REPERTORIO AMERICANO SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA San José, Costa Rica 1933 Sábado 25 de Marzo Tomo XXVI Núm. 12 Año XIV. No. 628 SUMARIO Pérez Galdós José de Pereda.
El centenario del ingenioso hidalgo José María de Pereda El cincuentenario de Marx.
Libros y Autores.
Castelar: apogeo y perigeo del excelso tribuno Harold Laski La marcha de Cádiz.
Ardiente ser; posible actuación.
Poemas del tiempo manual.
Do los optimistas tontos El sentimiento trágico en la politica Benjamin Jarnés Enrique Azcoaga Jorge Carrera Andrade Juan del Camino León Pacheco Iorge Carrera Andrade José de Pereda Prólogo de El sabor de la tierruca. Tomo de las Obras Completas, de Pereda. edición, Madrid, 1896 ahora que estamos solos, impaciente lector, en la antesala de un libro, esperando a que se nos abra la mampara del primer capítulo, voy a hablarte de aquel buen amigo, cuyo nombre viste, al entrar, estampado en el frontispicio de este noble alcázar de papel en que por ventura nos hallamos. no voy a hablarte de él porque su fama, que es grande, aunque no tanto como sus méritos, necesite de mis encomios, sino porque me.
mueve a ello un antojo, tenaz deseo quizás, o más bien imperioso deber, nacido de impulsos diferentes. El motivo de que haya escogido esta ocasión ha sido puramente fortuíto y no ha dependido de mí. Desde hace mucho tiempo tenía yo propósito de ofrecer a aquel maestro del arte de la novela un testimonio público de admiración, en el cual se vieran confundidos cariño de amigo y fervor de prosélito. Cada nueva manifestación del fecundo ingenio montañés me declaraba la oportunidad y la urgencia de cumplir el compromiso conmigo mismo contraído; luego los quehaceres lo diferían, y por fin, solicitado de un activo editor, qu: incluye en su Biblioteca el último libro de Pereda, veo llegada la mejor coyuntura para decir parte de lo mucho que pienso y siento acerca del autor de las Escenas Montañesas; acepto con gozo el encargo, lo desempeño con temor, y allá va desordenado escrito, que debiera ponerse al fin del libro, pero que, por determinación superior, se coloca al principio, contra mi deseo.
Ni es prólogo crítico, ni semblanza, ni panegirico: de todo tiene un poco, y has de ver en él una serie de apreciaciones incoherentes, recuerdos muy vivos, y otras cosas que quizás no vienen a cuento; pero a todo le dará algún valor la escrupulosa sinceridad que pongo en mi trabajo y la fe con que lo acometo.
Veo que te haces cruces. qué simpleza. pasmado de que al buen montañés le haya caído tal panegirista, existiendo entre el santo y el predicador tan grande disconformidad de idcas en cierto orden.
Pero me apresuro a manifestarte que así tiene esto más lances, que es mucho más sabroso y, si se quiere, más autorizado. Véase por dónde lo que se desata en la tierra de las creencias, es atado en los cie! os puros del Arte. Esto no lo comprenderán quizás muchos que arden, con stridor dentum, en el Infierno de la tortería, de donde no les sacará nadie. Tal vez lo lleven a mal muchos condenados de uno y otro bando, los unos encaperuzados a la usanza monástica, otros a la moda filosófica. Yo digo que ruja la necedad, y que en este piadoSo escrito no se trata de hacer metafísicas sobre la gran disputa entre Jesús y Barrahás Quédese esto en lo más hondo del tintero; y a quien Dics se la dió, Cervantes se la berdiga.
Andando.
Conocí a Pereda hace once años, cuando había cscrito las Escenas Montañesas y Tipos y paisajes. La lectura de esta segunda colección de cuadros de costumbres impresionó mi ánimo de la manera más viva. Fué como feliz descubri: miento de hermosas regiones.
José de Pereda Madera de Amighetti El centenario del ingenioso hidalgo madas. Sintiéndome con tímiD. José María de Pereda De El Sol. Madrid Hidalguía. La heredó y la legó cumplidamente don José María de Pereda, que al trasponer las fronteras de la muerte era, además de un patriarca, un clásico. Supo ser la encina secular a cuya sombra se congrega ur. pueblo entero. Encarnó las ejemplaridades más resistentes de la montaña, y su obra las perpetúa en una prosa de la que reciben los suyos alegria para siempre.
Quien le proclama el mayor paisajista de nuestra literatura antigua y moderna, no le exalta demasiado.
El creador de Muergo, de Sotileza o de Chisco es invulnerable al olvido.
El mejor homenaje del centenario sería un libro a su memoria.
da afición a trabajos semejar tes, aquella admirable destreza para reproducir lo natural, aquel maravilloso poder para combinar la verdad con la fantasía, y aquella forma llena de vigor y hechizo me revelaban la nueva dirección del arte narrativo, dirección que más tarde se ha hecho segura e invariable, obteniendo al fin un triunfo en el cual ha llevado su iniciador parte principalísima. Algunos de tales cuadros, principalmente el titulado Blasones y talegas, pro (Pasa a la página siguiente. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica