Democracy

REPERTORIO AMERICANO 203 a que pueda asistirse. Aparecen. de pronto finos mercaderes que las ofrecen en la forma más exquisita y más discre ta, con una mesura en las palabras y una tranquilidad en el semblante que dejan cautivos a todos los parroquianos. Pero los medos diestros, pero los más zafios y simpies y zurdos, no ofrecen sus ideas sino que las mandan. Las mandan como quien manda una pedrada. Tienen toda la rudeza de la provincia, agravada tal vez por la ignorancia que esconde ese fondo respetable que tienen todas las opiniones respetables. Hay que pensar, para pensar en esta modalidad del congreso, en un rudo conductor de partido, o que conduce una partida en las veredas de nuestra patria silvestre, y que por esta circunstancia cae al recinto del congreso para mandar sus fuerzas ciegas, sus ideas de piedra en medio de una confusión en donde los unos rien, vociferan los otros, y el presidente pone a reventar la campanilla entre un murmullo que se levanta del recinto de los honorables para crecer y dilatarse en las graderías destinadas a la muchedumbre de los espectadores.
a a DEMOCRACIA MUCHEDUMBRE Pongamos que soy joven, fuerte, sano, rico hermoso, inteligente y bueno. Hace un luminoso dia de primavera. Estoy en un ameno y perfumado jardin. Corren y bruiuiean arroyos de frescas aguas. Cantan aves melodiosas. No lejos, en un palacete, se oye una orquesta exquisita. mi vera se halla una linda mujer a quien amo y que me ama. Hemos leido versos de un poeta dilecto, apostillando las estrofas con encendidos besos. Qué me falla para ser feliz? Nada me falta; solo una cosa me sobra: las botas que me aprietan y lastiman, no mucho, más lo bastante para ensombrecer, y amargar toda mi dicha.
Pues aunque no otorguemos a la política sino este minúsculo valor negativo. no son el señor Sánchez Guerra y el señor Cierva, por ejemplo, peores que un par de botas angostas. No son capaces de distraerle de sus exláticas especulaciones, y agriarlo, al espíritu más noble, ecuánime y platónico?
amon Perez de Ayala se tiran al orín del abandono en los basureros de Nueva York.
El representante todero es el representante que no admite orden, subordinación, método ni disciplina. Por encima de todas las cosas él se siente real.
y verdaderainente el enviado de cuarenta o cincuenta mil ciudadanos que están dispuestos a hacerse oír, y a que se les oigan hasta los vizcaínos en la junta o asamblea de la república. Casi no es ni por presunción científica, sino por principios, que los toderos hablan: ellos tienen que afirmar su derecho a expresar opiniones hasta más allá de los límites de lo posible, de lo verosímil, de lo imaginable. Ellos llegan a sacrificarse, conscientemente, en aras de lo que consideran un principio democrático.
Pensando en esta forma, los toderos se sublevan contra la idea de que en el parlamento puedan funcionar comisio nes técnicas a las cuales deba hacerse confianza para que organicen un proyecto de ley, para que le den unidad y concisión a los debates. La más elemental de las comisiones establecidas para fijar un orden dentro de la cámara, és la comisión encargada de prescribir el orden del dia. Todas las mañanas esta comisión se presenta con un plan de trabajo y, automáticamente, saltan cuatro o seis representantes a proponer una serie de mociones que llevan este preámbulo. Altérese el orden del dia y considérese lo siguiente. De tal suerte que el orden del día resulta ser el desorden del día, y la cámara qucda flotando como una el plan fijado por la comisión que preside bandera de derrota de que hacen escarnio los representantes del pueblo.
En esta maniobra de alterar el orden del día hay especialistas. Yo los consideraba en la cámara como oradores de travesía, como esos indios de nuestra Sabana que no siembran para las cosechas de año sino para ias que llamamos, en Fontibón, de mitaca. Mi ilustre amigo Vélez Calvo, por ejemplo, es de mitaca. El lo hace porque la política, como deporte, le subyuga, y no hay trampa más ventajosa para hacer política como la de desarmarle su orde del dia a la comisión de la mesa, sorprender a la cámara con un discurso de travesía y hacerse el cabecilla de lo imprevisto. el representante Vélez Calvo es mañoso, ladino, casi taimado. Se le ve hasta en la mimica. La mimica es a veces reflejo fidelísimo que traiciona a los oralores parlamentarios.
Me recordaba ayer don Tomás Rueda Vargas algún incidente ocurrido en el congreso de 1903, cuando el doctor Antonio José Uribe se ofreció para hacerle frente al genio terrible del señor Caro.
El doctor Uribe, reza la anécdota, inició una de esas disertaciones que le son ca.
racterísticas para combatir la tesis del señor Caro. El señor Caro se retiró a los pasillos, y cuando regresó, después de transcurrida una hora o algo más, el doctor Uribe. quien, como es obvio, seguía disertando, se dirigió a él en estos términos. Deploro que el señor Caro no me haya oido cuando estaba presentando mis argumentos contra su tesis. No lo necesitaba respondió de un tajo el aludido. No me explico una respuesta semejante, balbuceo el doctor Uribe. Cómo va el señor Caro a responder mis argumentos, cómo va a conocerlos sin haberlos oído. Yo no necesito oirle, dictamino Caro: le he visto caminar, y eso me basta.
Al doctor Vélez Calvo basta verle cuando hace una exposición de travesia para comprobar la maroma política en que se aventura. Dobla la cabeza mirando de sesgo, hacia las patas de los pupitre, con una intención absoluta.
mente diagonal, intención que es de momento, desde luego, y que sólo obedece a travesuras políticas que le hacen sonreír con una sonrisa que sale, como de un cojin de raso, de la albura de su rostro repujado. Lo que más me fasticiaba en estas intervenciones del representante Vélez Calvo era que no me miraba y que, como lo dejo insinuado, le hablase a las patas de los pupitres.
Me atrevo a creer que hay dos conceptos que luchan ahora por imponerse en los parlamentos. El uno es el de la democracia y el otro el de la muchedumbre. Democracia, quizás, no quiere decir un gobierno en donde todo el mundo participe. Democracia es un sistema en donde se va sistematizar el gobierno del pueblo. Un sistema en donde las cosas van surgiendo de abajo, de la masa anónima, través de los comicios, y en donde las funciones se van delegando para seleccionar las capacidades. esta selección puede hacerse en todos los grados: dentro de la cámara misma: para no dar paso a una cosa que Ortega y Gasset calificaria de gobiernc chabacano, y que nosotros encontramos gobierno de chambones, El ideal en la teoría Peñuela es un ideal de cabildo abierto. Que todos hablen, que se hagan leyes sacadas del tu. multo, de las opiniones agrupadas en muchedumbre. Así oyeron y asi tradu. jeron los campesinos el grito de ;Gobierno del pueblo. echado a la Plaza Mayor por don José Acevedo el 20 de julio de 1810, y los representantes han dejado, así, virgen, la interpretación que de esta frase puede hacerse.
Los intelectuales tres o cuatro personas que han trajinado por las teorías del derecho constitucional. se quedan perplejos ar. tc esta teoría de los toderos.
Me parece típica la alarma de los españoles cultos que llegaron a las cortes de Madrid, implantada ya la república, y se hallaron ante los Peñuelas peninsulares, que se corrían dos agujeros del cinturón y err. pezaban a dictaminar sobre la organización de la economía española. Cuando sa discuta la constitución, dijo trémulo don José Ortega: pediremos muchos que conste en ella la obligación, por parte del parlamento, de no discutir cuestiones económicas, sin que previamente las comisiones parlamentarias posean un dictamen técnico de un nuevo órgano parlamentario: el Consejo de la Economía Nacional.
Pero era que en Madrid se estaba creyendo que democracia era lo que aqui solemos practicar: el derecho de tervención de todos en todo, el derecho a estorbar el trabajo, a no permitir que el trabajo se ajuste a un método.
Precisamente, iniciada la república un periódico se indignó contra el presidente porque no recibía en audiencia especial a todc ciudadano que lo solicitase, y porque no consagraba sus doce horas de trai ajo a la elemental función democrática de recibir las visitas de los golfos de Madrid. que conste que este cuento, viene a cuento.
Entre las ideas viejas que circulan por la cámara hay una muy curiosa de la cual, naturalmente, es adalid el representants Sotero Peñuela. Esta idea consiste en que todo representante tiene el derecho, y aun el deber, de intervenir en todo asunto. Yo, por ejemplo, que no soy sino un modestísimo escritor público y, cuando más, aficionado al estudio de cualquiera rama descabellada de la educación, puedo, según esta teoría, y hasta debo, meter baza en el asunto de la lepra, en la reforma a los estatutos del Banco de la República y en las modificaciones al código civil. Esta teoria del representante todero. expuesta con lujo de intervenciones por el conspicuo representante de la vereda boyacense, podría pasar a la historia del derecho con el nombre de la Teoria Peñuela.
Suponed que tres sabios han encanecido adiestrando sus inteligencias en un aparte del saber, que han perfeccionado la técnica de su oficio hasta hacer de ella una maravilla de precisión y sutileza, y que, puestos al servicio de la repúlica, presentan un proyecto de ley que es todo un prodigio de ajuste, con lindos secretos, resortes y combinaciones que hacen de él una maquinaria fina, delicada, sensible. Llegan los papeles de los sabios a la secretaria de la cámara, y los representantes toderos se trepan como micos en el escritorio y los revuelven en un abrir y cerrar de ojos, con tanta agilidad y tanto garbo, que no queda de la maquinaria fina sino una cosa parecida a csos esqueletos de automóviles que inGermán Arciniegas Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica