ha REPERTORIO AMERICANO nas ocupa contadas páginas del licro, vive y lo empapa de la primera a la última página, merce:i a la presencia descabalada de un doble, de Manue.
lito Fernández, su hijo por la carne, su doble por el espíritu, desorbitado y enfermo. Cada uno de los personajes, muchos de ellos simplemente anecdóticos, tienen la vida penetrante y trascendental de los héroes de novela. de todos ellos y de su ambiente y de su vida total y provinciana, el autor extrae el jugo más amargo de la vida corriente. es éste uno de los mayores aciertos y más apasionantes en el arte singular de Fernando González: apasiona y se le comprende más y mejor a la segunda lectura. En Don Mirócle:es como en sus otras obras la meditación atormentada salta de un sujeto a otro, de un tema al contrario, de un personaje a otro que no vuelve a aparecer; pero, todos ellos están como ligados a la trama de la novela, viven en el ambiente doloroso del personaje central, del mismo autor, y aunque fugaces, llegan espiritualmente a ser parte integrante de ese ambiente. Quizás he dicho la palabra precisa: El sistema novelesco de González, si hablando de este despampanante escritor puede hablar de sistema, consiste en crear un ambiente tan apasionado que durante trescientas páginas el lector lo viva, lo respire, lo sufra. el ambiente provinciano y cotidiano de Don Mirócletes, de un pesimismo exasperado, es una de las evocaciones más crueles que me ha sido dado leer. todo merced a la insuperable habilidad, que a la lectura parece inconciente, arte inconciente con poco artificio, arte también, que el autor tiene para acumular menudos incidentes y personajes vivaces en un ambiente de dolorosa, de tediosa, de trágica mediocridad.
Yo busco por todos lados la manera de explicar el encan to insufrible de este libro que no se puede dejar de la mano sin agotarlo, y tal vez hablando oscurezco lo que debe estar claro. La verdad es que pocas páginas en la vida me dan como éstas la impresión desoladora de la vida en la literatura del mundo. Tal es mi verdad sobre Fernando González, así hablen de su obra con odio o con desdén todos los críticos y academias vivas. El único defecto bien visible que tiene es que no escribe como ninguno de nosotros, sino como Fernando González; es uno de los pocos escritores originales de que podemos ufanarnos.
Adiós, caro amigo y profesor. Le estoy profundamente agradecido por haberme dado esta oportunidad de hablar de mi amigo tan querido y admirado y le ruego contarme entre sus adictos.
Los hombres del porvenir de la patria son los parecidos a carranza, los que diclan leyes üespués de manosear a la gente que ha de obedecerlas; que para decretar la apertura de un camino, van, y huelen el terreno, recorren la región, apuntan las cargas de maíz que por ahi han de pasar, en una palabra, los hombres que se vuelven el camino. Somos viciosos solitarios! Grandes viciosos lo fueron los señores Caro, Suárez, Ospina. Intemperante imaginativo era Caro, que sabia mucho latin y gramática y que por eso fué Presidente. el señor Marco Fidel, y todos! Tenéis la cara del estudiante de los jesuítas: ojos apagados, opacas las escleróticas, barrosos, gra.
sosos y húmedas las manos. Viva el gran partido tal. Viva Cristo Rey!
Aparece una ley en Francia; a nuestros congresistas se les exicita la imaginación, y tenéis. una ley suramericana, o sea, un vicio solitario. Vuestros Congresos son vicios solitarios.
Por ese vicio Suramérica eş la tierra del Derecho constitucional y de las leyes; en cada uno de nuestros países hemos tenido en cien años treinta o más Constituciones, contradictorias, y unas doscientas leyes anuales.
En general no nacimos para pensar, sino para la acción. La meaitación sin el acto es dañina en todas sus formas.
Estos suramericanos tienen generalmente un ojo más apagado que el otro. Ayer vi una amiga que comía al frente. Tenía un ojo, el derecho, más dilatado, menos vivo, que no se fijaba bien en los objetos. Esto lo he observado en muchos. Será la falta de armónica irrigación nerviosa. Un amigo mio tiene un ojo desquiciado desde que estuvo en las lecciones de cuarzo; mira siempre para adelante, mientras que el otro ojo es ágil, agarra tenazmente las imágenes. Qué horrible ese ojo sin voluntad! Los ojos cobardes absorben la vida de quien los mira y lo enferman. Me he consolado recortando y guardando el retrato de Laval: esa línea de sien a sien, tan larga como la de frente a barba; ese espacio entre los ojos tan amplio como ojo y medio; eso no lo tienen sino en Francia. Unicamente un pueblo dedicado al sistema nervioso aurante miles de años puede tener un Laval.
Los ojos de este señor son separados y los rayos luminosos que en ellos entran tienen su ángulo a distancia y al frente, perpendicularmente a la línea que une las cejas. De tal manera que cuando se dirigen a nosotros quedamos cogidos en su campo visual, firme, franca y noblemente.
Pero estos malditos bizcos de Suramérica, a quienes les baila un ojo y cuyo ángulo visual no se determina, quea a torcido, incierto, ponen a uno en guardia, como si le fueran a robar o engañar. qué miras tú, terrible bizco que gritas en el Congreso. Cuál ideal agarran esos ojos y esas frases. En política, en ciencias físicas, en amor y en derecho, existe ese ojo suramericano que no puede asir el objeto, el ojo dsquiciado de mi pobre amigo.
Por eso resulta que los suramericanos son perezosos para moverse a sus quehaceres y para hablar no. Hablan alrededor; los embarga la imagen del presente. Por eso prometen y no cumplen. Su imaginación no es buena, a pesar de lo que se diga; lo que tienen es irritabilidaa semejante a la de los sifilíticos nerviosos.
Conocí, por ejemplo, al doctor Muñoz, el sabio, el que sabia las alturas todas de los Andes y la geologia toda de Suramérica. Pues no había subido ni a la próxima colina ni habia cavado un hoyo; todo estaba en su cuarto lleno de libros europeos. Todos son grandes historiadores y describen las batallas sin irlas a estudiar sobre el terreno.
Esta intemperancia imaginativa me ha atormentado mucho y voy a haceros participes de un método, de algunas imágenes que tengo para curarme; método extraido de la figura de Ciro Carranza, el estadistico, y de un vendedor a e helados, a saber: Cuando uno tiene mucho qué hacer y en qué pensar; cuando está excitado por la belleza y el terror; cuando la imaginación corre, en una palabra, debemos contenernos y deliberadamente trabajar más despacio. Prac ticar lo contrario de aquello a que somos excitados para vencer el dominio de las citaciones presentes Porque si nos dejamos poseer complejo psiquico. Mucho qué hacer. Apure, apure. o por este otro. Qué ley tan bella; dictémosla nosotros en Colombia. nos debilitamos, enredamos y no hacemos sino tonterías. En tales circunstancias, yo acostumbro imitar a un envigadeño vendedor de helados que gritaba en la calle cuando no tenía ni un cliente. Al sabroso helado español. todos los despacho. Por orden, señores, no me atropellen. Conforta, chupa y aprieta, engorda la pantorrilla y ayuda a la digestión. Como el gallo a la gallina, como la vieja al cacao, como la muchacha bonita para el hombre enamorao!
se Aquilino Villegas Véase con el Ad. del Rep.
Am. y hagise de los libros de Fernando González: Viaje a pie Mi Simón Bolivar. 50 Don Mirócletes. 50. 4. 50 Conferencia en Salamina.
por este (Viene de la página anterior)
la imaginación, y no con la realidad; no puede poseer ya la realidad. Es como mi amiga Angela, que soño que habia parido mellizos. De dónde pudo parirlos, si es virgen y soltera?
Las mujeres no se entregan a los imaginativos. Los buenos amantes tienen alma y mucosas a e paquidermo. Voy a describiros el tipo del buen amante: Abundoso de carne, aunque no en demasia, lento. Se mete una mano en la pretina de los calzones y entonces es más fácil hacer apurar una mula maliciosa y cansada; se demora mucho. Es con Ciro Carranza, aficionado a la estadistica, el gran estadistico de Medellín; se detiene mucho rato con las muchachas, los dedos pulgares metidos en las sisas ael chaleco, o bien, una mano entre la pretina de los calzones y las oye y mira sonreído paternalmente durante horas y horas. Del mismo modo trata los problemas estadísticos: cariñosamente y despacio. No me atropellen! Así es como conquista muchachas y deduce e induce de un censo cuántos hijos naturales por cabeza hubo en Cali durante un año. Igual es don Cloäomiro. Cuánta gracia, cuán terrenales, cuán olorosos a carne cruda son estos hombres realistas cuya energia no se descarga sino frotada, sobada contra la realidad!
Querida oyente: Ahí tenéis el tipo del mante bueno: ese hombre que huele a carne, a humus, que como el cerdo se revuelca en la madre tierra. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica