REPËRTORIO AMERICANO 57 Las relaciones entre los pueblos de la gran familia hispanoamericana Discurso del Exmo. Sr. Don Luis de Zulueta, Ministro de Estado de España, en. solemne acto hispanoamericanista celebrado en Ginebra De Revista de las Espallas. Madrid. Setiembre. Octubre. 1932 ti mar que es simplemente de intereses materiales; no porque sea sencillamente espiritual hemos de decir que es un problema ajeno al mundo de las realidades. Hay realidades de orden material y hay realidades de orden espiritual y estas últimas, que son, a mi juicio, las que nos unen, no son ni menos fuertes, ni menos claras, ni menos positivas que las otras, ni menos importantes que la vida. si nos entendemos en el terrero del espíritu, ello habrá de producir entre nosctros una atmósfera tal de mutua comprensión, de recíproca simpatía, que impulsará a obtener resultados fructíferos en el terreno de la economía, en el de ila producción y en el del comercio.
REALIDADES DE ORDEN ESPIRITUAL. RRIMERA REALIDAD: EL IDIOMA Una opinión modesta sobre todos los problemas de las relaciones entre los pueblos de la gran familia hispanoamericana; opinión modesta, pero sincera, que quiero expresar brevemente en esta sobremesa de familia.
Se ha dicho muchas veces que nuestro problema no es un problema oratorio, literario, que debe enfocarse en un cambio de frases, por bellas que sean éstas, en un trueque de manifestaciones verbalistas, aunque muchas veces, detrás de estas manifestaciones palpite el fondo de nuestra alma. Tal vez, por razón muy natural y muy explicable de esa retórica hispanoamericana, se ha venido en nuestros días a decir que el problema de nuestras relaciones es, en el fondo, una cuestión de intereses materiales; que ya es hora de que dejemos el jardín de las bellas letras y entremos en el campo fecundo de la economía; que ya es hora, en suma, de sustituir los mejores discursos y poesías por buenos Tratados de comercio.
El que haya buenos Tratados de comercio es una conveniencia evidente, es una orientación que entre nuestros países debemos fomentar con el mayor entusiasmo y en lo posible con la mayor eficacia. Mas yo creo que ésta no es la esencia de la cuestión, no es lo que especialmente caracteriza las relaciones que deben unir a nuestros países.
Excelentes Tratados de comercio se pueden concertar por cada una de las naciones nuestras con otras naciones extranjeras de habla más distinta, de la raza más diferente, con tal de que entre ellas existan coincidencias de intereses en el cambio de las mutuas producciones.
No quiero decir evidentemente que no sea utilísimo seguir este camino, que sea convenienté desarrollar entre nuestras naciones hermanas una buena política económica. Todo lo contrario.
Ese camino hay quc seguirlo con los más eficaces esfuerzos. Lo que afirmo es que ello no puede constituir nunca la nota diferencial, la nota específica de aquellas relaciones que deben unir a los países que están aquí hoy tan dignamente representados.
NO ES UN PROBLEMA DE RETORICA NI DE ECONOMIA; ES UN PROBLEMA ESPIRITUAL No es un problema de retórica. No es añado yo ahora fundamentalmente un problema de economía. Lo nuestro es, en síntesis, un problema espiritual. No porque no sea de retórica hemos de afir¿Cuáles son entonces, a juicio nuestro, estas realidades de orden espiritual que nos han de permitir enfocar el problema de las relaciones entre todo este grupo de pueblos? Observémoslas rápidamente de modo más sincero y objetivo. Yo encuentro ante todo una realidad primera. Este grupo de países aquí congregados habla el mismo idioma. Notad que nos hallamos en. Ginebra, que una tercera parte, más quizá de una tercera parte, del Consejo de la Sociedad de las Naciones y una tercera parte de países representados en la Asamblea de la Sociedad de las Naciones está formada por países de lengua española. No hay quizá otro idioma en el mundo, que sea hoy hablado por un número tan grande de países independientes de naciones soberanas, y si tenemos presente nosotros no lo olvidamos que al lado del idioma español está el hermoso idioma portugués con su magnífica literatura, y si recordamos además que entre estos dos idiomas, vecinos en la Península, vecinos en América, hay una tal semejanza de hermanos gemelos que los españoles entendemos a los portugueses cuando hablan su lengua y los portugueses nos entienden sin dificultad cuando nosotros nos expresarr:55 en la nuestra, nos daremos cuenta de que más de veinte naciones hablan de un modo semejante, y hablan de un modo semejante porque piensan y sienten de una manera análoga quiéranlo o no, porque esto no depende de su voluntad, sino de las grandes líneas que a través de los siglos han trazado sobre la tierra el im pulso de la Naturaleza y el genio de la Historia.
no Luis de Zulueta Visto por Bagaría Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica