330 REPERTORIO AMERICANO Parece que estoy dentro de la mágica gruta inmensa de donde, ataviada para el mundo, acaba de salir la primavera. no ¡Qué paz, qué dicha sola en esta honda ausencia que ella deja, en este dentro grato del festin verde que se ríe fuera! Entre este verso y el que luego copio. qué puedo yo escribir? El poeta viajó a Nueva York con un amor nuevo y vuelve a España con un amor renovado. El de junio salía del puerto americano. El 20 de junio fondeaba aguas españolas.
Mar de retorno. Allí había cruzado, en primavera, por la vida nueva de los franklinianos. Muchos altavoces dispares.
Pero el poeta lleva en su cáliz de amor la primavera. con ella regó todos sus paseos norteamericanos. Portaba a su lado la primavera: la tenía metida en su cofre interior, y entre los dedos floridos de sus manos, y en el ojal del abriguillo, y en el negro de acero de sus ojos.
El Diario de un poeta recién casado ya es su libro que, en el tránsit le empuja con calentura hacia el Andaluz Uni: versal, que luego se hará el Cansado de su Nombre. Primer soplo en su ruta clarividente que todos no la alcanzamos en todo. fué Laberinto: libro que yo guardo como recuerdo de oro, con unas cariñosas líneas de Juan Ramón Jiménez.
ce sórdido de pequeñas y abultadas ne Marcharnos de España. un rincón cedades. Es una tarde de luz fría y ace. donde haya sol y luz para nuestro corarada. Escribo a usted aterido de me zón. Donde haya medidas palabras y lancolía, de sopor, de amargura. Antes rectas intenciones. un rinconcito de he leído sus Eternidades, que me han serenidad y pureza, amor y civilidad.
hecho bastante bien. Yo quería saltar Acaso a suplicar limosnas por los camime la trivialidad y el desdoro, que aho nos extranjeros y a comerse el mendrura me ahogan más que nunca.
go de nuestro afán y poder decir con puede ser. Los garfios que prenden en usted: el légamo español son irrompibles. La intención pura muere en un suspiro. La ¡Inteligencia, dame aspiración noble, en un sollozo. Al esel nombre exacto de las cosas!
píritu sano le desvanecen feroces berri. Que mi palabra sea dos de alanismo.
la cosa misma, Trajinar es penoso. Quisiéramos pa creada por mi alma nuevamente, sar, en alas de la luz, a los mundos luminosos: ganar más luz al pensamiento.
Bienestar del alma tranquilizada, conPorque esa lucecilla de estrella que anfundida con las palabras de la multitud hela guiar nuestra consciencia se apaga decorosa y limpia; para después, a solas, y extingue por un soplo negro, de una elevarla a los goces teresianos del arte y boca negra, de una multitud negra, fre del amor. La verdadera vida a que tenética.
nemos opción luego de haber pasado por Leí días pasados unas cartas de Carlos el mundo Dante, Shakespeare, Cervantes Liebknecht. Fué un mártir bueno del sobre todo, Goethe y Carlos Liebala roja. Un corazón excedido, una inknecht. poder estrechar con ufanía la teligencia equivocada, una sensibilidad mano ufana de Paul Valéry.
perdida. Eran las cartas dirigidas a su Siampre fui su amigo.
amada y a sus hijos, desde el frente, y, más tarde, desde la prisión. Ellas me dieron calor al alma desvalida, ellas me Pocmilla del que leyó las Eleglas impulsaron a hermosos sueños de aventura. Ellas clavaron pena en el blanco de No le comprendían. El se expresaba mi vida interior. Angustia, siempre torpemente con su timidez, con su puangustia, por eso que usted canta, llora dor imponderable. Se le escarchaban las y reza: voces en los labios, porque deseaba volMis pies, iqué hondos en la tierra!
car su alma inédita siempre que hablaba.
Era feúcho y pobre, desmedrado y vulMis alas. qué altas en el Cielo!
garcillo. La ropa traspillada cubríale su. qué dolor carne pálida y floja. Le ardía el cerebro de corazón distendido!
y en su corazón picoteaba una ronda de Yo pensaba con timidez: estas cartas golondrinas. Nadie le huía; pero todos y esta vida de Carlos Liebknecht, para se mofaban de él con indiferencias, con irónicas atenciones. Como un sonámbulos mejores españoles. estas Eternidades de Juan Ramón Jiménez, para los lo caminaba por la vida, fija la mirada en peores españoles. España! Por ella su pena y en su tristeza. Anhelaba que nuestra angustia, nuestro dolor, nuestra le comprendiesen, y se le rompía el anzozobra. Se hunde; usted lo sabe.
helo contra el eco árido de la vida.
Siempre vivió hundida? Vejez sin juSe tuvo que hacer amigo de los niventud la de nuestra España. Porque ños y de las estrellas, con amistad inefaaquellos años de la unicidad histórica fué ble y honda: como sus amarguras dulces.
un recosido de trapos sueltos, ya viejos Los niños le atendían por las dulzainas de sus bolsillos, en tanto las niñeras le y lamparosos cuando se tramaron con el bramante de la espada al servicio de los escupían sus miradas despreciadas. Le obispados no ciertamente cluniacenses, quisieron las estrellas por sus lágrimas sino morabitos. Mas, al fin, grandeza.
estrellas de su cielo y por sus claros Ya han pasado centurias desde que la pensamientos recónditos. Bajaban toanciana tierra cuenta uso de razón pladas las noches a apacentarse en su alma tónica. Vivieron muchos hombres en líquida y de cristal naciente. Allí rumoella, regándola con el perfume de su hureaban en coro de caricias y danzar de manidad. Dante, Shakespeare, Miguel aurora y amor.
de Cervantes. Sobre todo, Goethe. Qué Tendido sobre la colcha de flores asimiló nuestra España de ese ígneo primavera y luna murió un día soñando fluir mental y sensitivo? La honda pena el Infinito. Aquel día que su amor no acucia el ánimo y enmudece la voz de.
pudo conseguir el amargo desprecio del plata. Como usted es un poeta, por eso mundo que los hombres habían ensordea usted acudo en queja, agónico de luz.
cido. Como un suspiro, expiró.
Los postreros meses impurificaron a nuestros corifantes de la sabiduría, que eran disfrazados faranduleros de la poMar de retorno lítica. Ahora se destaparon su antifaz de engaño. La voz de usted, debe al(Nostalgia)
zarse? Sí, sí, para nosotros cuatro o cuatrocientos que, contaminados, deEl mar del corazón late despacio, seamos fervorosamente escapar de las en una calma que parece eterna, ruinas pestíferas. Si usted no lo hace bajo un cielo de olvido y de consuelo tendremos que huir.
en que brilla la espalda de una estrella.
Por primera vez leí leíamos el Diario de un poeta recién casado en un pinar segoviano. Frescor de verano de sierra. Gateaba el torpedo por una carreterita sinuosa. Antes de llegar al Alto del León, en una rinconada, con umbría y fuente, colgábamos las hamacas: franjas blancas y azul marino en el verde agónico del pinar. En ellas unos amigos que buscábamos lo que nos había sorbido el cabaret madrileño y la venta sevillana. El grupo ellos y las amigas de la colonia veraniega en charla, kodak y lectura. Yo prendía mi sentimiento, muy resentido y arrepentido, en la ruta floreal y nostálgica de luna nueva, de luna vieja del poeta enamorado con su fijo desamor. Cuando una página me parecía soberana la ofrecía, en voz cansada, a los amigos. Ellos. como todos. no prendían su gusto en aquellas raSólo ella, en sus dieciséis años dormiditos, suspiraba: Yo creo que ese libro es como la rosa a quien vamos despetalando poquito a poco; esa rosa que fué nuestfro amor en el búcaro del gabinete y en el testero de la cama que nos servía de lecho.
Hoy,. yo, con clarines viboreznos en el.
gusto, roto y descompuesto, al acercarme de nuevo al Diario de un poeta recién casado no sé qué he sentido de regusto y de placer. Era como si la vida mala y sucia se me hubiera cortado, y ahora, mientras él me guiaba y atendía, caminase por un cementerito, nevado en el silencio de la noche, entre los sueños de los hombres que allí despertaron sus sueños al morir sedientos de soñación, que nunca desearon ni tuvieron.
rezas. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica