que los redico inglés The Buenos Aires Stan barcos transatlánticos. Los pasamás caballos. Los vendedores de molca dores habían avanzado un dard, Patrick Mulhall, que reno jeros prudentes no entraban en leche, que casi siempre eran vizpoco más. Entonces se definía con vaba la ma todas las semanas caballo. Otros más precisión; esto es, la parte bajo la rubrica de Un agujero cerrado trato con aquellos piraesos botes, sino después de haber caínos, andaban hombres que llevaban redes de más cercana a la margen del io, en el muelle. El dicho muelle se tas ribereños, porque como no hapescar o pieles frescas, goteantes, porque el suelo era tan plano que internaba cosa de cien varas en de reses recién desolladas, tambía tarifa de precios o si la halas casas más inmediatas ocultael mar.
bién anda ban a caballo. Se veian ban a las demás, creando la im Por lo general, las aguas no bía no se encontraba quien la hitambién hombres de negocios, bien presión de una larga lista blanca daban iondo para que las lanchas ciera obligatoria, lo seguro era trajeados, cabalgando en sillas incontra las aguas amarillas, inte desembarcaran a sus pasajeros.
que cobraran cinco o seis pesos glesas de cuero barato y forma rrumpida acá y allá por redondas Estos llegaban casi de seguro ma por el transporte en las dos o abominable, y todo caballo que cúpulas de tejados rojos.
reados y empapados hasta los trescientas varas hasta llegar a pasaba, a primera vista dejaba Por fin, después de una trave huesos, porque las cinco leguas la orilla. Se desembarcaba en una conocer que tenía boca como de sia de cosa de cinco leguas, que eran de aguas casi siempre agita escalinata resbaladiza, revestida seda, de esas bocas con que se dejaba a la flota de vapores an das y las lanchas, amplias de proa de conchas y barnacles, y andan sueña en Europa sin encontrar jaclada con las calas hundidas bajo y cortas de eslora, saltaban y se do a tropezones se subía al mue más caballo alguno que la tenga, el horizonte, se llegaba a la mar hundían como un caballo salvaje. lle, desde donde por primera vez en tanto que aqul ia tenía hasta Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica