180 REPERTORIO AMERICANO El Cónsul de la República Argentina en Costa Rica que se llamó don Arturo Urién Envío de la autora. San José, a sus con Allá por el 1927 el gobierno argentino nos mandó un cónsul que se llamó don Arturo Urién y que estaba hecho, sin duda alguna, de una madera bien diferente de aquella con que los gobiernos fabrican diplomáticos, pues este cónsul era de palo recio, de ese para el que no hay comején que le entre.
Es natural que dado este antecedente, pasara desapercibido entre la alta sociedad y en los círculos oficiales, en donde gozan de prestigio solamente aquellos diplomáticos que dan banquetes y asisten a las comidas y fiestas que se acostumbran por esas bajuras.
Aun más, mucha gente perteneciente a ese grupo, lo consideraba como excéntrico porque les huía y los miraba de arriba a abajo y porque le interesaban los problemas sociales y por lo tanto, los educacionales, asuntos que ellos miran con indiferencia o mala voluntad.
Era don Arturo Urien un Don Arturo Urien rodeado de algunos niños viejo de noble apariencia, pulde la Escuela Maternal cro en el vestir, más bien alto, de tronco recio con una hermosa cabeza blanca sin el menor asomo de calvicie. El rostro more haciendo joven conforme pasaban los no aceitunado, con unos ojos que se años, al revés de los mortales, y así el asomaban mucho al exterior, abiertos de correr de los días, en vez de robar enerpar en par como para que entrara toda gía y frescura a su espíritu, lo volvía ágil, la luz, con una mirada que parecía invifuerte y dispuesto a la renovación. La tar a su interlocutor a adentrarse en la experiencia no agrió ni desilusionó su conciencia limpia, sin polvo ni replie pensamiento, sino que lo hizo generoso, como el curso del tiempo vuelve genegues, ni rincones oscuros que su volunroso al vino hecho con buen mosto.
tad había ido lavando hasta dejarla así, poco de tratarlo, me di cuenta de. como las manos de un trabajador que que me había encontrado con uno de los después de la faena se las friega bien con simple jabón y agua pura.
hombres mejores que le es dado a una persona hallar en su camino. La cosEn su juventud fué militar, y según tumbre de tratar viejos y jóvenes costaél mismo me contara, un militar peca rricenses cuyo lema es más vale nador.
lo conocido que bueno por conocer. En una ocasión me mostró una foto que es lema de débiles, de los incapaces grafía suya de sus años de mozo y de de toda creación, hizo de mi encuentro soldado. Era una figur vulgar más con el viejo Urién, algo inolvidable. Esbien, adocenada como la de la mayor taba yo tan poco habituada a ver acoger parte de los militares que ganan sus con alegría una empresa tendiente al engrados en tiempos de paz. La comparé roblecimiento humano. De dónde vecon la figura que tenía ante mis ojos, y nía este cónsul que en lo que menos me di cuenta de que los años le habían pensaba era en el lucro personal y en las dado belleza y prestancia. Por lo que zalemas a ministros y demás fantoches sabía de él, comprendí que el ennoblecihonorables, y que ponía tanto entusiasmiento interno había ido transformando mo en el deseo de que un centenar de los rasgos de su fisonomía. Conforme su pobres chiquillos estuvieran contentos?
Era admirable verlo poniendo su cuerespíritu se había ido quemando de toda po enfermo al servicio de sus ideas de escoria, su cuerpo se había ido quedan egoísmo amplio como la bóveda del ciedo libre de la grasa que, como una ex lo. su cuerpo enfermo le obedecía sicrecencia aparece sobre el gusto que el lencioso como un criado inteligente las egoísmo concede a la sensualidad. órdenes de un amo inteligente.
Fué este un hombre que se había ido Sólo he conocido dos viejos que no dejaban caer, como una plancha de piedra esto que corrientemente se llama experiencia, sobre cualquier brote con trazas de llevar capacidad para cambiar de forma a las costumbres establecidas, y uno de estos dos viejos fué don Arturo Urién. Es claro que no me refiero a la complacencia que las mujeres acogen las modas nuevas, no, me refiero a la actitud ante la aparición de manifestaciones de vida más hondas que el corte de un traje o la forma de un sombrero. Qué cosa fría es esta experiencia que pasa como una racha invernal y hiela los frutos nuevos! Se me viene en este momento a la memoria la sonrisa desilusionada y amarga de un individuo que yo conozco, que trata de apagar la rebeldía joven que se manifiesta en derredor suyo con el relato de sus pobres y desorientadas actitudes que nunca lo llevaron más allá de ser primer actor en escenarios momentáneos, sin la menor trascendencia en la vida del país. Experiencia infeliz cuyo factor principal fué una vanidad epidérmica que se podía raer con la uña. En cuanto a don Arturo Urién, no quiero decir que obrara a tontas y a locas, pero su experiencia tenía la sabia oportunidad de la aguja imantada de la brújula en los momentos de extravío. Ha sido uno de los espectáculos que más goce han ofrecido a mi espíritu, este de la experiencia de un viejo sirviendo de arco a una flecha recién salida de los talleres de la vida. por cierto que voluntades mucho más jóvenes que la suya, no han sabido como este hombre añoso, ofrecer a la saeta, la tensión necesaria para que al ser disparada diera en el blanco o acercara a él. He conocido otros viejos que parecían ponerse siempre del lado de la juventud, pero en su gesto yo adivinaba el deseo de olvidar sus años, de ocultarlos como una vergüenza; había allí no sé qué del viejo verde.
No era el caso del viejo Urién, que fué viejo inteligentemente, con la naturalidad con que el niño es niño y el mozo es mozo.
se Pero si en Costa Rica no frecuentó la alta sociedad, frecuentó en cambio la de los niños, pobres que es algo así, con respecto a aquélla, lo que los bastidores de un rico decorado en una representación teatral.
Tenía todas sus esperanzas puestas en Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica