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231 REPERTORIO AMERICANO.
ba también le pertenece por el derecho un don de gracia que en el combate se numentales castaños y álamos de oro, que otorgan la admiración y el afecto. transformaba en malicia, gala, y suavi musgosas tapias y nobles portales, cúDías antes de morir González cayó en zaba los terribles golpes de su hispano pulas y torres, viñas encendidas y cardelirio. Un bellísimo delirio que nos re mandoble, su parisianismo innato como dales hirsutos, ranchos y aguazaies en vela el cimiento de su ser verdadero. Se el de su hermano Simón hacían pre que se mira el cielo, todo lo que es bien creía ricó y estaba lleno de afanes repar guntarse una vez, asombrado, en París, chileno y español, y bien romano y bien tiendo toda su riqueza. Conversé con él entre las pétreas estatuas del jardín del ático, en la naturaleza, la arquitectura y horas antes de entrar en agonía. Có Luxemburgo, a un francés de la cepa las costumbres, fué ardientemente amamo recordaba, uno a uno, a sus amigos de Racinė, que de dónde podía haber do por él, con amor más paternal que ausentes! Para cada cual tuvo la expresacado el lejano Chile estos exquisitos fraterno, con ternuras franciscanas y sión gráfica de color, de gracia y de ter espíritus que parecían nacidos en el ri magnificencias de príncipe. Porque si los nura. Esos últimos dibujos imaginarios ñón mismo de Lutecia. Quien estudie crepúsculos y las rosas, la queja de los parecieron quedar vagando en torno de en el futuro a este grande artista, a este torrentes y el canto de los pidenes pusu vieja cabeza doblegada. Quería que hombre raro, tendrá también que asom dieron alguna vez superarlo, sin lograr todos fuésemos a saber la buena nueva: brarse ante esa su sicología de imperial nunca vencerlo, hay toda una infinita él nos iba a llevar a lą vieja y amada diamante, tan íntegro y sobrio en su variedad de cosas, y de aspectos, que el España, a la dulce Francia inolvidable. unidad esencial como rico de luminosos vulgo encuentra feos, y acaso a veces lo Que se apresuraran en ir, porque él es y divergentes facetas: lo que acaso ex sean, pero que el milagroso alquimista taba haciendo la lista interminable de plica, junto con su virtud de darse, de que había en nuestro amigo transformó sus infinitos amigos.
repartir generosamente sus interiores innumerables veces en piedras preciosas, En esta época, cuando el otoño se riquezas, la permanente fascinación que y alegría y encanto de los ojos. Supreanuncia y las golondrinas y los pintores ejerció sobre tantos hombres y mujeres, ma virtud y supremo genio de este arse inquietan, cuando las vendimias se viejos y jóvenes, que formaban el vasto tista, y de todos los verdaderos artistas, inician y los frutos de todos los huertos mundo de sus amigos, admiradores y que casi se confunde con el genio de la perfuman la ciudad, cuando las maña discípulos, que solían no conocerse o no caridad, que es también amor de la nas comienzan a envolverse en las pri entenderse entre ellos, y que, por lo ge eterna belleza y amor del prójimo y que meras nieblas azules y luminosas, y los neral, enjoyaban orgullosamente sus ho. sobrenaturaliza, por decirlo así, la nacrepúsculos ahondan los cielos y se man gares con esos maravillosos pequeños turaleza, y con ella la fealdad y el mal tienen largo tiempo encendidos, en esta cuadros, con esas discutidas manchas mismo, y los sublimiza hasta elevarlos a época del año González, como siempre que revolucionaron la pintura en Chile, la categoría de placer celeste, de virtud lo hiciera, se aleja hoy de nosotros. Pero y en su larga vida el maestro produjo. educadora y consoladora, de gracia y gono va ahora hacia la fiesta de los colopor millares.
zo espiritual que casi constituyen una res, ni sus pasos pueden gozarse hollan No seré yo quien pretenda recordar justificación de la vida misma para los do el tapiz inquieto de las hojas secas aquí, en estas precipitadas líneas que que desgraciadamente no encuentran la que él cantara. Pero vaya donde vaya, borronea más de una lágrima evocar verdadera, y pone dulcemente al homsabed que él lleva sus pinceles. Lleno de con palabras dignas de él, el arte de este bre en los misteriosos trampolines que emoción ví cuando su amada compañera creador de belleza, cuyas pinturas no llevan a esa justificación y a la comantes de cerrar el ataúd, los ponía en su fueron la única manifestación de su ina prensión amorosa, humilde y grata de lo pecho como el ramillete de donde hagotable maestría. Tanto llegó a confun infinto: a Dios.
bían brotado las flores inmarchitables de dirse, a veces, con nuestra encantadora estas supremas alturas elevó su arte.
su propia gloria.
naturaleza, con los adorables paisajes de a Juan Francisco González. no es este Felices los verdaderos maestros por nuestro gran valle, que todo lo que hay milagro el menor de los regalos que legó que ellos pudieron despertar a unos de más delicadamente bello en éste, en a los suyos y todos lo fuimos un pohombres de entre los vivos. tristeza las cuatro estaciones, lo recuerda a nues co el maestro magnífico que hoy ende sus amigos y discípulos, porque ellos tros ojos a cada instante, y parece que tregamos a la tumba.
saben lo que vale la pérdida de esa su llevara su firma. Flores de los jardines ciencia imponderable.
y árboles y arbustos de los campos, moDiego Dublé Urrutia Pedro Prado.
El patriarca de la pintura chilena.
Cerca de cuarenta años de invariable amistad, una admiración igualmente antigua, y el piadoso encargo de un grupo de viejos amigos, me obliga a romper aquí, durante algunos instantes, un silencio que la emoción ofuscadora de la pena jusificaría, para decir públicamente adiós, para acariciar con ternura y respeto, ante la tumba abierta, la frente magnífica, la cabellera blanca, el corazonazo inmóvil de uno de los más nobles frutos de nuestra raza; del más espontáneo, nacional y encantador de nuestros grandes artistas. Iba a decir de nuestros poetas. Muchos dones recibió de Dios este gentilísimo amigo: vitalidad asombrosa, sensibilidad refinada, ejemplar laboriosidad; amor a la belleza, que casi fué en él una religión; pasión por la verdad, la justicia y la independencia; orientación colombina hacia todo lo que es dignidad, gentileza, señorío calidad. como él gustaba decirlo sintetizando y saboreando en este precioso concepto, todas las cosas altas, bellas y justas. Su ático buen gusto, ese íntimo tacto de la medida, del límite unido a obra realizada, de veneración al hombre y al artista.
Con don Juan Francisco González desaparece uno de los temperamentos pictóricos más ricos y generosos que ha dado el país. Siendo criollo hasta la médula en sus temas, había diluído en su paleta una delicada esencia francesa que perfumaba su obra dándole una sutileza especial.
Fué un renovador de nuestra pintura. Con él nos llegaron las primeras ventoleras impresionistas que habían de revolucionar el sentido pictórico nacional.
Como pintor, se individualizó en forma tan rotunda y verdadera, que su personalidad (Viene de la página anterior)
artística era ya intocable. Maestro en toda la extensión de la palabra. Sus paisajes poseen una expresión cautivadora que reside pricipalmente en el matiz, lleno de sensibilidad, de su colorido. Nadie como él ha sabido interpretar de manera más poderosa y más delicada al mismo tiempo, esa dorada gama otoñal que incendia y quema en ocres y rojos la fronda de los árboles. Sus figuras sueltas, abocetadas, valientes de ejecución y de color, son también inconfundibles. La obra de don Juan Francisco González permanecerá, para gloria de su nombre y para honra de nuestro arte, mientras exista pintura chilena.
Junto al gran artista estaba el hombre enaltecido por una bondad sin límites. Qué enorme corazón de niño! Su voz suave y dulce, sus gestos lentos, sus consejos sabios, llegaban hasta el fondo de nuestro espíritu y sentíamos en esas palabras el hálito de los verdaderos y puros sembradores de belleza.
Sobre la almohada mortuoria, la melena del viejo pintor es ahora una mancha de nieve.
Nieve dorada por cuatro cirios. Sienna OCTAVIO JIMENEZ Abogado y Notario OFICINA: 125 varas al Este del Almacén, Robert, frente a Reimers.
Tel. 4184 Apdo. 338 Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica