300 REPERTORIO AMERICANO como nosotros, su causa en las manos de Jesucristo.
El Reverendo contestó. Cristo habla de la salvación del alma, mas para los intereses del cuerpo, está la justicia de la Guardia Rural. Si no me devuelven ahora mismo mi paquete, voy a llevar mi queja al cuartel. Sería capaz de hacer eso, Reverendo. Que no se diga de un cristiano. Tampoco es cristiano robar a un hombre que ayuda la obra del Señor.
El Señor dijo: Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
Una abierta y al mismo tiempo cerrada carcajada de aquella terrosa patulea cortó las últimas palabras del Reverendo. Entonces, Chano Galbán, sacando de su escondite el paquete de biblias, se lo dió a Mister Lewis, diciéndole muy socarronamente comungido: Tome, Reverendo; no era más que una broma; perdónenos si hemos cometido pecado.
Mister Lewis cogió su paquete y abrióle para ver si estaba completo; después, lo encaramó sobre el hombro derecho, y a guisa de despedida, nos dijo, severamente. En el nombre de Cristo, les perdono, porque me han devuelto intacto mi paquete, pero otra vez, hay que respetar los intereses temporales.
El Reverendo Mister Lewis comenzó a andar rumbo al poblado de Hormiga Loca. Detrás le seguía la unánime carcajada de aquella veintena de cortadores de caña. Digo mal, éramos diez y ocho, pues los dos jamaiquinos, por solidaridad, no se reían. Hemos pasado un buen rato me dijo Chano Galbán.
Yo le contesté. Eso hay que bautizarlo con ron.
Después de todo esto ha sido una ligera crueldad con un buen diablo inofensivo, que se busca la vida en el nombre del Señor; pero. caramba! se nos carga demasiado cuando se nos dice. poned vuestra carga en las manos de Jesucristo. mientras los otros ponen la suya en las manos del soldado y del juez, Sin embargo, Cristo también fué juzgado.
Chano Galbán, que como buen criollo dominicano, casi todo lo había. objeto de chacota, mirando a la guardarraya por donde al otro día tendría que llevar su paso de pulsador de la vida, en el cañaveral antillano, casi clamo, con la sonrisa en los labios y una incontenida emoción en la voz. Cristo, Cristo, nos están tomando el pelo en tu nombre, pero en tu nombre, hay que luchar por tu verdadera palabra de amor y de justicia.
Yo, Marcos Antilla, acordándome de que no en vano era también un criollo, le dije, dando al viento una carcajada. Pero. oye, Chano. eso que has dicho va en serio?
Luis Felipe Rodriguez ¿Por qué no estaba, entonces, junto a él, este paquete de biblias? Era una impiedad pensar que se lo hubiese tragado la tierra. Para meditar se concentró en sí mismo, como la futura mariposa en el estuche renovador. Su cabeza movióse de lado a lado, con el ritmo de un péndulo. No, no. No lo dejara olvidado en ninguna parte. El lo había traído consigo, sobre el hombro. derecho, que todavía conservaba la huella de su contacto. Entonces. El Reverendo Mister Lewis, volvió a meditar. Entre un paréntesis de instantes, me envolvió en la impaciencia de su mirada, que preguntaba. sabe usted, por ventura, a dónde ha ido a parar mi paquete de biblias. Maliciosamente, yo no supe qué contestarle. Dirigió, más apremiantemente a los demás, la misma muda interrogación. Como si se hubiesen puesto de acuerdo, aquellos hombres negaron con el hombro. Verdaderamente, que aquel día, era el elegido para que el Señor llamara a prueba al humilde siervo, puesto en el camino de su servicio. Mas, en la tierra del mal hay un límite para todo; todo tiene su Alfa y su Omega.
Con una nueva impaciencia, acaso tocada del pecado de la ira, el Reverendo Mister Lewis, dijo, por fin. Señores, si alguno ha cogido, por juego, mi paquete de biblias, devuélvamelo, pues me voy. Dios castiga al que se apropia de lo ajeno, aunque sea con la mejor intención.
Chano Galbán contestóle muy serio. Reverendo, esa desconfianza es pecado, aquí nadie. le ha cogido su paquete. Sin embrago, yo traje aquí mi paquete. Está usted seguro. Segurísimo. Mire, amigo, que a Seguro lo llevaron preso. Yo no conozco a ese Mister Segura, pero sí, yo sé, que vine aquí con mis libros, El portorrqueño dirigió al cielo una mirada socarrona, como preguntándole: Cielo. sabes tú, dónde está un paquete de biblias? Si lo has cogido, tíramelo en las manos, porque el Reverendo se marcha.
El Reverendo, ya con el pecado de la cólera en el cuerpo, apremió. Bueno, mi paquete; yo lo conduje aquí, y aquí mismo me lo han robado. Reverendo, nosotros somos humildes cortadores de caña, pero no ladrones. El que se apropia de las cosas ajenas, sin el consentimiento de su dueño, es un ladrón. En mi país se castiga con mano fuerte el robo. Son muy severas y justas las leyes de Inglaterra. Allí no es como aquí. Reverendo, nos está insultando; mire que en todas partes el pez grande se come al chico, y al que se hace de miel le caen hormigas. nosotros siempre nos están cogiendo el sudor, tanto los nativos como los extranjeros, y no tenemos a quien quejarnos. Ponga usted, El americanismo de Marti. Viene de la página 296)
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dicos no adictos al caudillo. El Monitor Republicano. por ejemplo, decía alguna vez: El plan de Tuxtepec, sostenido por el alfanje de Mahoma: Creę o te ma va en las banderas de Porfirio Díaz, pronto a recorrer a sangre y fuego el territorio todo de la República.
Pero tratándose de Martí. cómo se concibe que lo emplee quien dijo: Cuando tengo que decir bien, hablo. Cuando mal, callo. Este es el modo mío de criticar. Además, el momento era tan delicado, que los extranjeros debían cuidarse de no terciar en la cuestión.
Don Anselmo de la Portilla, aquel buen periodista español, propietario y director de La Iberia. ya desaparecida, escribió también acerca de la situación política; pero a diferencia de Martí, su lenguaje era débil y comedido: Parecerá tal vez excesivo atrevimiento el mío, siendo extranjero, poner la mano en la temerosa cuestión que actualmente se agita en esta República. entonces ocurre lo inevitable. Las pasiones políticas están desatadas, y divididos lastimosamente los mexicanos. Acaso se hzo público reproche a la actitud de Martí? Acaso el mismo jinete feliz y vencedor de Tuxtepec y Palo Blanco, al sentir en el rostro de soldado el tajante ataque de Martí, dió a sus edecanes la orden de castigarlo? Lo cierto es que Martí tuvo un doloroso anticipo primer episodio de lo que poco más tarde habría de ocurrirle en Venezuela, y llegó a su oído puro y bienintencionado el doloroso reproche concretado por Mañach: quién es, además, este sublimador de rebeldías? Un aventurero de la política y de las letras, un extranjero que se permite el lujo de adoptar actitudes libertarias. Sólo que la conducta de Martí no es ahora igual a la que observará ante el ataque de Guzmán Blanco. Entonces, abandonará. Venezuela, callado y triste, ante tamaña incomprensión y desdicha de un pedazo de su tierra americana, no sin exclamar: De América soy hijo: a ella me debo. de la América, a cuya revelación, sacudimiento y fundación urgente me consagro, esta es la cuna. DeVenezuela en qué servirla: ella tiene en mí un hijo. Ahora, en cambio, desahogará su corazón; atacará con mayor dureza al caudillo tuxtepecano en su artículo Extranjero, recogido ahora por la primera vez; y se despedirá de México haciendo profesión de fe de su ciudadanía, con palabras que reflejan la temible indignación de los hombres dulces. Es conveniente. escribe al comenzar. que cada hombre autorice sus me Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica