164 REPERTORIO AMERICANO Crónica de un viaje a éreo a México Envio del autor. San José, Rumbo a México Aun sentimos que nos tocan las él un monte singular. Alrededor nubes más lejanas y que arrancase extienden los valles del Lempa, mos con las manos la nieve de las y nás allá la bahía de Fonseca, el más altas cumbres. El alma está lado, color de llama, cuya base for dro Olivares y varios periodis inar. El cráter tiene tres kilómeaún trémula del vuelo majestuoso ma península sobre el lago de Ma tas. Mientras el avión se provee troy de circunferencia; en el conhacia México, en el que nos elevanagua. Nos asomamos a su boca de gas y aceite, nosotros salimos torro del monte se ven las huellas mos hasta diecisiete mil pies. Hubo za infernal y sentimos vértigo, co en auto a conocer la ciudad. Ha rojas de lava, como sierpes oscumomento en que navegábamos como si nos atrajera su abismo. Re brá que escribir aparte la elegia de ras que se retorcieran hacia la mo fuera del mundo: abajo la llucordamos que Victor Hugo cantó la ciudad en ruinas, destruída por cumbre. poco saludamos al via, abajo los arco iris como si fuesu testa calva y sentimos que nues el incendio, y habrá que contar vicjo y apagado San Vicente, al ran escalas por donde podíamos tra pobre musa tiene las alas mú aparte la epopeya de sus hombres, este del lago Ilopango, y mientras bajar. nuestro alrededor nu tilas de espanto! Los historiado Entramos con Montalbán a su dianos recreamos con la vista del vabes blancas, blanquísimas, espesas.
res refieren que nunca regresaron rio La Nación. conocemos algu lle, se ven hasta siete ciudades, de Nos parecia que navegábamos solas risiones que, conforme la cos nos hombres de letras, vemos soaspecto bello, risueño, como si forbra el polo. Era un vuelo seguido, tumbre antigua, subieron a bende bre la loma de Tiscapa la nueva maran un solo jardin. En tanto de tres horas y media sin aterricir el Momotombo y fueron a plan. casa presidencial, pasamos frente adiniramos como se cultiva la tiezat, de Tapachula a Veracruz.
tar en lo alto la cruz para conju al Parque Darío; y volvemos al pá rra en El Salvador, la gigantesca Cuando logramos ver en un claro rar las llamas del cráter.
jaro enorme que nos espera para nave con sus bajonazos graduales la tierra pensamos que así debe poca distancia, entre el Momo seguir el vuelo hacia el norte. Ponos anuncia que vamos descendiende verse desde la luna. Sólo Dios tombo y el Chiltepeque, está el co después entramos a tierra hondo a tierra salvadoreña.
habia puesto los ojos allí, donde Monotombito, en pleno lago de dureña, y de lo alto, al ver la Allí nos esperaban amigos queriahora los hombres vuelan sobreco Managua, formando una isla co enorme extensión suamposa, nos dos a quienes nunca habíamos sagidos de emoción.
nica llena de vegetación. Alcan qucremos sentir más lejos de la ludado personalmente; pero con Di espectáculo del vuelo es bello, zanios hacia el oeste a ver el fa tierra, como canto Julio Flores pa quienes habíamos convivido horas enorme, desde que se levanta el mosa Cosigüina, y casi estamos ra Silva. Un compañero advierte literarias; Ochoa Alcántara, Julio avión en San José. Poco después consplacidos de no haber pasado que en caso de aterrizar forzosaEnrique Avila, Llerena iy tántos!
sobre su cráter coronado de alde haber salido se domina el hermente allí, moriríamos como ra Mi esposa y yo llevábamos unas moso valle central, se ven todos menas.
nas.
flores costarricenses para dejarlas nuest cantones, atados por la Después de tanta majestad de Desciende en San Lorenzo el ve sobre la tumba del maestro don sierpe de la carretera Cartagoparoi ama y de tanta emoción de livolo, hacemos corta espera, y de Aberto Masferrer, y ése fué nuesNaranjo, y toda la meseta es un la altura, ya hemos ganado un nuevo se eleva, para darnos el mi tro primer acto, en compañía de huerto, que revela el esfuerzo del descenso: el trimotor baja poco a rajc precioso del campo salvado aquellos amigos acogedores; fuitico por cultivar la tierra. Esto, poco, y ya estamos con los pies en reño. Es ahora el volcán San Mi. mos allá, al cementerio, pusimos sin embargo, desaparece sobre in el suelo mismo que meció la cu guel sobre cuya cima damos vuel sobre la tierra, removida aún, las na de Dario.
provincia de Alajuela; de allí al ta, casi tocándolo. Seco, enroje flores y dijimos pocas palabras en norte, hasta Nicaragua, es casi toAlli se inicia esta serie de aga cido. humeante, se diría la pipa del recuerdo de aquel salvadoreño a do selva virgen, selva extendida sajos y de acogidas cordiales que diablo.
quien hemos amado tanto!
hacia el Atlántico, infinitamente.
no nos abandonaron un momento. Es éste uno de los pitones más La ciudad de San Salvador da Sobre la selva vése un cono enorEn el aéreo puerto de Managua elevados de El Salvador (2. 150 mela impresión de estar más adelaumc imponente, bello, cubierto de noz csperaban varios amigos: en tros. Su aislamiento, la magni tada que San José, no sólo por sus vegetación ¡Es el volcán Miratre ellos nuestro recordado Leonar tud de su base, lo abrupto de sus calles y carreteras totalmente pado valles! Lindos valles mira de veMontalbán, ex director del per dientes, y la limpia truncadu vimentadas, sino por su vida en ras, y nosotros lo pasamos por en Diario de Costa Rica. don Isi ra de su cono superior, hacen de general. Los periodistas nos acocima, y vemos desde sus 1730 mctros que la tierra nuestra se aleja, y el rio. Tempisque es apenas un hilo. Hemos entrado ya, en pocos minutos, en tierra nicaragüense. Ya la nave aérea nos hizo ver de lejos el mar Pacifico; ahora nos hace pasar sobre los enormes y bellos lagos de Nicaragua. Abajo vemos el agua rizada por la brisa como si fuera felpa finísima y apretada. Allí no más se destacan el Ometepe y el Madera, los montes gemelos, y al pasarlos, vemos a sus pies como un escabel suyo, la extensión toda del lago, el istmo estrecho que lo separa del Pacífico y el anfiteatro de alturas que se extiende sobre la mitad del horizonte, Llevamos más de 40 minutos sobre las aguas del lago. Vacila el avión cuando pasa las nubes y nos entra el recelo de aquel canipo imposible para un aterrizaje. Pensamos en Lindbergh que navegó tantas horas sobre el Atlántico y volvemos a ver los tres potentes motores y nos reprochamos el recelo.
El avión va rápido, trémulo de altura, mientras su sombra proyecta pequeñita sobre el terso cristal del lago.
Pronto tenemos la sorprendente visión del Momotombo; el piloto se da cuenta de que nos interesa conocer bien cada maravilla de la El grabado muestra el momento en que acaban de aterrizar los costarricenses en México; con ellos aparecen algunas tierra y vira en torno del cono pede las numerosas personas que fueron a recibirlos al campo de aterrizaje.
OSA se Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica