344 341 REPERTORIO AMERICANO COSAS DEL GAY SABER Garcilaso De La Prensa. Buenos Aires Hay un día de gran placidez en las letras españolas: aquel en que Garcilaso de la Vega alza su canto. Reconocemos uno de los instantes clásicos del mundo, en perfecta conformidad con la clasificación vle Hegel. Cumplidas y venturosas son las nupcias del hombre con la Vida.
Casi es otra vez aquello de Grecia. En fin, han florecido los tiempos, y llegado.
es el Renacimiento con todos sus gayos colores, con todas sus frescas voces. Hablamos de una perfecta serenidad, no de una loca alegría. Hasta hay lugar para el sentimiento melancólico, hon.
do, contagioso. Pero este sentimiento mclancólico cabe todo en una dulce quejumbre: No convoca espectros, en modo alguno; le basta con las nubes que pa.
san. Apolo está presente sin duda. Por lo demás, ya sabemos que el idilio y la égloga han de situarse idealmente en la Arcadia de la Edad de Oro. Tal es la pura lejanía de todo Teócrito. Por eso los paisajes son como son mitad celestiales, y sus personajes dijéramos mitad divinos.
Por consiguiente, ni una palabra contra las églogas y los idilios en nombre de la naturalidad. Nada. Su paisaje no es, ni quiere el poeta que lo sea, el de los cotidianos campos, ni sus pastores guardan semejanza, ni hubieron compro. miso de guardarla, con los pastores de verdad.
Así lambién en las églogas de Garci.
laso el campo es perfectamente arcaico.
Vedlo en la Egloga Primera, la del dulce lamentar de dos pastores cia, y bailan y cantan y juegan en uno de los grandes amaneceres de la his. toria Por lo demás ya lo dijo el divino Herrera Garcilaso dispone con arte y. juicio. Sus versos están llenos de lumbres y colores, y son tan llanos, abiertos y corrientes ricos en ornato poéti.
co donde lo pidan el lugar y la materia.
Bien harán las musas de acudir a los ecos de su zampoña. Garcilaso es un renacentista perfecto y un pagano cabal.
Vive y reina en la plenitud de una serenidad maravillosa. serena su ama; sereno el mundo al conjuro de su verso.
Es soldado, capitán de Carlos V, pero sobre el estruendo de las batallas sabe hallar la senda de la única paz. Tal el perpetuo milagro de Garcilaso. acon. tece otra vez como en el tiempo clásico: El hombre está solo de nuevo frente a. la pura naturaleza. Hora de caramillo y de murmullos de campo alternados de rumor de hojas y de aguas. Hora de estarse como Salicio a la sombra de las hayas o de cantar con Nemoroso: Garcilaso de la Vega En cuanto al ruiseñor, a compasión movido: Corrientes aguas, puras, cristalinas; árboles que os estáis mirando en ellas.
dulcemente responde al son loroso.
Otro tanto acaece con el dolor del za.
gal compañero. Muerta Elisa, el campo que ayer echaba profusas flores, se cubre ya de abroios. Diríase que la naturaleza ha sentido el conjuro del verso nuevo. Si alguna vez conoció la tempestad se ha olvidado de ella. Duerme, sueña. Duerme y sueña en montañas, llanuras y bosques. el verso? El verso es como una tristeza de flauta en la soledad, y nada más.
cuyas ovejas al cantar sabroso. estaban muy atentas, los amores, de pacer olvidadas, escuchando.
Produce agora en cambio estos abrojos, ya de rigor de espinas intratable; yo hago con mis ojos.
crecer, llorando, el fruto miserable.
Ese dolido Salicio, recostado al pie de una alta haya, junto a una clara corriente, y ese otro Nemoroso que llora Elisa, de todo en todo se asemejan a dos pastores de aquellos de la divina edad.
Las ovejas tampoco pertenecen a los prados de este mundo, como se acaba de ver, De ahí que se olviden de pacer, aten.
tas a las endechas de los zagales. La naturaleza. toda está llena de simpatía a su vez hacia el hombre. El zagal pue.
de decir, y es verdad: Con mi llorar las piedras enternecen su natural dureza y la quebrantan; los árboles parece que se inclinan; las aves que me escuchan, cuando cantan, con diferente voz se condolecen y mi inorir cantando me adivinan.
Hasta las fieras se comportan con el hombre como en los tiempos de Saturno: Las fieras que reclinan su cuerpo fatigado dejan el sosegado sueño por escuchar mi llanto triste: Suspira y llora Salicio al terminar su canto, y entonces queriendo el monte al grave sentimiento de aquel dolor en algo ser propicio, con la pasada voz retumba y suena.
La musa ha roto la frívola malla de los versos de cortesanía y ha volado a los campos, en alas del endecasílabo.
En el ambiente áulico se sofocaba, se moría. La trivialidad era su mal. Huía, pues, como quien busca salud, de aquellas falsas sutilezas de amor, de aquel fingido jardín que sólo abría florecillas de papel pintado, y se acogía, libre al fin, a la primavera de las églogas. No era aún la primavera de verdad, pero iqué alegría y qué gloria entretanto respirar el aire mismo en que Teócrito fué feliz para dicha del mundo!
Tan dichosas son las musas de Garcilaso que hasta se olvidan de Dios. Curio.
so, extraño olvido para tales tiempos.
Lo único cierto es que son felices y que se acuerdan de las mejores cosas de GreEs casi aquello de Grecia otra vez. quizá mejor, pues ahora tenemos la gente del Renacimiento. Gente la más sim pática que haya habido nunca en el mundo. Más, mucho más que la ateniense, porque se añadió este encanto: la mujer como igual, y esta gracia completamente intacta: la devoción amorosa.
Añádase que son días de buen esperar.
La sociedad confía en el hombre, y el hombre en las estrellas. El sensualismo de los tiempos no es triste lodo como suele ser sino barro florecido. Se viven, bajo Carlos V, los últimos días posibles ya, de la tolerancia y la confianza pública. Pcro ¡cuán conversables son todavía los tiempos!
En cuanto a Garcilaso, es hombre de lira y de espada: el más gallardo, el más hermoso, el más valiente, el más cortés.
Es poeta y es músico. Toca la vihuela y canta. Sabe clásicos. Hace frescos epigramas en latín, Estuvo en Roma.
Ama; amó. Su vida privada, en mate.
ria de amor, no es un dechado de do.
mésticas virtudes, pero ofrece en cambio un hermosísimo caso de petrasquesca fe.
Pero ya terminamos. Los pormenores de su vida, ni aun siendo los amorosos. Pasa a la ropina 318. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica