REPERTORIO AMERICANO Tomo XXVI SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA San José, Costa Rica 1933 Sábado 11 de Marzo Año XIV. No. 626 Núm. 10 La vida del conde. Qué hará el Presidente Roosevelt con el Embajador Gugenheim. Armando Godoy, poeta de Francia y Caballero de la Legión de Honor. Magno banquete e Armando Godoy en Paris.
El ritmo en la obra de Armando Godoy.
SUMARIO Azorin Abriendo cartas.
Cervantes: ejemplo de juventud.
Max Jiménez.
Juan del Camino Del poliedro americano.
Poesias.
Poesia.
Carlos Deambrosis Martins Primero hagamos patrias Paul Fort Juan Ramón y su continuidad.
Margot Arce Enrique Azcoaga Elena Torres Max Jiménez Arturo Zapala Enrique Diez Canedo La vida vida del conde De La Prensa, Buenos Aires Buffon Hemos llegado a Montbard, pueblecito de la Borgoña, en Francia. Vamos a visitar al conde; vive en este pueblo el conde; queremos ver y hablar un momento con el conde. Al llegar ante la casa experimentamos una profunda emoción; no nos figurábamos que la casa era así; estamos contemplándola un instante y luego nos disponemos a trasponer sus umbrales. Creíamos que el conde vivía en un magnífico palacio de pueblo, uno de esos artísticos caserones que hay en Francia y hay en España; pero la mansión del conde es un edificio senci.
llo de paredes que no llevan ornamento alguno; lo que sí tiene es una sobriedad que nos encanta. Casi preferimos esta sencillez a la fastuosidad de un palacio. La escalera por donde ascendemos es amplia y cómoda. Comenzábamos a ver lo que esperábamos: cuadros con figuras que contemplamos con gusto; las contempiamos así porque esas son también nuestras aficiones. Las salas de la casa son asimismo vastas, claras y aireadas. No podía ser otra cosa; si el conde vive en esta mansión, es, indudablemente, por sus excelentes condiciones higiénicas y por sus comodidades. claro que después ce esperar un poco en una antesala, vemos entrar a un anciano, un hombre de 73 años, que no los representa; sabemos que tiene esa edad; pero su faz, su manera viva de andar, sus ademanes, la falta de rugosidad en esta cara que estamos mirando, nos persuaden que este hombre, aunque realmente provecto, es, por el corazón, por la sensibilidad, un joven. Las maneras del conde son afectuosas; habla con sencillez; cuando habla no mira a ninguna parte; parece que su mirada se pierde a lo lejos, en lo infinito. Nos va contando su vida; es decir, la ordenación de su vivir cotidiano. Al estar en la sala, solos, durante el rato que hemos tenido que esperar, nos hemos asomado a una ventana; veíamos un extenso jardín que respalda la casa; la fronda es tupida y entre el boscaje se yerguen altivos álamos. Por este jardin es por donde debe pasear el conde; paseará y meditará; miramos ahora su cara y comprendemos, pensando en la umbría del jardín, en que la placidez de la vida del conde depende, en Buffon, lleno de pensamientos sobre toda la creación, inmenso como el niverso, mis pasos, dice, son los de la naturaleza: el orden de mis ideas es el de la sucesión de los tiempos. JOSÉ CECILIO DEL VALLE. Obras. Tonio 11, 10. Guatemala, 1930. drugador, como Don Quijote de la Mancha. Le gusta ver nacer el día. Estas primeras horas de la mañana son las más frescas y espontáneas; las demás parecen trabajosas y enrarecidas. Se trabaja mejor en estas horas en que el cerebro está descansado y limpio de las telarañas que las preocupaciones y eng rros del día ponen luego en él; el conde se levanta a ias 5, se aliña, escribe algunas cartas urgentes y sale al jardín.
El jardín es frondoso; se ven entre los árboles las pajareras que entrevimos desde la ventana; hay también jaulas con leones, tigres y osos; no faltan, na turalmente, las rapositas, modelos de astucia y disimulación, esas repositas que sirvieron de símbolo a Maquiavelo y a Gracián. Cuando no pueda uno vestirse la piel del león, vístase la de la vulpeja. decía el buen Baltasar. Ahora no hacemos política, sino que nos hallamos dentro de los términos de la historia natural, y en presencia de uno de los hombres que más brillo han dado a esta disciplina. por esta causa dejaremos el simbolismo de las rapositas y nos atendremos a su figura física. El jardín es un admirable pårque zoológico. Allá en el fondo, sobre una loma, se ve un reducido pabellón; allí es donde el conde se recoge por las mañanas para trabajar. Allí es donde se encierra de modo que no le moleste nadie y permanece laborando hasta la una de la tarde. De ese pabellón, tan bellamente situado, es de donde han salido los libros con que el conde ha encantado a toda Europa.
Debemos abrir bien los ojos para contemplar ese cuarto de trabajo. Ya estamos dentro de él; ya rodeamos la vista por todo el ámbito. Un cronista del conde, que le ha visitado como nosotros ahora, nos describe el famoso pabellón. Es ta breve fábrica está levantada en el sitio en que había un viejo y ruinoso castillo; el conde lo compró; compró también las tierras que lo circundaban; hizo que construyeran el pabellón y lo cercó de un ameno parque; desde la casa del conde hasta estos parajes hay un cuarto de legua. Veamos la descripción que de la casita hace el cronista aludido. Es un gabinete. dice cuyas paredes están enteramente cubiertas de cuadros de parte, de esta amenidad verde y alegre, tupida y letificante, de que el conde dispone. Cómo teniendo en casa un jardín cual éste no se poseerá un carácter sereno, ecuárime y, jocundo? Los que tienen jardín en casa, los que disponen de una casa con jardín, llevan mucho adelantado para vencer en la vida y mirar con calma las pasiones de los demás.
Pero no perdamos de vista al conde.
Ahora, cuando acabemos esta breve charla, nos invitará de seguro a que le acomº pañemos al jardín. Nos querrá enseñar todo lo curioso que en el bello parque se encuentra; ya nos ha parecido columbrar, desde la ventana, una pajarera llena de pintorescos volátiles. Tal vez haya también jaulas con algunas alimañas.
El conde habla con afabilidad. las de la mañana se levanta; es un gran ma Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica