168 REPERTORIO AMERICANO Prosa en román paladino De Ahora. Madrid a Unamuno Por Juan Echeverria Una obra de Unamuno da.
Alguna vez se me ha preguntado el por qué de que cuando cito versos en estos mis Comentarios lo hago poniéndolos en línea seguida, como la prosa, y sin más que un pequeño guión entre verso y verso, debería ponerlos sin esos guioncitos, sobre todo si son versos libres esto es, sin consonantes ni asonantes que en poco o nada se distinguen de la prosa ritmoide. ello para que se aprenda a leerlos, es decir, a decirlos y no a recitarlos y menos a declamarlos acompasadamente. Es el modo de darse cuenta de la intima armonía, del ritmo de lenguaje que lo es de pensamiento. y por lo tanto de sentimiento.
Aprender a leer es aprender a hablar y aprender a hablarse.
El que acierte a enseñar a hablar, a que el oyente se hable a sí mismo de manera que se oiga y entienda bien, acierta a enseñar pensar, a que el lector aprenda a dialogar consigo mismo que es aprendizaje de dialéctica y enseña a sentir, a sentirse. Que se siente con el ritmo y tono y tenor del lenguaje y hay que educar así al sentimiento para que no recaiga en resentimiento. Quiero fer una prosa en román paladino. empezaba Berceo uno de sus poemas, en verso, claro está! en prosa rítmica, y en su caso aconsonantaProsa con número, que se decía antaño. Lo que da duración e intensidad. Una cantidad que es calidad, una forma que es fondo, un continente que es contenido. así se libra de esclerosis a la idea. Pues que el fondo de esta está en su forma; su verdadero hondón es su sobrehaz. Lo que ligeramente suele motejarse de superficialidad es no pocas veces fundamentalidad. en cuanto al pensar al día, acaso al momento, es, cuando de veras se piensa, obra de duración. Lo que se hace de un respiro, de una respiración, es lo verdaderamente inspirado; lo cotidiano es lo secular, lo de momento es lo foterno, cuando se halla la forma y se la recibe, Hay que escribir no para salir del paso sino para entrar en la queda.
Mas esto puede y suele ser muchas veces obra de improvisación. más en España, tierra de improvisadores. Cabe escribir periódicamente, en periodistaanalista a diarista según el período para siempre como dijo Tucidides que escribía su Historia de la guerra del Peloponeso. Para siempre!
Mas el escribir para siempre no supone que se remolonée y como que se encarnice uno en escribir. No es buen consejo aquel de Horacio de guardar mucho tiempo un borrador, y sacarlo de ver en vez para pulirlo y repulirlo y tener que borrar las trazas del pulimento. Es lo que hacía, entre otros, Flaubert y así resulta que lo más vivo, lo más inspirado, lo más duradero y en el más hondo sentido lo más acabado de su obra, sea su correspondencia escrita a vuela pluma como suele decirse. qué vuelo! Vuelo de alas sin lima. es que en ella Flaubert habla, corazón a corazón y seso a seso y también mano a mano habla con la pluma con un hombre o mujer de corazón y de seso, de carne, sangre y hueso, y no con un público, habla a un lector, a un hombre. viniendo a nuestra España ahí tenemos a Santa Teresa que propiamente hablaba con la pluma y pluma de ave, no de acero de corazón a corazón también.
Genial improvisadora! cuando durante la guerra de secesión de los Estados Unidos de la América del Norte se fué a celebrar aquel gran funera!
de Gettysburg se le indicó a Abraham Lincoln, presidente de la República entonces, que debía decir unas palabras y en el tren mismo, en un papel, improvisó con lápiz un breve discurso no pasa de diez minutos su lectura que durará cuanto dure la lengua inglesa, duro y transparente como un diamante, y de una excelsa religiosidad civil. civilidad religiosa. Un discurso que les canta en las entrañas a todos los americanos.
No he de volver, amigo lector, a comentar lo hice en un libro el discurso de Don Quijote a los cabreros con que les llenó de lumbre el corazón, y no por los conceptos sino por la música de éstos, cabreros que habían oído cantar el Credo latino litúrgico. más arriba, mucho más arriba, la autoridad dei Cristo no provino de dogmas que decretara dogma quiere decir decreto si no de verbo vivo encarnado en metáforas, parábolas y paradojas que tanto abundan en los Evangelios donde no se encuentra un solo silogismo.
quiere decir que no quepa hondura de armonia y de duración en razonamientos conceptuales dialécticos como los de San Pablo en sus Epístolas. Epístolas, esto es, cartas, escritas mejor dictadas, pues él, flaco de vista, las dictaba al volar de la caña.
Ve aquí por qué, lector, los que comentamos periódicamente los sucesos del día pero buscando en ellos los hechos, en lo que sucede y pasa lo que se hace y queda; los que debemos aspirar no a salir del paso sino a entrar en la queda y a dejar dicho algo para siempre hemos de cuidar ante todo y sobre todo lo que se llama forma y es el verdadero fondo. Acabar un discurso con un ritual ahora se usa poco, afortunadamente he dicho es acabarlo con una vaciedad, pero otra cosa sería acabarlo con un queda dicho. He dicho. yo, qué importancia tiene? En cambio queda dicho él, el discurso, queda la obra y a poder ser para siempre, esto es todo. al escribir hay que hacerio para que quede escrito. Lo que he escrito escrito queda! dijo Pilatos y así es y no sólo fué. ojalá, lector, te quede este comentario en la memoria.
Miguel de Unamuno Colaboración El Otro, Misterio en tres jornadas y un epilogo, por Miguel de Unamuno. Espasa Calpe, Madrid. 1932.
Comienza el misterio cuando el hombre arroja la sonda de su mirada más allá de la máscara y del nombre con que el mundo le conoce. Descubre el hombre los secretos o va descubriendo recónditos secretos de la naturaleza. En busca de la esencia de las cosas, éstas se le disuelven y se le disipan de entre las manos, y la fugitiva esencia huye hacia el mundo de las Madres, como diria el Segundo Fausto. Fero al menos sabe el hombre que las cosas se le disuelven y se le hacen intangibles. Mas cuando uno se entra en el laberinto interior, los descubrimientos, que no son menos maravillosos, no nos guían hacia la disolución sino a extrañas Moradas que así las llamó La Santa donde por instantes o por felices horas que nos parecen instantes. solemos perdernos en El Otro, en el inmortal testigo que mantiene la siempre encendida linterna donde arda la llama del Espiritu que ilumina desde lo alto con inasible luz todas nuestras Moradas.
Cuardo leemos, el Uno suele pronunciar las palabras y seguir, como en un ensueño el destile de las ideas, mientras allá en lo más hondo el Otro está creando su propio pensamiento, a veces sin la menor relación con el tema de la lectura. Esto es, el Uno lee, el Otro crea, siente o recuerda.
El Otro, pues, vive recluido en el Misterio; pero es el que posee la luz de nuestra verdad, el que se la revela al Uno cuando éste sinceramente la busca. El Yo, no es el Uno, es el Otro. Poesía, Religión, Filosofia fluyen del Otro y hacia él se orientan después de haber dejado alguna iluminación en El Uno. Pero el descubrimiento del Otro es tan augusto que toda la sabiduría de las edades, en una u otra forma resúmese en la repuesta a esta pregunta. Qué es el hombre. Quién es tu Yo. Quién es tu Otro. Pasa a la página 175)
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