327 REPERTORIO AMERICANO mo En favor de don Juan y contra las ideas del Sr. César. Arroyo Envio del autor (Véase el Rep. Am. anterior)
Yo he tenido algunas amistades des afortunadas en España, pero me pareciera ser desleal con mi propia sangre si menospreciara el Quijote y el Don Juan.
El Don Juan español es nacido de la honradez de la mujer española; en los otros países no existe eľ Don Juan. El inglés, el de Byron, es un acarreador de mujeres al suicidio.
Es verdad que don Juan se fué a los infiernos, pero se los ganó con su espada; en cambio, el Fausto necesito de alquimia y Satanás, para engañar a Margarita.
Esa teoría de los conquistadores tímidos, que expone Marañón Amiel, es simplemente ridícula. Amiel era una señorita de compañía de las da mas; en cambio, Don Juan, el hombre, el macho que en iguales lides mata a los rivales y se salta las tapias con las mujeres bajo el brazo.
El Don Juan revela toda una historia de viril ad, precisamente aquella pujanza de España de hijosdalgo. Probablemente la veneración a los toros y el Don Juan sea lo más grande y bello que de su cultura guarda España. Quitándole ambos, se dejaría a la madre patria fuera de todo color y personalidad.
En el Japón, se usan las bombas de apagar incendios, pero también inº voca a los espíritus benefactores.
Es verdad que Don Juan seducía doncellas, escalaba claustros, y se robaba monjas, pero Don Juan no andaba, coel conquistador moderno, deshaciendo hogares y divorciando madres.
Don Juan es lo que nos queda de franqueza en la raza, el acero toledano que se cruza con los otros aceros, todo.
ello por la honra de unas mujeres que hay que conquistar, de unas mujeres de donde salieron las nuestras. Don Juan es la piedra de toque de una mujer transcendentalmente honrada.
Me quedo con las capas. y espadas en contra de la timidez y la alquimia; con los tajos de espada, en vez de los collares de perlas. Con Don Juan, que siempre se supo lo que hacía y no con los conquistadores de salón, bailadores de tango.
se. el cuento de Lugones. Volvió Don Juan a ver las sombras de sus asuntos femeninos y no había ninguna descontenta, porque. Don Juan las había amado mucho.
Max Jiménez en su Costa Rica, noviembre de 1933.
Tres poemas De Tremos, libro cholo. Ultimos poemas de Guillermo Mercado. Valle de Arequipa, 1938.
ALDEA ALMA PROFUNDA que yo tenía creciendo en mi alma, Oh tanta buena amistad.
asi, que ya, el corazón se ha hecho un árbol de sombra grande, vivía compartiéndote mi pan ganado cuerpo a cuerpo con la tierra, descargándote en la cara con esta buena gente de Dios las palabras salen anchas el viento caliente de mis pulmones trabajados, goteando afectos desde la misma mata del alma, con esta buena gente nuestra voz misma; toda nuestra voz recostando mis regresos molidos a la orilla de tus besos, y poniéndome a tu lado como a un costado del cielo se agranda y se aclara hasta ser caída de aguä.
desde las rocas del pecho, a respirarte toda cual una hierba, vivia desenterrando en mis surcos con esta gente asi hasta la alegría es una buena mujer que sabe lavarnos cl corazón a largos enjuagues de bienestar y paz, collares de agua para tu carne morena, con esta gente nos quedamos limpios, acabados de comulgar y en cada domingo estirándote mi alegría con la última cara santificada de arrugas, de aquella poca ración de mi dulce miseria, nos quedamos iguales en la humildad, purificados de madrugadas, pero a esta hora el paisaje se ha dado la vuelta levándote al olvido, nos quedamos plantados en bondad, crecidos en bondad tu ternura acumulada va rebalsando en mis ojos, como los árboles con ella todos los días frente a las inocentes mañanas rubias ya eres un cono triste en mi habla cotidiana por las chacras donde ha crecido tu nombre jugando a la ronda, con ella siempre frente a las tardes trenzado de pájaros que llegan y pasan en viaje a la sierra pastoreando chacras y ha caminado a brincos y tocando el charango ronco del crepúsculo.
Oh buena gente de mi aldea, raiz húmeda de por los bordes el gorrión de tu vientre amor, raíz antigua de la masitad del mundo.
mi lampa y yo amontonamos tu ausencia, LA PENA DEL LABRIEGO JUAN pero cuando vuelvo POR SU JOVEN COMPANERA las tardes que te adoraron tiritan buscando tu imagen, Te acostumbré sumisa a la sombra de mis ojos, los maizales modulan tu voz te acostumbré al amparo de mi pecho desnudado de vientos y al cariño sin maneras de mi ignorancia ya madura, y yo me alejo te acostumbré a venir por los caminos de mi voz desolada, byendo aun el rumor de tu úlcima cantarilla cuando venias corriendo hasta los bordes para mirarme, y sintiendo que la pena está golpeando hasta dolerme.
cuando en el campo todo el cielo temblaba en tus ojos de agua y mis manos alegres te ceñían las chacras a la cintura, LA ASUNTA SE HABIA IDO CON EL ALBA te acostumbré a esperarme, saboreando mi nombre, La Asunta se había ido con el alba una mañana, estremeciéndote el contento de quererme desde entonces las madr ada derraman la fragancia cuando los sauces lloraban sobre sus sombras como viudos a geranio de su resuello y el ángelus agrandaba las ojeras de la tarde, y las acequias que peinaron gus trenzas y lavaron su alegria, te acostumbré a mirarme cual un ángel, hoy se sueñan ojerosas con el cielo pequeño de su cara, a que me vieras volcando mis fuerzas de año en año en la huerta los gorriones buscan el corazón buscándole a la tierra hasta arrancarle.
de la muchacha, y el aire obstinado deshoja el recuerdo un puñao de suerte, de sus senos, mientras tus senos anidaban ternuras para mi cansancio, aún tiemblan goterones de su voz en los eucaliptus, y mi lampa al hombro se iluminaba cantando desde la vez última que los mojara la cascada de su risa el himno langelical de tu cariño, ahora sin la Asunta, te acostumbré a mi voz rajada a trechos sin sus dos ojos grandes donde las chacras a mis silencios crecidos se recogían en rebafilo obediente todas las tardes, y a mi presencia sonora como un valle, ahora sin su alma, a dónde irán los paisajes, donde descansará nuestras dos vidas eran dos remansog la sombra de los árboles, dónde hará el sol su bullicio, bajo et chorro parlado de cantos de las madrugadas, dónde hará el agua su remanso más dulce, tu corazón pequeno temblaba como un pájaro sin ella, sin la Asunia al bramido de ese rio tremendo de amor el pueblo sudoroso en qué caderas guardará sus domingos. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica