REPERTORIO AMERICANO 13 Leyenda del Sombrerón Del precioso libro Leyendas de Guaternala, de Miguel Angel Asturias. Ediciones Oriente, 1930. Guatemala El Sombrerón recorre los portales.
En aquel apartado rincón del mundo, MIGUEL ANGEL tierra prometida a una Reina por un Na ASTURIA vegante loco, la mano religiosa había construido el más hermoso templo al lado de las divinidades que en cercanas horas fueran testigos de la idolatría del hombre, el pecado más abominable a los ojos de Dios, y al abrigo de los vientos que montañas y volcanes detenían con sus inmensas moles.
Los religiosos encargados del culto, corderos de corazón de león, por flaqueza humana, sed de conocimientos, vanidad ante un mundo nuevo o solicitud hacia la tradición espiritual que acarreaban navegantes y clérigos, se entregaron al cul EDICIONES ORIENTE tivo de las bellas artes y al estudio de las ciencias y la filosofía, descuidando sus obligaciones y deberes a tal punto, que, como se sabrá el Día del Juicio, olvidábanse de abrir el templo, después de Historia del Sombrerón llamar a misa, y de cerrarlo concluídos Contada por José Milla en su novela El Visitador. Tomo de las Obras comlos oficios. pletas de don José Milla, Guatemala. era de ver y era de oír y de saber las Goubaud y Compafila. editores 1897 discusiones en que por días y noches se Pues habéis de estar y estaréis que enredaban los más eruditos, trayendo a éste era un español muy pobre, llamado tal ocurrencia citas de textos sagrados, don Juan de Orena, que poseía unas tielos más raros y refundidos.
rras en las inmediaciones de la laguna de Panajachel. No las habia poblado era de ver y era de oír y de saber la de ganados, por falta de dineros con que plácida tertulia de los poetas, el dulce comprarlos, y estaba reducido a ocupar arrebato de los músicos y la inaplazable sus tierras con unas pocas cuerdas de labor de los pintores, todos entregados a milpa, que la mayor parte de los años se construir mundos sobrenaturales con los le perdian, sin producir nada. Cansado recados y privilegios del arte.
al fin de tanto trabajar de balde, una noche, desesperado, se salió del rancho Reza en viejas crónicas, entre apostien donde vivia y se fué por los montes llas frondosas de letra irregular, que a dando voces y Jamando al diablo.
nada se redujo la conversación de los filósofos y los sabios; pues, ni mencionai.
El pobre don Juan de Orena grito y gritó y grito por los montes, hasta que sus nombres, para confundirles la Su. al fin de entre unas peñas vió salir un prema Sabiduría les hizo oír una voz que hombrecillo delgado, con unas piernas les mandaba se ahorraran el tiempo de muy largas para su cuerpo, las espaldas escribir sus obras. Conversaron un siglo y las caderas muy anchas y una gran sin entenderse. nunca ni dar una pluma cabeza que desaparecía enteramente bada, y diz que cavilaban en tamaños erro jo un enorme sombrero, picudo y de alas muy anchas.
res.
De los artistas no hay mayores noti Pues ése era el Sombrerón, como cias. Nada se sabe de los músicos. En quien no dice nada.
las iglesias se topan pinturas empolva Ni más ni menos. El Sombrerón, que das de imágenes que se destacan en foniba a ver para que le llamaba el español.
dos pardos al pie de ventanas abiertas Le refirió éste su cuita: dijole cómo había trabajado tantos años sin el menor sobre panoramas. curiosos por la novedad provecho y que desesperado ya, estaba del cielo y el sinnúmero de volcanes. Enresuelto a hacer pacto con él y entretre los pintores hubo imagineros y, a juz garle su alma dentro de tres años, siemgar por las esculturas de Cristos y Do pre que le diera desde luego muchas, lorosas que dejaron, deben haber sido muchas riqu3243.
tristes y españoles. Eran admirables.
El trato quedó ſirinado esa misma noLos literatos componían en verso, pero che, y el Sombrerón puso por condición de su obra sólo se conocen palabras precisa que a nadie había de regalar el sueltas.
español cosa alxrina de lo que él le diese.
Pues no faltó. Al día siguiente amaneció el rancho de Orena cambiado en Prosigamos. Mucho me he detenido una hermosa casa: sus tierras pobladas en contar cuentos viejos, como dice Ber de ganados y las milperias convertidas nal Díaz del Castillo en La Conquista de en siembras de trigo. Tenia un buen Nueva España, historia que escribió para molino y muchos esclavos; era un hombre poderoso y todos le saludaban con contradecir a otro historiador; en suma, respeto, llamándole señor dor. Juar. El lo que hacen los historiadores.
español se había vuelto orgulloso con la Prosigamos con los monjes. Continua en la página siguiente)
Entre los unos, sabios y filósofos, y los otros, artistas y locos, había uno a quien llamaban a secas el Monje, por su celo religioso y santo temor de Dios y porque se negaba a tomar parte en las discusiones de aquéllos y en los pasatiempos de éstos, juzgándoles a todos víctimas del demonio.
El Monje vivía en oración dulce y buenos días, cuando acertó a pasar, por la calle que circunda los muros del convento, un niño jugando con una pelotita de hule. sucedió. sucedió, repito, para tomar aliento, que por la pequeña y única ventana de su celda, en uno de los rebotes, colóse la pelotita.
El religioso, que leía la Anunciación de Nuestra Señora en un libro de antes, vió entrar el cuerpecito extraño, no sin turbarse, entrar y rebotar con agilidad midiendo piso y pared, pared y piso, hasta perder el inipulso y rodar a sus pies, como un pajarito muerto. Lo sobrenatural! Un escalofrío le cepilló la espalda.
El corazón le daba martillazos, como a la Virgen desustanciada en presencia del Arcángel. Poco necesito, sin embargo, para recobrarse y reír entre dientes de la pelotita. Sin cerrar el libro ni levantarse de su asiento, agachóse para tomarla del suelo y devolverla, y a devolverla iba cuando una alegría inexplicable le hizo cambiar de pensamiento: su contacto le produjo gozos de santo, gozos de artista, gozos de niño.
Sorprendido, sin abrir bien sus ojillos de elefante, cálidos y castos, la apretó con toda la mano, como quien hace un cariño, y la dejó caer en seguida, como quien suelta una brasa; mas la pelotita, caprichosa y coqueta, dando un rebote en el piso, devolvióse a sus manos tan ágil y tan presta que apenas si tuvo tiempo de tomarla en el aire y correr a ocultarse con ella en la esquina más oscura de la celda, como el que ha cometido un crimen. Poco a poco se apoderaba del santo hombre un deseo loco de saltar y saltar como la pelotita. Si su primer intento había sido devolverla, ahora no pensaba en semejante cosa, palpando con los dedos complacidos su redondez de fruto, recreándose en su blancura de armiño, tentado de llevársela a los labios y estrecharla contra sus dientes manchados de tabaco; en el cielo de la boca le palpi.
taba un millar de estrellas.
G;La Tierra debe ser esto en manos del Creador. pensó.
No lo dijo porque en ese instante se le fué de las manos rebotadora inquietud. devolvién lose en el acto, con voluntad extraña, tras un salto, como una inquietud. Extraña o diabólica. Fruncía las cejas brochas en las que la atención riega dentífrico invisible y. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica