276 REPERTORIO AMERICANO Un cuentista peruano De El Tiempo. Bogotá pueblo, entretanto, los indios se han enterado de ese regreso subrepticio. Aun se puede decir que contaban con él. resueltos a desgraviar a los jircas. los dioses de la tribu, ofendidos con el delito de Cunce Maille, se aperciben, fría y astutamente, a darle caza al reo. La escena de la captura y muerte del indio, sorprendido en su choza por la jauría humiana, es de una grandeza épica. Cunce Maille se defiende como un jabali acosado. Pero la traición de un amigo, preparada con melosa doblez, lo entrega al fin a la saña de sus perseguidores, quienes lo ultiman con gaña salvaje a los pies de su madre. El ambiente de tragedia feroz que se respira en estas páginas, las hace inolvidables.
Otro de los mejores cuentos del voApreciaciones Don Enrique López Albújar es un distinguido abogado peruano que, al mar. gen de sus actividades forenses, ha escrito uno o dos libros de narraciones breyes en las cuales se muestra como un óptimo y ágil cultivador de aquel género difícil. mí me envió hace ya tiempos uno de esos libros, galantemente dedicado y acompañado por una tarjeta de Chocano, en que el sumo parnasida de Alma América me recomendaba la obra de su compatriota y me pedía, de camino, que le consagrara unos cuantos renglones. No falta de buena voluntad, mi pereza proverbial me impidió entonces ocuparme en el libro de López Albújar. Pasóme lo que a aquel protagonista de un poema campoamorino que, puesto en el trance de darle respuesta a una carta de mujer, se afirmaba todos los días: La escribiré mañana. que al fin no la escribió nunca. Hoy, sin embargo y en presencia del conflicto internacional a que estamos abocados por causa de la mala fe sanchezcerril se me brinda una nueva oportunidad para hablar de aquellos cuentos acres y truculentos, en los cuales el alma de la raza indígena peruana está estudiada lúcida y magistralmente, casi podría decirse con criterio clínico.
La impresión que posiblemente predominará en el alma de todo colombiano que recorra aquellas páginas, o por lo menos la que predominó en mí, es la de quien penetra, en un mundo desconocido, en una región estigiana de desolación y espanto donde nada recuerda la vida de nuestros campos y aldeas.
El mismo autor lo confiesa paladinamente en las frases preliminares de su libro. He puesto en el dice mucho de sombrío y de trágico. El indio peruano que allí se describe no parece tener nin. guna afinidad con el nuestro. Hijo de una raza secularmente intoxicada por la coca la sacra mama cuca de los quichuasmes un ser hermético, fatalista y rencoroso. La misma naturaleza en que mora, el frigido altiplano perennemente flagelado por cierzos cortantes y hopado por la nieve, contribuye a agudizar esa torva tristeza que sólo confia a su quena. especie de flauta extraña, tallada en un fémur o en una tibia humana.
En algunos pueblos o regiones frecuentemente separadas entre sí por odios ter naces el indio tiene su justicia distinta de la oficial y que es administrada, como en los clanes y tribus primitivos, por los viejos, a quienes llaman los yayas. Estos magistrados forman una especie de areopago que dicta sus fallos después de haberse inspirado chacheo de coca, planta que, según una superstición indígena, procura el don divinatorio y profético. Tal organización de la justicia, le ha inspirado a López Albújar uno de los cuentos más característicos de su manera, el intitulado Ushanan Jampi. lo cual significa El último remedio. Es la historia de un indio bravio y feroz como un animal montés, llamado Cunce Maille, Condenado por robo de ganado a un destierro inexorable que no le permite tornar al pueblo nativo, donde tiene su cabana, el indio no se resigna a la cruel sentencia de los yayas. Acuclado por una nostalgia casi animal, vuelve a gu choza clandestinamente, aunque sabe que, al hacerlo, se juega la vida. Pero en el Sr. Dr. Enrique López Albújar.
He leído con singular interés, señor mio, sus Cuentos Andinos. claros de dibujos y llenos de color y de calor. Su dramática truculencia me ha llamado fuertemente la atención. Lo del piojo me recuerda una poesia de Burns. Eso que dice Ud. de que el pesimismo de Schopenhauer era teoría y vanidad y el del indio es experiencia y desdén me parece una observación muy justa, que merece detenido comentario, y lo haré, como he de hacer otro a lo de su cati par merced a la coca. Leyéndole y en la parte irónica de su relato he pensado que no en vano pasó por ahi Ricardo Palma cnseñando sobriedad en el relato. De cualquiera de los cuentos de usted se podría hacer, hinchándolo, una excelente novela, pero prefiero esos extractos comprimidos y llenos de jugo. Hay uno, sin enbargo, que me gustaría ver desarrollado en artística psicología y es El caso Julio Zimens ¡Que de cosas hay en ege caso! Es un tema riquísimo, para novela, para drama, para un es.
tudio. Lo tengo que comentar también. gracias por las sugestiones que me ha dado con su precioso trabajo y por los temas de glosas y comentarios quien anda a busca de ellos. por ahora no más.
Tan sólo que cuente como un amigo a Miguel de Unamuno Salamanca, 12 11 1933.
Enrique López Albújar es uno de los pocos escritores de mi generación en el Perú que dejará obra en prosa sumamente apreciabe, puesto que todo ella le ha entrado por los sentidos y le ha brotado después del corazón. Sin literatismo, escribe Cuentos Andinos. que parecen sudar sangre; sin afectación, escribe De mi casona. que parece llorar agua de primavera sobre la sequedad recóndita de las desolaciones. Aquél es un libro de cuentos; éste, un libro de cantos. esta feliz amalgama de cuentista y poeta que hay en Enrique López Albújar, trasciende en toda su prosa, que cuando no se caracteriza por su vernaculismo manifiestase henchida de sinceridad. La obra de este compañero mio es tan fiel en lo que cuenta como leal en lo que canta Yo me siento orgulloso de su obra como si fuese mía.
José Santos Chocano lumen y escrito en la misma manera atrevida y ruda Se llama El Campeón de la Muerte. Su protagonista es un semimestizo, el illapaco Jorge, indio de una cruedad desembozada y mercenaria que se gana la vida poniendo su destreza de infalible tirador máuser al servicio de quienes tienen un odio que saciar o una venganza que cumplir. también puede citarse, por el hálito de intensa dramaticidad que la anima, la narración intitulada Cachorro de Ti.
gre. Ishaco es un indiecito de doce años, recogido a la muerte de su padre, el desalmado bandido Magariños, en el hogar honorable de un magistrado judicial. Ishaco es listo, trabajador, móvil como una ardilla. Pero su protector, habituado a bucear en el alma humana, no tarda mucho en descubrir en el las más horrendas taras morales, los más depravados instintos de ladronzuelo y asesino. El alma del feroz Magariño revive con toda su hipocresía y su crueldad, en el frágil cuerpecito de Ishaco.
Pero aquí prefiero dejarle la palabra al autor. Ishaco se cazaba los piojos y se los contia, deleitosamente, después de verlos andar sobre la uña; se hurtaba los pedazos de carne cruda y sangrienta y los engullia con la rapidez y voracidad de un martin pescador; recogía en cualquier cazo la sangre de los animaleg degollados, y, humeante aún, se la bebia a tragantadas, celebrando después con risotadas bestialas el cloqueo que aquella hiciera al pasarle por la garganta; had cía provisiones de cebo y de piltrafas recogidas en la cocina, ocultándolas en cualquier escondrijo, para sacarlas más tarde en plena descomposición y devorarlas a solas y tranquilamente. Era a ratos perdidos un insectívoro y un an.
tropófago. Por la carne era capaz de todo, y aun cuando a la hora de comer no tenía preferencias por ninguna, roja o blanca, cruda o cocida, tierna o dura, los trozos crudos y sanguinolentos, aca. bados de traer del mercado, causábanle como una especie de sádico enternecimiento. Para el habría sido un placer revolcarse a la manera del gato cuando olfatea algo que excita su sensibilidad, sobre un colchón de carne roja y palpitante.
Un día, Ishaco desaparece de la casa donde se le ha acogido tan afectuosamente. Pasan los años. un día, de pronto, empieza a hablarse en voz baja de un bandido que aterroriza la región. Entre sus víctimas, se cuentan los presuntos matadores del tristemente famoso Magariños, a quienes el nuevo salteador ha capturado y hecho perecer con refinamientos de crueldad dignos de 109 sayones chinos. otro día, el propio salteador cae en poder de los gendarmes y es conducido a la presencia del juez.
Sorprendido, este lo reconoce al punto.
Es Ishaco, su pequeño sirviente de años atrás. No ha cambiado. Tiene el mismo aspecto inquietantemente simiesco. Log mismos ojos huyentes e hipócritas. La misma boca pálida y cruel. En el interrogatorio se hace el tonto y el ignorante. El no sabe nada, no ha hecho nada.
Pero el juez sabe demasiado a qué atenerse con relación a sus crímenes. Entretanto ha empezado a difundirse en la pieza un hedor asfixiante, atroz, que a con un Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica