92 REPERTORIO AMERICANO Los hombres como símbolos.
la vida, ez igualmente digno en soportar sus rigores. Así el príncipe de las (Viene de la página 88)
letras americanas en la aurora del momitado amor que tenía por los suyos. dernismo, tiene el orgullo capaz de ocul.
Aquella intima y profunda ternura fa tar la miseria final de su existencia, miliar que prestigia singularmente la porque la aristocracia de su espíritu bondad secreta de su espíritu.
otorga la dádiva, pero no solicita la liAlejado largos lapsos del escenario nosna.
político y social de su patria, buscó en una noche de abril, sola en el cenla Argentina asilos temporales que le tro del mundo, la carne vacilante deja fueron generosamente brindados. Presi. evadir el alma radiosa y triunfal de este dente del Departamento de Educación en Tucumán, escribó allí su famosa y megran americano, que al enseñarnos las ritoria obra histórica que le valiera un eternas virtudes del individuo, sin jaimportante premio. Muchos años inás más perder el sentimiento de la propia tarde, cuando despertando de sus éxi dignidad, tuvo la sabiduría de encontrar un sentido estético a su vida, para dar tos fugaces la aguja del destino marco amargos sinsabores para ilustre y vocalidades perdurables a su obra y a su luntario exilado, Tucumán acudió en su nombre, donde la personalidad por múlayuda, pagando una deuda de gratitud tiple y brillante, es un símbolo de aquel antaño contraída: Renacimiento que parece alejarse cada Austero para recibir las mercedes de vez mayormente de los hombres.
Fernando Díez de Medina La Paz, Bolivia, 1933.
Ricardo Jaimes Freyre.
estética, que colmó sus horas con amargas ansiedades para darle después la miel dorada de los éxitos finales. el deseo tenaz que conmueve las fuerzas oscuras del espíritu; hondo y sagrado deseo de alcanzar la verdad que para Lessing es más satisfactorio que la verdad misma.
Vasto en espíritu, el hombre, en Jaimes Freyre, tuvo singulares condiciones físicas, Mediana la estatura. Erguido el torso varonil, Alta la frente. Señorial el porte. De rasgos firmes y duro el rostro; apretada la piel; cruzados de vivacidad y altaneros los ojos. Decorando la imponencia del rostzo, el escorzo atrevido de los mostachos mosqueteriles. luego el clásico chambergo alado voluntariosamente curvado sobre la rebelde y crinada inelena. Solemne el gesto, la voz sonora y grave, fluían las palabras con majestad y cuando el orador ocupaba la tribuna, toda la arquitectura humana se sacudía al imperio de una eléctrica fuerza y dotaba al hombre de notable poder persuasivo, cuando no suspendía la atención del auditorio con el rasgo violento de la diestra nerviosa o la fiebre iracunda de los ojos ardidos.
Ministro de Bolivia en Washington, donde el numeroso cuerpo diplomático opaca la actuación de los representantes sudamericanos y en especial de las pequeñas repúblicas, Jaimes Freyre impone rápidamente la severa arrogancia de su porte. Alguna vez en que, respetando los rígidos formulismos del protocolo, se hallen. reunidos los ministros de diversas potencias, esperando pacientemente el momento de su ingreso al recinto de la Casa Blanca, descenderá el plenipotenciario boliviano de su automóvil, y ante la estupefacción de colegas y asistentes, cruzará marcialmente sobre el pavimento, dará un manotón al cordón que impedía la entrada y con gesto decisivo y voz airada dirá: El Ministro de Bolivia no hace antesala para nadie.
Pero este gran señor de las airadas y definitivas actitudes, tiene también el orgullo de todas las conciencias superiores. si ayer tuvo la entereza suficiente para honrar su elevada investidura, tendrá mañana, al desempeñar la plenipotencia en Río de Janeiro, el orgullo y la dignidad suficientes para rechazar una advertencia del mandatario de su patria y enviarle junto con la renuncia de su cargo un cable altanero desconociéndole todo derecho de amonestación. Canciller de la república, durante el gobierno Saavedra, en 1923, planteará resueltamente la revisión del Tratado de 1904. Parlanientario, sostendrá encendidos debates.
Político o diplomático, maestro, poeta u hombre de mundo, estará siempre erguido en su natural distinción, revestido de aquella fría y segura serenidad que le permitió afrontar desdeñosamente situaciones y obstáculos.
El fondo más humano y patético de Jaimez Feyre, descansa en el noble e ilidos en la ciudad provincial, que llegó a amar como uno de sus hijos, y como nosotros, sin quebrantarse el amor por la ausencia. Nunca fuí más feliz que en Tucumán. decía a un amigo en Río de Janeiro al final de su carrera diplomática.
Sentia como nosotros musitar en el corazón el refrán tenaz del recuerdo melodioso y ardiente del terruño.
Los hombres inactuales buscan las pequeñas ciudades. Las grandes urbes están demasiado impregnadas de presente. Aquellas, en cambio, invitan a evocar y a proyectar es decir, viven del pasado o para el porvenir.
Pero la luz no se puede ocultar. como dice el texto sagrado. por acción de Jaimes Freyre tuvo Tucumán una Revista. que le atrajo muchas miradas de América y celebró juegos florales que atrajeron poetas de toda la Nación, algunos de los cuales recibieron de sus manos el bautismo de la fama.
La Universidad de Tucumán fue fundada con su colaboración y cobró fuerza con la suya. Ei Tucumán de la conquista y la colonia, tuvo un historiador. Del Colegio Nacional salían innumerables jóvenes escribien.
do versos, amando las letras y amando un maestro. La pequeña ciudad se había convertido en un centro intelectual. Viene de la pàgina 88)
Hubo extranjeros que pedían noticias sobre los libros y el movimiento literario de Tucumán a los viajeros argentinos.
Fue ésta una experiencia viva y categorica a la que habría deseado hacer asistir a los sociólogos que niegan en el proceso social otra fuerza que no sea la colectiva, la acción de las masas, que no creen en el in. flujo creador de los hombres encinas, de las grandes individualidades.
No irradiaba influencia por proponerse, en ejecución de un plan, si no por vivir, simplemente. Tuvo su congrua: llenábale de gozo la apacibilidad de una ciudad sin bullicio, la serenidad de una vida sin sobresaltos de vanidad, el olvido de las pasiones políticas que habían hecho de él un proscripto, hijo de proscriptos. Olvido pero no muerte de esas pasiones: algún día sacudirían su sueño.
Traía también de su herencia peruana el gusto por la conversación, por el salón, la sociedad de damas, por los gestos cortesanos. por las maneras de señorío. Bastaba ver su silueta aristocrática y enjuta y su porte grave, su ademan gentil y altivo de hidalgo, cruzando en las tardes, las calles solitarias o la Plaza de Tucumán. Era un cuadro a lo Velizquez éste en cuyo primer plano estaba el caballero, de traje negro, de tez moruna.
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