REPERTORIO AMERICANO Romances Del libro Ausencia. Santiago de Chile, 1932 ROMANCE DE GUILLERMO BECKERT parece que fuera ardilla, la tierra por allí queda. Raúl Silva Castro. mal oliente y amarilla.
Solo va Guillermo Beckert, Daba gritos el malvado solo va, sin compañía, como mujer mal parida, la barba que era de oro de tantas voces que diera ya de carbón la tenia; se queda como sin vida; las manos que eran muy blancas le cogen los aos soldados, lánguidas son y amarillas, sobre la yegua lo cimbran, en su semblante se nota y a pasos lentos y graves una gran melancolia.
se aleja la comitiva.
Solo va Guillermo Beckert En los piñoneros andan camino de la Argentina.
maliciosas las conrisas, Sólo lucen sus espuelas, el aire delgado canta blancas son, de plata fina, con una voz de corista, caballero a la jineta el sol redondo y poniente en una yegua tordilla, tiene apariencia de ficha, cubre sus hombres cansados arden brasas en las bocas una manta de castilla, frias de las carabinas.
y lleva en vez de zapatos una bota bien curtida.
Ya llegan a la ciudad, Solo va Guillermo Beckert ya llegan a esa villa, camino de la Argentina.
salen mujeres, a verlos, Sobre la montura lleva copitos de maravilla, terciaa a la carabina; salen chiquillos sarnosos, con unos anteojos negros y perros que es una envidia, van cubiertas sus pupilas; y a paso largo descienden se le levantan los brazos hacia la comisaría.
En duro cuarto le meten, y le tiemblan las rodillas; en fría cama le tiran; puede verse que no. es la cárcel toda parece experto en cahallerias.
Solo va Guillermo Beckert floresta de carabinas, camino de la Argentina.
al otro día llegaron En un recodo 12 yegua órdenes bien expeditas de repente se encabrita, que a Santiago le llevaran se le afilan las orejas bajo pena de la vida.
como si fueran espinas, y da un relincho que quiere ROMANCE DEL HUASO RAIMUNDO hacer la montaña trizas.
Guillermo Beckert se pone Triste va cl huaso Raimundo como si fuera de tiza, entre diez carabineros; Dos carabineros salen.
olor de sangre que deja del amparo de lina encina, salen a olfatear los perros; en las sus manos morenas la zarzamora florida aprietan las carabinas, de la orilla del sendero se adelantan al viajero Se enciende de vez en cuando y dicen como sin prisa: con unos ojos morenos. Dése preso, don Guillermo. Dónde vas, huaso Raimundo, dése, dése a la justicia, desarmado y sin sombrero. de Santiago esa ciudad Los pantalones que llevas nos han llegado noticias, rotos están en el medio; de que Ud. andaba buscando los zapatos que tú calzas el paso de la Argentina.
dejan tu pata, en el suelo; Aquí habló. Guillermo Beckert; huaso que así se conduce bien oiréis lo que decía: no merece ser chileno. Dejadme pasar amigos, El sol lame largamente.
que voy muerto de fatiga, las costillas de los cerros; os daré cinco inil pesos, sopla una brisa calceada la yegua y la carabina, que desbarata los nervios.
que si no os haré pagar El sudor de ios caballos bien cara vuestra osadía.
hace brillar los aperos. Aquí habló un carabinero estremecimientos corren palabras bien advertidas: por los flancos y los frenos. Mejor que ofrezca a su abuela. Ay, morenita de mi alma. la plata y la carabina, que me cogieron durmiendo, que a nosotros no nos compra mi corvo estaba en la faja gringo de capa caida, y mi pistola en su cuero; ni queremos otra paga yo soñaba con la vieja, que la que nos es debida, que se me estaba muriendo, con que levante los brazos llegaron estos cabrones y eche en agua la perilla, y allí mismo me cogieron, gringo de malas entrañas que si no yo ahora andaria sin Dios ni Santa Maria.
libre por estos potreros, Diciendo esto los dos sacan y a las hembras como tú al alemán de la silla, lės daría lo que es bueno. le esposan las dos inuñecas, en cambio voy a Santiago y 139 dos piernas le engrillan. amarrado como un perro. le quitan una pistola dispuesto voy a escuchar y una afilada cuchilla; las palabras del Prefecto. del mieäo que tiene el gringo Los sables de los soldados se le doblan las rodillas, andan haciendo arabescos, le tiemblan las barbas negras, las moscas pagan zumbando como flechas en el viento, las pupilas del bandido arden en extraño fuego, reguero de sangre cubre cerco de carabineros; en una vertiente de agua se han detenido un momento, no pueäe beber Raimundo porque no tiene sombrero, pide la gorra a un soldado que se le acerca indiscreto.
Ya la china le ha cortado las amarras de los dedos; con movimientas de gato agarra al carabinero, le quita la carabina y se echa de boca al suelo, y en un santiamén despacha tres soldados y un sargento, los otros cinco que quedan toman las ae Villadiego.
Ahora hablara Raimundo, voz de rotito chileno. Ya se fueron los cabrones, ya se fueron, ya se fueron, por los calzones que llevan no diera yo cuatro pesos; en cuanto al pueblo se acerquen llamarán al lavandero.
Esto diciendo Raimundo vuelca a la china en el suelo, las fazañas que hizo allí no puede decir mi verso.
Se escuchan en lejanía los ladridos de los perros, olores desagradables llegan, densos, en el viento.
En un lado del camino se queja un carabinero, tiene un agujero negro florecido en cl pescuezo, otro con la lengua afuera se ha quedado patitieso, una mosca verde juega.
con los hilos de su pelo, y casi de pie en la cerca el cadáver del sargento, una baba amarillenta le mancha el azul del pecho.
Desde los pantanos llegan zumbando extraños insectos, yen cielo vuelan jotes haciendo cómicos ceros. mientras esciende el polvo por la paz de los senderos, cumple Raimundo labores de buen rotito chileno.
ROMANCE DE MARI BLANCA Tendida está Mari Blanca, tendida sobre el escaño, mariposa de su sexo palpita bajo su mano.
Sus grandes senos erguidos son como maduros plátanos, su vientre sedoso tiene palpitaciones de lago.
Mari Blanca está dormida, dormida sobre el escaño, Como una rosa sonámbula tiembla el raso de su párpado.
Aunque pretende panales la delicia de sus labios, hay aguijones azules entre sedas destilados.
Sus piernas piden briosas espuelas de agudos dardos, sus nalgas piden caricias de mineros y soldados.
Sus dos rodillas se aprictan.
en invisibles caballos, pupilas de fuego brillan detrás de los cana elabros.
Diablog de rojo atraviesan Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica