280 REPERTORIO AMERICANO Not dead, but gone before.
Rilke, ël: ido Los libros No sé, no sé cómo puede vivir así. Paul Valéry repetía, consternado, su frase, con la obsesión prendida por el recuerdo reciente de la visita a Rilke.
Veníamos hace apenas tres mesesen uno de esos vaporcitos blancos, que con su empaque cándido de cisnes egoístas cruzan, como en puntillas, el lago Léman. La orilla desfilaba con un dedo en los labios. Allí, en el otro extremo, bajo aquellas montañas transfiguradas ya en ebúrneos témpanos de hielo, quedaba Rilke; mal cobijado por entre los ruinosos paredones de su torreón de Muzot: la torre mocha, desmantelada y fría, cedida a la penuria del poeta, que había refugiado en ella todo su pavoroso azoramiento de murciélago, entre tinieblas de abandono y soledad.
Allí quedaba Rilke, solo completamente, en un hueco del bosque, esperando el invierno sin los indispensables elementos para comer, beber y arder; olvidado de todos, sintiendo sobre sus espaldas esa capa empapada de relente con la cual le cogía su fiebre, cada día, al anochecer.
Allí quedaba su tierna sensibilidad, en carne viva, rodeada de piedras ateridas, de piedras que, al avanzar la otoñada, habrían de erizarse de un frío hostil, enconado y apremiante, cada vez más ávido de hincar sus agujas de frialdad recrudecida. Valéry pensaba en todo esto, y en la fragua helada que había de refundir su exacta poesía de invernadero.
El vapor avanzaba hacia Ginebra; todo era, en torno nuestro, tibieza de verano, caricia grata de crepúsculo bien previsto, concertado por la oficiosa dirección de algún buen hotel; el barco, adormecido, se dejaba ir: Mas Valery venía estremecido por ese calofrío que mordia a Rilke. Sobre la tersura del lago, sobre la tensa tela de agua, bien estirada al anochecer, era el único pliegue Valéry.
Acallando sus propias admiraciones, el pasaje se iba replegando, solemne, hacia la borda que costea la montaña, y ésta le obsequiaba con una sonrosada sonrisa que su cotidiana aquiescencia emitía, fugaz, entre dos luces. Yo me había quedado solo a popa, con Valéry.
Se han marchado los músicos, enfundando violines que exhalaban todavía una melancolía húmeda. Se ha ido una rubita que tiraba pedazos de pan a las gaviotas. Ha quedado en el aire una gaviota; continúa su vuelo, picando aquí y allá las notas dispersadas que ha dejado, al volcarse en el cielo, el último quejido de los violines. Obcecada y tenaz, da vueltas y más vueltas sobre la estela del bardo, ahuecando las alas como bailarín solitario que tararea, interminablemente, algún vals fugitivo por los deslustrados pasillos de su casa.
Valéry conversaba de unas cosas y de otras de la generación joven en España; de su actitud, por él aconsejada a la de ellos, los simbolistas, etc. pero no se le separaba la estampa desolada del poeta que acaba de ver, y en su frente se manifestaba ese torcedor gris. Yo no comprendo como puede vivir, en esas condiciones, Más aun que en la pura poesía, creo en la pura inteligencia de Valéry. eso Uno de los ensayos del excelente libro Mentira desque él no comprendía, no se podía comnuda. Edición de Espasa Calpe, Madrid. 1933 prender. Ahora veo cómo, en rigor, este Rilke, que ha muerto hace unos días, ya para entonces había dejado de existir, No estaba muerto, pero ido sí. Era un turbio despojo fantasmal. Vivía, como había vivido siempre, como un trasgo medroso, como un duende: alma en pena que va por dondequiera sin dejar huella de su paso jamás. Acosado por miedos inauditos, por angustias terribles, Rilke, más muerto que vivo, había rodado el mundo proyectando su sombra en los caminos como un rápido avión al cruzar.
Auténtico bohemio, Rainer Maria Rilke había nacido en Praga, el año 1875.
Destinado al ejército por su familia, de rancio abolengo sajón, abandonó Rainer María, bien pronto, esos estudios y marchó a Alemania, publicando, a los diecinueve años, un primer libro de versos.
Viaja por Italia y por Rusia, y recala en París, donde se casa. Allí conoce a Rodin, que le hace su secretario y deja bien impresa su huella en la blanda materia poética de Rilke. En doce años de estancia, publica, en París, varios libros, entre ellos los famosos Cuadernos de Malte Laurids Brigge (1910. Vuelve a viajar; va a Suecia, a Africa, a Venecia, donde conoce a la Duce, que es como coRilke nocer a la propia Venecia aun viva todo Por Friks Hur. lo medio viva que Venecia puede ser Queda algún tiempo retenido por aquella melódica agonía de la lívida laguna, y de luna nueva huída viene a Madrid en 1914; por España pasea largo tiempo. POESIA)
pero sin conocer a nadie, ni darse a conocer.
RAINER MARIA RILKE: Trois lettres Mmc. Avec Introduction de la baronné de Cuando la más antigua sabiduría inBrimont. Publicado por primera vez en la Revue Européenne. Chez Bernard Grasset. tentaba hacer patente la dificultad de comprobar la integridad corporal de una Muertos decia aqui Lilientron hacia doncella, acudía a imágenes bárbaras, y 1908, Mehmel, en 1920, y Rilke, en 1927, Ste así afirmaba que del varón no queda más fan George es el poeta que le queda a Alemahuella que la que de su paso deja el barco nia.
en el mar, o el pájaro en los espacios.
Pertenece Stefan George al consistorio ecu.
ménico de las élites de Europa. Los intelecQuizá hoy la crítica discreta tenga que tuales como él son un poco los mandarines recurrir a estas mismas imágenes cuando de Occidente con su orgullo, torre de nieve, trate de manifestar el paso de algún poey sus escrituras, garabatos de cigüeña, seta por nuestra tierra.
gún el tropo de Lao Tsin. No son siempre Rainer Maria Rilke cruzó la España accesibles, porque, al fin, son cimas; no lo se de hace doce años, con ese paso tardo, rán porque el raudal que es brote en lo alto se hueco y sonoro de los altos espíritus encharcará por sí en la hondonada. Sin el errabundos; por ella anduvo; en ella se grano de rareza, sin el de insatisfacción, no ha habido intelectuales ni es posible que los hadetuvo, hasta empaparse de esa luz que ya. Quien les reproche altivez no yerra tamhabía ansiado y presentido en la Provenpoco; pero la aristocracia que no se aparte de za francesa. De su estancia, sin embarla vulgaridad como del crimen incruento, no go, no ha quedado en España más rasserá sino la escoria de sí misma.
tro que del ve en el cielo o del barco en Gundolf, evagenlista de George, advierte que la mar.
para el poeta de los Himnos. el ser es forSi la obra de Rilke fué poco conocida ma, en bronce, en mármol o en granito, sobre entre nosotros, menos lo fué él mismo.
la que el weerden. o sea el devenir, resbala Diríase que los que le encontraron olviy no imprime huella.
dáronse de él o murieron.
En el comienzo, pese. al Fausto. de Goethe, Cabe una última hipótesis, harto procomo al del Index Sanitatis. de Filipo Begardi, o al del bachiller de la Tubinga, no fue bable, suponer que evito cuidadosamente la acción, sino el verbo.
los encuentros. Del paso de ese gris Nada de lo creado se creó sin el Et sine peregrino ensimismado no nos queda naipso factum est nihil quod factum est. Ste da, si no es el remordimiento de no hafan George ha reivindicado con el poder del ber acertado a retenerle, y la satisfacción verbo el orden que descansa en la jerarquía.
de no haber interceptado su libérrimo Gundolf nos dirá, a la alemana, que el poeta fluir por nuestros caminos al sol. El cielo de El tapiz de la vida. suspende del esse es uno y el mismo en todas partes, y, co(Pasa a la página 28 Pasa a la página 285. ce pauvre Rilkel Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica