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Giro bancario sobre Nueva York.
Correos: Letra SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA La enfermedad de Flaubert De Ahora. Madrid Sí, tiene usted razón, amigo mío, tiene usted mucha razón; es una terrible enfermedad. de la que no sabe uno cómo defenderse. La padeció aquel intelectual modelo de intelectuales que fué Gustavo Flaubert, el gran solitario, el inmortal creador del no menos inmortal Mr. Homais. Y, entre paréntesis, rien qué partido se matricularía hoy este formidable. iibrepensador. en un pasaje de su inacabada obra Bouvard y Pecuchet aludió Flaubert a esa terrible enfermedad cuando escribió que esos sus dos monigotes iy tan suyos! contrajeron la lamentable pitoyable facultad de descubrir la mentecatez humana y no poder tolerarla. De todos los dolores del entendimiento, pues éste suele dolernos iv gué dolores los suyos. éste es el más insoportable. Más que el de la duda, más que el de no lograr la comprensión de algo. Aunque no será, en el fondo, que el que sufre de esa enfermedad flaubertiana es porque no com prende la mentecatez, su verdadera razón de ser. No es acaso falta de caridad, de amor al prójimo, de humanidad en fin? No es inhumano que le duela a uno más una mentecatada, una simpleza aue se le diga una pregunta inepta, por ejemplo, que se le dirija, que no una mala pasada que se le juegue?
Las veces, amigo mío, que me he detenido ante aquellas palabras de Jesús en su sermón de la montaña cuando dice: Cualquiera que dijere a su hermano raca (un nadie) será culpado en conseio, y el que dijere. fatuo. será culpado de infierno del fuego. No el que le llame bandido, o ladrón, o mentiroso, o traidor, o. sino el que le llame mentecato, niemo, bobo. No el que ponga en duda la sanidad de su conciencia moral o su buena fe y su lealtad, sino el que ponga en duda la entereza de su entendiiniento, la sanidad de su seso. Terrible pasaje evangélico, no es así? luego empieza uno a pensar si eso de no descubrir más que las mentecatadas, las necedades de los prójimos, no provendrá de una enfermedad de nuestra visióı. No ver apenas más que eso.
no ver. No ver, es decir: invidere envidiar. Porque envidiar es no ver. cómo se va a envidiar al mantecato. me dirá usted, mi buen amigo. En una ocasión le clecía yo a Maurois, el autor de la penetrantísima biografía de lord Byron, que acaso éste, el autor del formidable misterio Cain. fué un singular envidioso. Envidió a los que no le envidiaban; les envidió el que vivieran li.
bres de envidia, que es otra terrible enfermedad del entendimiento. luego de haberle dicho eso a Maurois, no hace aún mucho, releyendo a Quevedo en la excelente edición de Astrana Marin, me encontré con esto de aquel gran calador de nuestro morbo nacional: El hombre o ha de ser envidioso o envidiado, y los a su hermano. El amor propio. sí, iel amor propio! Pero. y el aborrecimiento propio. Cuántos hay que se sonríen de los envenenados tiros que se les dirigen porque ven que no ven los otros lo peor, lo más envenenado y venenoso que guardan en sí? en otro respecto recuerdo que yendo una vez con uno de los hombres más inteligentes y mejores que he conocido, como al pasar junto a un carnero le dijese mírele la cabeza, la sesera, y mirele lo otro: el. sexo; aquélla no le sirve más que para topar, es el animal más estúpido que conozco, pero, en cambio.
es. capaz de cubrir en una noche no sé a cuántas ovejas. mi amigo me resFlaubert pondió: Quién fuera carnero. por lo uno y por lo otro. Claro está que esto era un decir en aquel hombre, de altímás son envidiados y envidiosos, y al sima inteligencia y de ordenada condur.
que no fuerc envidioso cuando no tenta, pero. no quiero ahora repetirle ga otra cosa que le envid le envid aquella tan conocida anécdota de la conel no serlo. Qué hondo! Mira, ese versación en re Emilio Castelar y José que va ahí es. Fulano, el célebre. le Luis Alvareda sobre que, según aquél.
decía un hombre de la calle a otro, y.
el doniuanear atrofia el seso, segiin éste le contestó. a mí qué? coéste, el estudio atrofia lo otro. Sesera mo el Fulano aquel lo oyera sintió encoxera, si priere nisted, vidia de aquel hombre de la calle a quien después de todo esto vuelvo a lo no se le daba nada de él ni acaso le de la terrible enfermedad que se les desconocía. Esta envidia sentía Lord Byron, arrolló a los pobres monipotes de Flauesta envidia sentía acaso Gustavo Flauhert. o. meior, a este inismo, pues ellos, bert ino envidiaría a su Homais, que Rouvard Pecuchet, sí nue eran mentetodo lo tenía resuelto con ramplonerías catos. Tanto, en su género, como misjacobinas. esta. envidia sintió acaso. ter Homzis en el suyo. Oué tormento.
nuestro Quevedo. hay otro sentimienamigo inío, qué tormento. Este sí que to mons ruoso esto va usted a tomáres tormento! Si San Pablo exclamaba: melo a colmo de paradoja. y Miserable hombre de mí. quién me lipodríamos llamar de la auto envidia, la brará de, este cuerpo de muerte. no de aquellos al parecer orgullosos que se pasan la vida envidiándose a sí mismos, nuede uno otro exclamar alguna vez no pudiéndose ver a sí mismos. este en su vida: Miserable hombre, de mí, es acaso el infierno del fuego con que ¿quién me librará de este entendimienJesús amenazaba al que llame mentecato to de muerte? Sí, de no entender más que mentecatez, ramplonería, vulgaridad, frivolidad, muerte en fin.
Como mirándole a usted, amigo mío, con mis ojos sanos, libres de enfermedad, le veo sano, sé que no me preguntará, en qué casilla meto a Flaubert, si Se cura fácilmente usando le tengo por de derecha, de izquierda o de centro, si por creyente o por incrédulo, si por progresista o reaccionario.
Sé que conoce usted a nuestro Flaubert y cómo no. sé que recuerda aquel en su dieta.
final de sus Tentaciones de San An4GRURAS. FLATULENCIA. MAL tonio cuando el pobre trágico anacoALIENTO. DOLORES DE CABEZA reta quiere comer tierra. hacerse tierra dice hallarse harto de la estupidez del Sintomas todos de que Sol. a bétise du Soleil. Estupidez del Sol! Porque si es un acto de estupidez su digestión anda mal. llamarle estúpido a un siglo como a un río o a una montaña, no lo es ya llaDesaparecen RAPIDAMENTE con marle al So! acaso la estupidez del el uso de la Sol que a través de su San Antonio sentía Flaubert consista en que alumbra cuanto mira, y así no le ve las sombras. él las tiene. Pero es eso estupidez o qué?
HERMANN ZELEDON ¡Pobre Flubert. Pobre Sol!
BOTICA FRANCESA Miguel de Unamung el que Tiene Ud. Dispepsia?
SALUVINA SAL UVINA Imprenta LA TRIBUNA Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica