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168 REPERTORIO AMERICANO Gambetta En el libro que dedica a Gambetta Gheusi, el tribuno de la República Francesa se nos descubre como estadista dotado no sólo de larga vista, sino de Su equilibrio esencial cierto equilibrio esencial que no es evi De La Prensa. Buenos Aires dente a los que sólo piensan en el animador de la Defensa Nacional del año 70 y en el energúmeno de las multitudes de Belleville.
En 1873, con ocasión del entierro de Althon Shée, había dicho a los aristócratas, monárquicos todos. La antigua aristocracia pertenece a Francia; aun puede servirla. Si tiene el talento de unirse a la Francia nueva, la Francia del trabajo y de la ciencia, contribuirá, con su altivo patriotismo y su noble delicadeza, a darle aquella flor de elegancia y distinción que hará de la República francesa, en el mundo moderno, lo que era la República ateniense en la antigüedad.
Fué idea de Gambetta el establecimiento del Senado, porque su partido reLeón Gambetta publicano no lo quería y los monárquicos no veían en él sino un medio de resistencia al sufragio universal, pero Gambetta Lo extraordinario es que Gambetta vió que sin e Senado las crisis ministe suno infundir al partido radical por él riales se convertían en crisis presidenciacreado su propia prudencia. Francia esles y que una amenaza plebiscitaria se tá gobernada por los 40. 000 comitards. cernía permanentemente sobre las ins que se agitar. en los comités radicales y tituciones republicanas, como después lo radicales socialistas Ello se debe, según demostraron los éxitos del boulangisMaurras, a que no hay en las derechas mto. Una república sin Senado era la francesas otros 40. 000 hombres capaces Convención.
de su mismo esfuerzo político prolongaDesde 1875 había profetizado la in. do. Pero también a que los comitards mensa guerra que se incubaba. El prohan tenido la cautela de no atentar a los grama de Gambetta, según Deschanel, bienes de sus cnemigos, mediante confisera: Conflagración europea inevitable. caciones sin indemnización, ni tampoco Necesidad para Alemania de servirse del a las libertades personales. Esta ha sido Austria como de un instrumento de conla influencia de Gambetta. Harto se echa flicto. Acuerdo previsible entre Austria de menos en España! Turquía. Alianza indispensable de Este equilibrio esencial suvo se debe, Francia, Inglaterra y Rusia. Importan en parte, a las circunstancias de su famicia de la cuestión de Oriente. Agrupalia. Hijo de un italiano tendero de coción de los pueblos latinos y de los esla mestibles, que quería dedicarlo a la tienvos. Esfuerzo enérgico para separar Vie da, y no pudo impedir que se hiciera na de Berlín.
abogado, se vengó de la desobediencia No hay estadista europeo. que haya del muchacho, de cuyos talentos, por visto tan lejos. También en 1875 decía otra parte, se enorgullecía, no dándole Gambetta a sus íntimos: Chaudordy, más que cien francos al mes para seguir.
Ranc y otros, que en la reconstrucción en París sus estudios. Gambetta conofutura de Europa desempeñaría princi ció, pues, toda su vida la necesidad del pal papel el principio de las nacionalida trabajo y de la economía.
des. Pero añadía que: tenemos que reEn París hizo una vida irregular. Fretrasar veinte años el advenimiento de ese cuentó demasiado los cafés. Aunque tal principio, destructor de todos los equili vez no demasiado, porque fué en los cabrios y germen nuevo de complicaciones fés donde se hizo tribuno. Lo curioso en las relaciones entre los Estados. es que sabía conciliar la vida de café De Gambetta es la conocida fórmula: con la de los trabajos más serios de la El clericalismo; he ahí el enemigo. pero Gheusi nos dice que lo que con ella se condenaba no era la religión, sino simplemente la intervención del clero en las luchas politicas. De otra parte, también es de Gambetta la fórmula con que defendió las Misiones francesas en Oriente, y que dice: El anticlericalismo no es artículo de exportación.
Este libro nos muestra igualmente el origen y la recesidad de esta prudencia de Gambetta. Se la imponían las circunstancias. Un informe secreto sobre las tendencias del ejército francés le había revelado que las tres quintas partes de los jefes y oficiales del ejército eran bonapartistas, otras tres décimas se componían de legitimistas y orleanistas Leonie León, sólo una décima parte republicanos.
la enamorada de Cambetta Facultad. Procedía por épocas. Se daba verdaderas orgías de trabajo a las que seguían grandes descansos, obligada digestión de sus inmensos festines de ideas. dice él mismo. Todo el mundo le tuteaba. Los monárquicos le siguieron hasta el fin de su vida orador de tabernas. Pero él combinaba esta vida de tribuno popular con el estudio y la forzada economía.
Ya tenía treinta años cuando Julio Favre le llevó a hablar como letrado a su pueblo natal de Cahors, al sólo objeto de que supieran sus paisanos que Gambetta era ya una celebridad parisiense. consecuencia de ese viaje, los ciudadanos de Cahors hicieron entender a la madre y a la hermana del tribuno que tenían el derecho y el deber de llevar sombrero, cosa que no hacían las mujeres de la pequeña burguesía, y que explica el fondo de disciplina social que se escondía bajo el energumenismo de Gambetta.
Ello esclarece su gran éxito como organizador de la Defensa Nacional, cuando tuvo que encargarse de ella, a la caída del Imperio. No era sólo su genio de tribuno que hacía surgir sus ejércitos de debajo tierra y unía, bajo la bandera tricolor, lo mismo a los voluntarios vendeanos que a los suavos pontificios y al propio conde de Chambord, sino al mismo Napoleon III, cautivo indignado, a Guizot, al principe Joinville, al duque de Chartres, a Taine y a los intelectuales, porque su fe entusiasta y su gran patriotismo removían los corazones y devolvían a los franceses la confianza en sí mismos, sino que su inmenso trabajo y su espíritu de economía permitían reunirse las inmensas cantidades de material de guerra, alimentos y vestuarios que requerían los nuevos ejércitos. ahora no cabe duda, porque lo confiesan los generales alemanes, que de haberse seguido al pie de la letra las instrucciones de Gambetta, los alemanes hubieran tenido que abandonar los territorios invadidos.
Pero tenía demasiados enemigos.
Thiers lo calificaba de loco furioso.
Grévy le odiaba a muerte. Jules Simon, también. Entre sus amigos había muchos que no podían perdonarle el genio con que enardecía a las multitudes. Gambetta estuvo enfermo, toda la vida.
Desde la infancia, había estado enfermo.
El disturbio intestinal, que finalmente le llevó al sepulcro, le acompañaba desde la infancia y se le había agravado por la mala y escasa alimentación de sus años de estudiante y alguna enfermedad de juventud que nunca curó bien, aparte de que sus esfuerzos de orador venían a ser causa de sus muchas y graves inflamaciones de los bronquios, que le condenaban a largos descansos.
Fué una mujer enamorada de él. Leonie Léon, con la que iba a casarse, la que accidentalmente ocasionó su muerte. En una disputa cariñosa se disparó un revólver que Gambetta había dejado mal amartillado y el reposo que siguió a los días que tardó en curar la herida producida en la mano hizo que sobreviniera la complicación intestinal que le mató hace medio siglo, el 31 de diciembre de 1882. Pasa a la página 170)
170. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica