REPERTORIO AMERICANO jos Acotación a Stevenson. De la obra, muy recomendable: Psicologia Pedagógica (Para maestros) y Sobre algunos ideales de la vida (Para estudiantes. Daniel Jorro, editor: Madrid. 1924. es que donde quiera que un proceso gos para descubrir sus ojos de buey. de vida comunica cierta vehemencia a a la luz vacilante de éstos, en la noche un individuo, allí la vida toma un sigobscura y tormentosa. Acariciados por nificado genuinamente específico. Unas el olorcillo de la lata tostada, aquellos veces la veneniencia hállase abonada por actividades motoras; otras, por perafortunados caballeretes apretujábanse cepciones, por la imaginación o por el sobre la fría arena o encaramábanse en pensamiento reflexivo; mas, donde quielas jarcias de los barquichuelos, entura se dé, allí estará el luininoso punsíasmados por su actuación personal en to de la realidad, siendo su importancia cuentos fantásticos. Cuánto siento no real y positiva, en el único sentido en poderos referir, como ejemplo, ni siquieque la importancia pueda darse en parra uno de aquellos cuentos. La charla te alguna.
no pasaba de ser un conocimiento, y aun Roberto Luis Stevenson expone un las mismas reuniones no eran sino uno ejemplo a este propósito, obtenido de de tantos incidentes en las correrías de la esfera de la imaginación, en un ensayo que increce pasar a la posterilos portadores de linternas. La esencia dad, tanto por la verdad que contiene, de aquel deleite juvenil consistía en cacomo por la excelencia de la forma.
minar a la ventura en la negra noche, cubierta la linterna con el gabán bien Hacia. fines de septiembre, escribe abrochado, sin que se escapara un rayStevenson, próxima la apertura de curde luz que pudiera orientar nuestros paso, cuando oscurece temprano y las nosos ni publicar nuestra íntima satista ches son como boca de lobo, comenzábación. ser una andante columna impemos a salir de nuestras respectivas casas netrable en el seno de la obscuridad, y, provistos de la linterna de ojo de buey. Stevenson entretanto, muy adentro de lo íntimo Tanto se extendió la novedad que el del corazón, saber que en el cinturón llecomercio de la Gran Bretaña la tomó vábamos un luminoso ojo de buey e irrapor su cuenta, y los tenderos al poco La canción del farolero, diar de alegría cantatriz!
tiempo iluminaban sus escaparates con Háse dicho que el pecho del hombre nuestro artefacto luminoso. Llevába.
más duro tuvo un poeta en la juventud. De El Sol. Madrid moslo sujeto al chaleco mediante un ciny cabe también afirmar que un bardo turón de cricket, ocultándole, tal era la El otoño llama en los cristales con menor sobrevive casi siempre en nosoconsigna; bajo el gabán abotonado. La dedos menuditos y suavemente silba al tros y es como el perfume del espíritu.
lamparilla apestaba a lata recalentada. niño absorto en la contemplación de la No se hace la debida justicia a la verApenas si ardía más que para quemarnos calle en sombras, acogido, tras del bal satilidad y al infantil desequilibrio de la los dedos. Su uso era negativo y el goce cón, en la tibia penumbra del gabinete, imaginación humana. Desde fuera, el casi sumido en la abundancia de sedas que nos proporcionaban meramente imahombre aparece como insignificante perfumadas en el regazo de la abuela.
ginario; sin embargo, un muchacho con montón de barro, pero dentro, bien cusEl cuadro es antiguo: un interior inglés su lamparilla debajo del gabán ya no todiado a la ajena inquisición, lleva el hacia 1860. Roberto Luis Stevenson ticpedía nada. Los pescadores usaban lin.
ne apenas ocho o nueve años. Va vessagrario de sus ilusiones. Qué persoternas en sus botes (y yo creo que de tido de terciopelo azul oscuro, con un na no guarda también, incógnita al próellos se tomó la cosa. mas sus lampari ancho cuelio de encaje, como el blue jimo, su linterna de ojo de buey. llas no eran de las de ojo de buey, ni boy de Gainsborough, ligas de raso azul. Hay una fábula que describe muy.
nosotros jugábamos a los pescadores. con escarapelas; el pelo rubio, liso, par agudamente la brevedad de la vida, y es Los serenos llevábanlas en el cinturón, tido, con raya, cac negligentemente sola fábula de aquel monje que, al atravebre la frente y la sien derecha. La abueen lo que los imitamos, sin que, a pesar sar un bosque quedó encantado por el lita de Roberto lo atrae contra su pede lo cual, pretendiéramos pasar por pobellɔ trinar de un pajarillo; y pasaron cho y con la mano que cubre apenas licías. Más bien pudimos haber pensa un mitón de fina malla negra, acaricia años y años hasta su regreso al convendo echárnoslas de ladrones, con vistas, el pelo del niño. Negro corpiño de fel to. Quién le conocería habiendo estaademás, a pasadas edades en las que eran pas ciñe apretadamente el busto de la do ausente tantos años. Sólo uno de más comunes las tales linternas y por dama, dejando escapar por el cuello en sus camaradas sobrevivía. El mágico recuerdo de lecturas en las que aquellas treabierto la breve espuma de una pun que realizara el hechizo no sólo habitalucen abundantemente. En suma, el platilla flamenca, obra paciente de las araba aquel bosque: arrulla en todas parcer que la linternita nos proporcionaba ñas tejedoras que viven las largas hotes, óyesele en todas partes y encanta ras de los beguinajes de Malinas o de era sustantivo, y con ella en el cinto no al mísero convirtiendo en instantes su Brujas.
nos cambiábamos por el más afortunado vida. Con no más aparato que la heUnas sayas inmensas de seda de Inmortal.
dionda linterna evocámoslo nosotros en dias con anclios volantes que bordea un Cuando dos de los lamparistas acerta sutás delgado desbordan del sillón vicla desierta playa. Toda vida que no ban a encontrarse, dábanse el alto con la toriano, torre de vigía desde el cual la sea meramente mecánica téjese con dos voz de ¿Lleva3 el farol. a la que la abuela otea el monótono paisaje de la hilos: el anhelo por hallar el pájaro del afirmativa respuesta de ¡En mi cint. calle recta. Larga calle de habitaciones bosque y el pararse a escucharlo. en bajas, idénticas en su hechura, casitas está. acompañaba cierto tono de inefaesto estriba la dificultad de valorar la ble satisfacción. El alto era necesario de un rojo ahumado cuyos pinos tejados vida y la imposibilidad de descubrir la de plomo brillan en la lluvia.
La irre. para quien quisiese reconocer a un porgularidad de las chimeneas, altas y pladicha ajena. La realización de este cotador de linterna, porque no de otro mo nas, es el único motivo que se presta a nocimiento en nosotros y el recuerdo de do cabía descubrirle, como no fuera por variación en la conformista uniformidad las horas dichosas en que el pájaro ha el olor. Cuatro o cinco camaradas enca de aquella ciudad escocesa. Jardinci. cantado para nosotros, cólmanos de adramábanse a veces en el vientre de algu llos enclenques hacen de propileos, y miración cuando evocamos uno y otro na trainera o en algún hueco de la pla en sus verjas se inserta el farol que ilu en las páginas de los escritores realis.
ya, cuando el viento silbaba de lo lindo, mina el dintel, arrojando una mancha tas. En ellas hallamos un exacto cuay allí placíales desabotonarse los abri(Pasa a la página siguiente)
dro de la vida en cuanto se compone Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica