REPERTORIO AMERICANO 135 a ño Justito. Alguno hablaba, pero muy va CON don Ernesto Latorre. Apdo. de Correos gamente, sin afirmar nada, de que con No. 18, en la ciudad de Panama, puede na Bernarda Güecho había tenido al ChiUd. conseguir el Repertorio.
cón. Hacía de esto muchos, muchísimos años, antes de la Guerra Nacional, cuando no, cercano al rancho, le despertaba.
en Chalchuapa murió Rufino Barrios. El Se levantaba. Desprendía su cuma del Chicón era ya bien maduro. El Chicón? horcón en que la había dejado prendida, El mero Chicón, el que se sonsacó a la y con ella bajo el brazo, se encaminaba, Beba, la de la comadre Gertrudis, y que calmoso como siempre, a su trabajo.
vivía de colono en el Sitio. La paternidad, según el gratuito y dudoso cronista, Poquita cosa en el morir la llevaba el Chicón cincelada en la ca.
rátula. Las mismas ñangas desfloronadas Una mañanita toda empañada de polvo de ño Justito; el mismo getón morado, de lluvia, no Justito no se pudo levantar.
colgante como un bello, de ño Justito; los Se quedó tumbado en su cuero, sobre las mismos ojos bolsudos, como los de los duras tablas que le servían de lecho, sapos, de ío Justito; la misma frente Ardía en fiebre. Tiritaba todo él, de pie abollada y la crencha de cerda murucha cabeza. Las sienes le estallaban.
de ño Justito. En lo que no le semejaba Los oídos eran un avispero. La boca, el Chicón a su presunto tata, era en la amarga, érale como de puro papel secante.
apostura. No Justito era pequeñito, peEl gallo que dormía encaramitado en la chito, y dejaba, al caminar, una pierna, rama más alta de un paterno cercano al la izquierda, a causas pretéritas de un rancho, en vano había lanzado una, dos, reuniatismo que cogió cuando fletaba hasta cinco de sus matinales clarinacarga al puerto de La Libertad. En camdas, que alborotaban a los demás conbio, el Chicón era fornido, recio como géneres. No Justito no se levantó. No un tronzón de copinol y musculoso como podía moverse. Todo su misero cuerpo un rejero de sitio.
era una sola dolama. En su rostro desMablábase tanibién de la Inesa Coyota, encajado, sólo brillaban, intensas, ensanla mujer del negro Indalecio. La Inesa chadas las dos grandes pupilas color Coyota. la mismísima Inesa Coyota que de miel de carao. Los labios, resecos, vive en un ranchilo de tejas, a la salida se removían en un vago gesto de intensa del pueblo, como quien va por Guazapa, en el platanarcito del puente, pegadito a la herrería del señor Leopoldo Canjura.
Mata chancho y tiene su expendio de carne, manteca y fritada en la plaza junto al puesto de la Ostaquia Jarquín. ella, SASTRERIA nunca su señora madre le había dicho GOMEZ nada al respecto de esa paternidad. Oye decir aún por ahí, que su fata lo es no Justito. Bueno. Si efectivamente lo era, a ella qué? Si la gente lo había dicho, y lo seguía repiliendo, por algo debía ser.
Cuando el río suena piedras lleva.
LA COLOMBIANA succión. Nadie había cerca que aproximándose al lecho tosco del sufriente, pudiese humedecer los sedientos labios aproximándoles el filo del guacal de agua fresca. Al medio día, cuando el sol hubo salido y calentado la paja del techo, hahaciendo de él un cedazo por el cual se colaba el oro en fusión, no Justito no sintió ya nada. Ni frío, ni calor. Nada vivía para él, a su alrededor. Su postración era absoluta. Apenas si los labios resecos seguían en su vago gesto de imaginaria succión, implorando un alivio que no llegaba nunca.
El sol chorreaba sobre el cuerpo de res.
Anticipaba el amortajamiento. Cuando la noche hubo cerrado, y por la hendedura de la paja entró de nuevo, la claridad de los luceros, alguien, que acertó a pasar, llamó desde el umbral, y como no recibiera contestación, y como también aconteciera que no Justito (cosa rara en él) no hubiese aparecido por el trabajo de tapixca que tenían donde la señora Diega, entró en sospechas. Penetrando al rancho obscuro, hizo luz con un fósforo, para indagar.
Vió a ío Justito en el lecho, boca arriba.
El fósforo, se consumió. En. lo obscuro, el pasante se aproximó, y comenzó a sacudir al durmiente, y a llamarle. No Justito! No Justito!
No Justito no respondía. Lo sintió yerto.
Entonces, encendió otro fósforo, y acercando al rostro la llama, vió, en los ojos abiertos, las pupilas cuajadas. La mandibula inferior caſa abierta. Sintió miedo, y más que de prisa, abandonó el rancho Pensó. Está defunto.
Agregando, compadecido. Pobrecito no Justito! prosiguió su camino, ligero, hasta ir a topar con el ranchito de hoja de plátano de ña Cleofas Cárcamo, que ubicabase unos cuantos metros más arriba que el en que ño Justito habíase refugiado.
Na Cleofas, acurrucada en medio del pa.
tizuelo, trataba de manear a tientas, una clueca que se obstinaba en encaramarse al dormitorio. La condenada no quería, por nada del mundo, coger nido. En el ponedero, ña Cleofas tenía, preparados, diez y ocho huevos. Oyó que del otro lado de la empalizada de palo pique la llamaban. Na Clíofas! Na Cliofas!
Na Cleofas dejó en paz, por un momento, a la clueca condenada, y levantando la cabeza, clavó sus ojuelos taladrantes en la silueta que del otro lado de la empalizada de palo pique removíase. Qui hai. Qui acabo incontrar defunto en su cama a no Justito. quién sos bos? preguntó, desconfiada. Adióo, na Cliófes! Ya no me conoce?
Soy Niceto. El de ña Luz. Ajá! Conqué el Niceto! decís qui acabás incontrar deſunto a ño Justito?
Aniceto afirmió, rotundo. Defunto. Na Cleofas creyó del caso agregar algo. Di alguna corrompisión de barriga talvez. El pobrecito padesiya eso.
y agachándose nuevamente, siguió en su afán de, manear la gallina insurrecta, sin dársele un ardite la defunción de ño Justito.
Aniceto no dijo más. Se alejó, perdiéndose en la soledad y entre las sombras del camino.
Arturo Ambrogi Con respecto al peche franquilino no había nada. Toda la leyenda se había venido al suelo, cuando no Juan Gálvez, al fenecer, legole su terrenito, su carreta y su yuntita de bueyes. No había qué hacer! El testamento estaba en toda regla.
No Juan declaraba, en papel sellado, ante un notario de la ciudad venido exprofeso, la paternidad, y con ella obraba como buen padre. Con tan noble proceder, ño Juan Gálvez quitaba de encima a no Justito esa afirmación hipotética.
Tempranero en el dormir Al regresar al rancho en que se hospedaba, entre los pelones palos de pitos y los zunzas llenos de pelotas, dejaba su cuma trabada en un horcón, y así vestido, en una intensa tufarada a trasudor.
se tendía en unas tablas, que fueron como de carreta, y que él había acondicionado, habilidosamente, en cuatro horquetas, Sobre las tablas, las veces de petate las hacia un cuero de res, todavía apestoso a curtiembre, que crujia a cada vuelta y revuelta. De almohada tenia un guangocho doblado en cuatro. En aquel aderezo, abandonaba su cuerpo rendido a las fatigas y a los años, de pronto se quedaba inmóvil, con los ojos abiertos fijos en una hendedura del techo pajizo, por donde se filtraba la claridad de los luceros, cuando los había. así se quedaba dormido. Insensible como una piedra.
y roncaba, como un motor; y refunfuñaba, atorado, palabras ininteligibles. Sin embargo de esa pesadez de sueño, la primer clarinada de un gallo que dormía encaramitado en la rama más alta de un pater: Encontrará los mejores Casimires Ingleses, los mejores materiales, los mejores operarios y los más bajos precios.
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