342 REPERTORIO AMERICANO 11 Podides al agter: Edo. thanos, 24 guna paga por sus traducciones, asombróse mucho. Le escribió en seguida a Primicias de Oro de Indias Ralston pidiéndole que tradujera sus Reliquias vivientes que deseaba manPoemas Neo Mundiales dar al fénix de los editores junto con su retrato como una prueba de grati.
Por JOSE SANTOS CHOCANO tud. América, agregaba era induda «Tierras Mágicas. Las Mil y Una Noches blemente el país de las excentricidades. de América. Alma de Virrey. Corazón Respecto de esta carta con el cheque Aventureron. 400 páginas de poesia y arte.
so bellas láminas. Opiniones de Geo nıphrey le escribió a Mr. Holt. Pocas veces y Max Daireaux. Un autógrafo de o nunca he experimentado un placer igual Gabriela Mistral.
en toda mi carrera literaria. La profun da simpatía que siempre he sentido por Precio: S! 00 Santiago de Chile.
América y los americanos ha aumentado con eso; y el aprecio de sus compatriotas, como lo atestigua vuestra amable de las grandes escenas de sus novelas un carta, me hace orgulloso y feliz.
ambiente natural apropiado.
Este intercambio de cartas ocurrió en Tal vez, pero no me he dado cuenta el invierno de 1874. Cinco años más tar de ello. Por mi parte, si todo lo que de Mr. Holt veraneaba en París y Tur existe estuviera ordenado gradualmente gueniev lo invitó a su casa. Las memo desde la materia inanimada hasta el penrias del editor dan una breve noticia samiento y el sentimiento más elevados, del encuentro, en el que Turgueniev apa mi interés comenzaría donde comienza rece apoyado en la baranda de la escale la vida consciente.
ra saludando al joven amigo americano Había un americano cuyo contacto con que sintió al ver esa cara completamen Turgucniev era menos casual que el de te barbada, fuerte y amable como si es una relación pasajera: su joven colega tuviera ascendiendo hacia un profeta. Henry James. no porque haya prue.
La única observación que el americano bas de que admirara particularmente a quiso anotar es la expresión de Turgue esa joven, como personalidad o como niev: No soy un puritano.
artista; su amabilidad tenía algo de con.
El editor fué también recibido en Bou. descendencia. Le escribió a Ralston en gival, y asistió a muchas reuniones. Ha 1875 que hiciera amistad con James, a bla inglés. anotó Mr. Holt, mejor que quien pinta como un hombre muy amayo. Después de una sesión de samo ble, sensible y dotado, con una tendenvar pasaron al escritorio del novelista, cia a la tristeza que no le asustará.
desde cuyas ventanas se veía un hermo Siete años más tarde, en otra carta a so paisaje. Como el visitante comenta Ralstoy le escribe que ha recibido la vira el paisaje Turgueniev dijo que no le sita de James, que es tan amable como causaba ninguna impresión. El visitan. siempre, pero que se ha puesto más te respondió: no tenía acaso cada una gordo.
Turgueniev decía que algunas páginas de James estaban escritas con mano maestra, pero el americano quizás tenía razón al temer que sus cuentos le resul.
taran al ruso como adornados con demasiados moños y flores, poco apropiados para hombres.
Las opiniones de James acerca de Tur.
gueniev no estaban libres de algunas no.
ciones superficiales como imaginación eslava. languidez eslava. Hay otras pruebas de que al escribir sobre el ruso. James tejió algo más que fantasías reverentes. Sin embargo, el joven america.
no, en cierto sentido, ha mostrado una comprensión profunda del carácter y de la obra de Turgueniev. Antes de conocerlo escribía ya James: Para pintarlo en pocas palabras, es un novelista que ha tomado notas. Si no me equivo, apunta una idiosincracia de carácter, un fragmento de conversación, una actitud, un rasgo, un gesto, y lo conserva durante veinte años, si fuera necesario, hasta que llega el momento de utilizarlo. en otra ocasión:. no admite ideas abstractas; una idea para él es un individuo tal y cual, con tal y cual nariz y mentón, con tal y cual sombrero y chaleco, que conserva con ella la misma relación que la vista de las palabras impresas con su significado Esto es casi lo que dijo, pero más precisamente, Turgueniev de sí mismo. Era un realista, de seguro, como esos nietos de Balzac. mas James parece haber comprendido que también era en cierta medida, como su infortunado héroe Nejdanof, de Tierras vírgenes. un romántico del realismo. alguien que contem.
plaba la vida con valor, pero que no po(MATLA. FOLLETÍN DEL Rep. Am. 20)
valle cesó por algunos días, menos en el pal :nque donde Cararé apuraba amar.
gos sorbos: Poco a poco fué madurando la sospecha de que en la fuga de los jóvenes nicoyanos debía haber cómplices; de lo contrario la empresa de burl. ar a sus guardianes era difícil, sino imposible. Quién auspició la fuga. eso significaba grave traición y la muerte irremisible del culpable. Durante días Cararé investigó con febril diligencia y morbosa sed de venganza. Sus pesquisas se detuvieron ante la improbable complicidad de Matla, a quien la tribu unánime no sabría acusar. Sin embargo, el Cacique, no se dió por vencido. Anudando cabos, tejiendo recuerdos y confesiones, creyó descubrir la verdad; la vida de Matla en los días anteriores a la fuga de los prisioneros, sugería dudas.
Había sela visto frecuentemente en com pañía de la muchacha, ejerciendo a su lado no de guardadora, como era su deber, sino de amiga, de camarada. Alguien confesó que la noche antes del hecho había sorprendido a la doncella, en altas horas, yendo al aposento de la vieja esclava. Hasta hubo quien declaró que una vez, estando juntas ambas mu jeres, le pareció oír, de paso, las pala bras perdón. libertad. huir. etc. sin importancia en aquel momento.
De este modo fué tomando cuerpo la sospecha de complicidad de Matla.
Cuantas veces fué interrogada la ancia: na, dió la callada por respuesta. Este obstinado mutismo agravaba su situa ción. Sinceramente Cararé doliase de no poder comprobar la inocencia de su esclava y le angustiaba juzgarla culpable. Por qué callar. Qué necesidad tenía de echarse encima una culpa que no era suya. Qué se proponía con su silencio?
Todo se conciliaba en su contra; la favorable opinión que hasta entonces la defendió, lentamente secó sus frutos. La infeliz Matla estaba sola en medio de la Corte que antes fuese cariñoso refugio.
Aun aquellas personas que a su lado go zaron de maternal acogida y por su me dio alcanzaron favores reales, rehusá.
ronle su apoyo. El mundo se había pues to rojo, sangriento para Matla: Como siempre y con lógica muy humana, a la hora de caer nadie se ofreció a ayudar la. El clamor general exigía ya el sacri.
ficio. La tribu se emponzoñó contra Maº tla, a quien antes venerara como una reliquia. Todos la acusaban, todos señalaban a la víctima: había que aplacar la cólera de los dioses traicionados!
Pero en el seno de la general hostilidad, sólo una voz no acusó, sólo una voluntad se resistía a castigar: Cararé. Sí, el Cacique, que en aquel instante de graves responsabilidades parodaja del destino se constituía en el principal defensor de la acusada. Todas las culpas que la opinión echaba sobre sus flacos hombros, no habían sido comprobadas todavia. Cararé se agarraba de esta circunstancia con la esperanza de salvar a Matla. Pero por qué defendía a Ma tla, presunta culpable de un delito atroz?
Matla. en cuyos brazos meció el sueño de su infancia y de cuyos labios apren dió la ternura, merecía a Cararé inmenso amor filial. El Cacique no había conocido a su madre desaparecida cuando el niñc abrió los ojos a la primera luz; pero el regazo de Matla se brindó solicito al nuevo ser y el calor que su tierno organismo necesitaba, lo dió con ge nerosa abundancia esta anciana mujer que ahora insultaba y maldecía la tribu. Por eso Cararé, mientras las incul.
paciones no fuesen comprobadas de una manera evidente, no toleraría el castigo.
Su persecución se tornó en amparo. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium. de la Universidad Nacional, Costa Rica