162 REPERTORIO AMERICANO describiendo el suplicio del magnífico Caupolicán el Aquiles de Araucoforzado a sentarse sobre un madero tallado en punta. No el aguzado palo penetrante, por más que las entrañas le rompiese, barrenándole el cuerpo, fué bastante a que al dolor intenso se rindiese: que con sereno término y semblante, sin que labio ni ceja retorcicse, sosegado quedó de la manera que si asentado en tálamo estuviera.
que tenía de Cañete, prendió a los caballeros desafiados y juzgándoles sumarísimamente les condenó a ser degollados. Por fortuna sosegóse pronto el tumulto, y sabido que no había culpa en los sentenciados se les libró de la pena.
Siempre hidalgo, Ercilla, motivos para indignarse por aquel ex ceso de celo autoritario, sólo calificó la orden de muerte como celeridad del jųez. aunque hay que convenir en que estas ligerezas eran un tanto peligrosas y de aifícil rectificación si se extremaba su apresuramiento.
Dispúsose Ercilla para ir contra Lo pe de Aguirre, el tremendo vasco que, bajo el mando de Pedro de Ursira, fué con cuatrocientos hombres a la conquista de las Omegnas, y matando a su capitán se hizo caudillo y se declaró libre de la soberanía del monarca espa ñol. Pero ya Diego García de Paredes había desbaratado y dado muerte Aguirre, cuyo final tuvo una trágica grandeza.
La única ternura de aquel hombre terrible era su hija, a la que llevaba consigo en la asombrosa expedición. cuando se vió perdido y próximo a perecer inevitablemente, dió muerte a su hija bien amada, temeroso de que fuera víctima de los ultrajes de los venº cedores, y como él dijo, con tremenda y magnífica expresión: Para que no sirviese como caballo de bellacos.
Cuando se vuelve a saber de Ercilla aparece de nuevo en la corte y casado con doña María de Bazán, hija de la marquesa de Ugarde, dama de la reina.
Acaba sus días en modesta y recoleta existencia, y Madrid no llega a darle sepultura, pues ya tiene tumba en el convento de Ocaña, fundación suya. la mejor de sus ejecutorias queda en el Quijote. cuando Cervantes, al referir el escrutinio que hacen en la biblioteca del hidalgo, el cura y el barbero, pone en boca del clérigo que es La Araucana uno de los tres libros mejores que en verso heroico en lengua castellana están escritos y pueden competir con los más famosos de Italia.
Poema de una vida escrito a punta de lanza. Pero tan generoso, que parece llevar como bandera el corazón.
a Pedro de Répide a Ercilla. Viene de la página anterior)
el día de agosto de 1533; pero su ge. organizó un pequeño ejército, en el nitor cra de Bermeo, cabeza del señorío que Alonso de Ercilla, que otra cosa no de Vizcaya, y fueron sin duda las mon apetecía, se alistó con todo el temerario tañas vascas, pródigas en minas de hie entusiasmo de sus veintitrés años.
rro, las que le infundieron aquella fé El rnérito culminante de La Araurrea dureza de la que su juventud ha: cana. poema heroico alabado por Cerbía de hacer tantos bizarros alardes. vantes, y que recabó para su autor del Desde niño vivió en Palacio, como paje severo humanista Juan de Guzmán el del príncipe don Felipe, hijo del Empe título muy exacto a juicio nuestrorador Carlos V, y a los quince años salió de Homero Hispano. es su parte históde España acompañando a Sll amo rica, ya que Ercilla fué testigo presenItalia, y más tarde a Alemania, a Bélgi cial de la mayoría de los esforzados suca y a Inglaterra. Al decir de sus bió cesos que relata. Así, paladinamente, grafos, era un mancebo ávido de saber, en la tercera octava de su obra lo decla.
elegante y enamoradizo, de ingenio so ra el poeta: bresaltado, de cuerpo no muy crecido, Es relación sin corromper, sacada pero sí fuerte y ágil: buen jinete y asoni de la verdad, cortada a su medida.
brosamente ducho en el manejo de toda clase de armas. En Londres estaba.
En general, el susodicho poema nos cuando supo la sublevación implacable parece monótono, aburrido, somnífero, y de los indios de Arauco. Aquellos ecos no podía ser de otro mood, dada la insangrientos acuciaron su nativa belico evitable similitud de las escenas que lo sidad: sintió el anhelo reservado a componen. Añádase a esto que su au los héroes de arrancarle a la Muerte tor, con notable impericia, como si los la gloria, y con la venia del rey regresó combates y desafíos que refiere no fuea España, donde en el puerto de Sanlú sen suficientes, se lanza a describir la car embarcó para América con las tro batalla de Lepanto acaso por adular pas del adelantado don Jerónimo de Al la vanidad de don Juan de Austria y derete. Cuando, tras una laboriosa y la toma de San Ouintín, con cuyas in penosísima travesía, llegó a Lima, ya terpelaciones indiscretas agrava consilos indios de Caupolicán habían tortura derablemente la ya caudal pesadez de do a Pedro de Valdivia, al que antes de su obra.
En cambio y ello mucho le matar cortaron las piernas y los brazos honra. su espíritu de historiador im para comérselos en su presencia, y asi parcial campea libremente, al extreino mismo habían vencido a los aventureque, tanto o más que las arrugancias ros que mandaba Francisco de Villade los conquistadores, admira y enume grán. Los españoles, de consiguiente, ra las proezas de los araucanos. Del herse batían en lamentable retirada; acosaº moso suelo bravío que éstos defienden dos sin tregua por las huestes enemigas, dice: diezmados, desjarretados, famélicos, su derrota definitiva se anunciaba inmiLa gente que produce es tan granada, tan soberbia, gallarda y belicosa, nente, por cuanto don Andrés Hurtado de Mendoza, a la sazón virrey del Peque no ha sido por rey jamás regida rú, determinó socorrerles, a cuyo fin ni a extranjero dominio sometida.
Espectáculo bárbaro que el poeta con dena, indignado, llegando a declarar:. que si yo a la sazón allí estuviera, la cruda ejecución se suspendiera.
Turban el ánimo la resistencia física y el abundantc ca:1dal poetico de este soldado artista, que, mal alimentado y tras de jinetear y de pelear a diario, en la proporción siempre de uno contra cien, la noche cerrada hallaba en su ins piración aliento bastante para que su pluma cantase las hazañas que durante la jornada llevó a victorioso término su bizarría. lo largo del heroico poema la musa del autor, sin perder un mo.
mento la majestad que merece la epopéyica grandeza del asunto, campea fertilísima, y son motivo constante de asombro la audacia feliz de las imágenes, el vigor sintético con que las batallas fueron trazadas, la habilidad suma del poeta para acoplar al ritmo del verSO endecasílabo los nombres de los principales paladines, el relieve con que éstos aparecen retratados, el énfasis temerario de sus hechos y palabras y el: clamor garrulo de gesta estampido de arcabuces, choque homicida de espadas, rebotar de lanzas en las duras corazas. galopar de caballos, gritos de furor ciego y ayes de ag que tabletea perenne, con fragores asordecedores de catarata, en las octavas del libro inmor tal.
De regreso a España don Alonso de Ercilla, que aun no había cumplido los treinta años, dedicóse a corregir y po ner en limpio su poema, muchas de cuyas páginas hubo de escribir, a falta de papel, en trozos de cuero, y que dedicó al señor rey don Felipe II.
Muchas fueron después las ingratitu des y vicisitudes que amargaron su agitada vida, y muy numerosos y continuados los viajes que, cumpliendo diversas misiones a su fidelidad encomendadas, realizó por Europa, hasta que, rendido, más a los achaques que a la edad, falleció en Madrid el 29 de noviembre de 1594.
Cuatro siglos hace que sus restos reposan en Ocaña, en la paz de un vieio converto, de frontis sombrío, situado al borde de la carretera. El, en su testamento, lo ordenó así; quizá fué éste un capricho de trotamundos gustoso de dormir junto a un camino hermano de aquellos por donde sus pies, en días de juventud, le llevaron cantando tantas veces.
Eduardo Zamacois. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica