194 REPERTORIO AMERICANO diente y sigue rodando hasta caer en un ministerio, una diputación o una prefectura. No faltan excepciones almas que no se envilecen con la autoridad como el diamante no se mancha en el fango pero, generalmente, un prefecto, un diputado y un ministro se hallan más cerca de Ginesillo que de Cincinato. En el Perú se puede sentar el axioma de a mayor altura en el puesto, mayor baieza en el individuo. Con qué derecho, fundados en qué patente de honorabilidad y omnisciencia, se arrogan ciertos individuos el monopolio de tasadores oficiales para valorizar el mérito de los demás. De qué planeta. nos ha caído esa nube de infalibles. Qué vientres concibieron a esos tipos de linaje sobrehumano? Los miem.
bros pertenecientes a cierto grupo civilista parecen nacidos de madres nutridas con el alimento de los dioses. Nietzsche y Wells les reclaman.
Los preparados y los versados en la cosa pública, los infalibles, y los sunerhombres acaban de ofrecernos una lección digna de quedar eternizada en el bronce y el granito: para satisfacer ambiciones bastardas y eliminar a un da versario político, no vacilan en humillar el país bajo la bota de un soldado traidor rapaz, haciéndonos retroceder a los días más oprobiosos y más negros de nuestra vida. republicana. Los Hidócrates y Galenos de la Sociología nacional encuentran en el chafarote la única panacea de nuestros males. Desgraciadamente, la panacea se les torna veneno.
ca; al tigre del jaral corea el tigre de salón. El endiosamiento de la fuerza bruta se comprende en el militar, en el ser atávico, de mentalidad inferior, observante de la justicia practicada por el oso de las cavernas; no se concibe en médicos, abogados, ingenieros y profesores de universidad, hombres que blasonan de figurar como el exponente de Ja civilización. Nada preguntaríamos a la fiera práctica sobre los buenos resultados de tiranizar a las naciones, porque sería consultar al tábano sobre la conveniencia de picar a las mulas; pero la fiera teórica le preguntaríamos que naciones se ennoblecieron y prosperaron con la tiranía, aunque el tirano se llamara César o Napoleón.
Las tiranías, por mucho que pregonen la honradez y la economía, derrochan el oro en favoritos y pretorianos; las tiranías funcionan en provecho de una clase, de una casta y a veces de una familia, con detrimento de la gran masa popular; las tiranías, después de un aparente bienestar momentáneo y de una paz letargosa, legan el hambre, las luchan intestinas y las guerras exteriores; las tiranías empequeñecen a todos: a unos con el servilismo poniéndoles la librea del cortesano, a otros con el miedo reduciéndoles a la condición de subditos resignados y temblorosos; las tiranías, en fin, persiguen el aflojamiento de las voluntades y la emasculación de Ins cerebros, ahogan toda manifestación libre de la pluma o de la palabra y quieren imponer un largo silencio de tumbas, interrumpido únicamente por el arrastrar del sable. esto se pide se ensalza. al clamar por el advenimiento de un buen tirano.
Mas algo peor se pide y se ensalza.
No existiendo en el Perú la carne para formar el césar o gran tirano clásico, tiene que surgir el tiranuelo de pacotilla, el coronel apache, la rata con charreteras. el troglodita galonado, más bien dicho, el caporal. Siempre que, refiriéndonos a gobernante y gobierno nacionales, digamos tirano y tiranía, entiéndase caporal caporalismo. No el caporalismo napoleónico ni alemán, sino el sudamericano, consistente en la autocracia de un soldadote burdo rapaz que con una mano sablea la Constitución y con la otra pega un zarpazo a la Caja fiscal.
El caporalismo significa, pues, la degeneración del militarismo, como si dijéramos una degeneración doble o efectuada en una regresión. Porque el profesional de la muerte, llámese Napoleón rico II, no pasa de un regresivo que puede hacernos algún bien aunque seguramente nos causa mucho mal.
Cuando el militar nos salva de la injusta agresión extranjera, cumple con su deber y adquiere méritos a la gratitud de sus conciudadanos; pero cuando no se limita a ejercer su oficio de policía internacional y sirve de sostén a gobiernos ilegales, entonces merece el desprecio y el odio por haberse transformado en arma ciega del caporal. Más odio infunde y más desprecio, cuando, asociándose al krumiro, al policiaco y al patrón, soluciona las huelgas con el medio expeditivo de fusilar a los huelguistas.
El gusto a caporales y medidas sangrientas no aparece hoy como novedad: tuvo ya sus manifestaciones esporádicas. Qué piel roja de nuestro ejército no soñó con ser un Porfirio Díaz, cuando menos? Hubo alianza defensiva entre el caporal y el abogado: el caporal caporalizaba, el abogado justificaba las fechorías del sable y de la zarpa. Algunos años ha, un tribuno civilista preconizaba el destierro y la confiscación de bienes, mientras un senador democrata abogaba por el funcionamiento de la guillotina. Imaginémonos una confiscación ejecutada por la seudo aristocracia del Partido Civil y una guillotina manejada por la nigrocracia del Partido Demócrata. Hemos gozado de libertades tan amplias que hoy, por curiosidad malsana o sadismo político, deseamos probar el sabor de la tiranía. Nos hemos hastiado ya con nuestra superabundante producción de tipos excelsos como Aristides, Cincinato y Marco Aurelio. cada paso nos vemos con un Washington y un Lincoln? No; pero nuestra sangre padece la nostalgia de la esclavitud. Aquí los rostros piden bofetadas, aquí las posaderas demandan puntapiés. Según los asiáticos, el europeo trasciende a cada. ver; ignoramos el olor que chinos y japoneses huelan en nosotros cuando nos husmeen; pero, como el Sol envía luz y la flor despide fragancia, hov la carne nerulera emite efluvios de abyección.
Nuestra geometría moral no conoce lineas verticales. La horizontal es la posición favorita de las meretrices y de muchísimos peruanos: ellas boca arriba abrazando al hombre que paga. ellos boca abajo y lamiendo los pies del tiranuelo que arroja la pitanza. nada tienen derecho, ni siquiera al desdén piadoso, los que de tal manera traspasan el límite de la servidumbre voluntaria. Gentes con hambre de sufrir buenos tiranos se hallan maduras para la conquista: merecen el yugo extranjero, ya que boyunamente claman por el vugo nacional. Quienes toleran caporales. aguantan conquistadores.
Al Perú debemos figurarle por un horizonte negro, muy negro, donde se destaca un sable enrojecido (1. EL CAPORALISMO En medio a nuestra bajeza, cada vez más intensiva y más extensiva, se debe recordar que los individuos y las naciones no valen sino por su elevación moral, y que ningún sentimiento levantado puede germinar en pueblos resignados a la imposición de la fuerza y regidos por la doctrina de aceptar los hechos consumados. Donde imperan faites cashivos o régulos africanos, sólo caben manadas de siervos embrutecidos.
En el Perú se sufre hoy todo todo queda sancionado con el transcurso de unos cuantos días: no se requiere años ni meses para que un judas refundido en Gi! Blas se transforme en personaje ilustre. Hoy se tiene por cosas normales las prisiones indefinidas, los destierros y los ultrajes a las mujeres; hoy se enmudece ante las ejecuciones sumarias en los ríos y los asesinatos nocturnos en los fuertes; hoy y desde muy arriba se amenaza a los revolucionarios con el escarmiento por medio de las represiones sin cuartel; hoy se repite como habiendo encontrado al fin la panacea de todos nuestros males: Aquí se necesita un buen tirano. Esta frase, obligada en boca de muchos infelices.
denuncia un estado de alma, equivale al. Vivan las cadenas! lanzado en España por los súbditos de Fernando VII. no sólo el militar o fiera práctica usa la frase a manera de jaculatoria; la emplea también el paisano o fiera teóriDE LOS BARBILAMPIÑOS Ha llegado el tiempo de concluir los ditirambos y empezar a reírse de los barbilampiños consagrados a ejercer la profesión de jóvenes. los mozos debemos temerles más que a los viejos: el hombre maduro tiene fijado el rumbo de su vida, y nos deja ver si marcha bien o mal; el de pocos años busca su orientación, y nos oculta si corre la cima de una montaña o al fondo de una cueva. Por lo mismo que la juventud conoce los apetitos insaciables y las pasio(1) La publicación de el Caporalismo en La Profesta de Lima, en octubre de 1914, motivo la clausura de este periódico por el gobierno del coronel Benavides. Nota del Editor. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica