REPERTORIO AMERICANO 73 Elegía del cuervo y los personajes: novelescos 10. hora. la memoria de Teresa de la Parra Por MIRANDA NIETO De el Sol. Madrid esa perenne vibración fosforescente de su alma sin par.
Historias intimas sus novelas, y no preciRompamos el silencio que ha rodeado su samente porque fueran autobiográficas, sino muerte, porque en ellas, más que el encanto del reSi alguna voz amiga hubiera hablads, lato, nos afectaban. las reacciones que éste nuestra devocion permaneciera sólo oidos.
suscitaba en el espíritu narrador.
Pero como los días han venido, y se han ido, no fué, por ventura, literata ni bachisin escuchar palabra de homenaje a su me. llera, pese a la limpidez de su estilo y a la moria, rompemos ei silencio.
amplitud honda y flexible de su cultura. no hay en esto ni reproche, ni qucja, Fue una artista genial de la palabra escrita, ni siquiera vanidad que nos mueva a pretan sincera y natural en la exprsión como tender llenar tanto vacio. Hay. cómo decirespontánea en las concepciones de su corazón y su cerebro.
El cuervo sabe cuán deliciosamente conta Su alma tenía todas edades, pues que, el jilguero, y sin embargo.
al proyectarse en fidelísimo espejo de sus Si hubiera muerto en otro lugar o en otro obras, lucia los dones más contradictorios.
tiempo, bandadas de palabras magníficas huEra ingenua e ingeniosa, refinada y sencilla, bieran seguido la estela de su espiritu, y sofrivola y reflexiva, llena de ciencia en su bre la tierra que guarda su cuerpo mil miinocencia. era, sobre todo, dulce, triste y radas llorosas se hubieran posado como floamorosamente escéptica, de un escepticismo res. Pero como ha muerto aqui y en esla tan hondamente infiltrado en su vida, que, sin ser congénito, lo parecía. Una suprema Nos explicamos el silencio que ha rodeado serenidad y una exquisita elegancia imponían su muerte. Sabemos de qué estruendosa fuenfirme equilibrio, cabal armonía, a tan comte ha manado hasta convertir en isla solipleja personalidad.
taria su recuerdo.
Como artista ejerció sobre nosotros la más En plena tempestad, cuando el relámpago rasga la tiniebla, no hay más luz que su deliciosa tiranía: jamás pudimos analizar li bremente a los personajes de sus novelas, ni luz en el cielo sin luna y sin estrellas; y no seguirlos en sus peripecias con ánimo distinhay susurro, ni murmullo, ni voz alguna auto al del autor. Jamás, lo repetimos, ni ahodible en el gran coro trágico de las vocrs Teresa de la Parra ra que, presentes todos ellos, lloran. con nosjuntas.
otros su muerte.
Entonces, el bosque no deja ver al árboi, Esta noche estábamos solos con su recuerni en el concierto polifónico se escucha un Teresa de la Parra do. Pero a medida que nuestra emoción fue trino. Las aves todas énmudecen, menos el traduciéndose en palabras fuimos evadiencuervo. Como ahora.
Cementerio del Este, nicho donos de la realidad que nos torturaba ha101, Madrid cia un mundo de ensueño, en el que los perPor JUAN RAMON JIMENEZ sonajes de sus novelas vivían, como nosotros, Para evocarla: el mar. El terso, tibio, lu De el Sol. Madrid, 24, mayo, 1986.
materialmente, o nosotros vivíamos, como minoso, inmenso mar de los trópicos.
ellos, inmaterializados e ingrávidos.
Sólo vi una vez a Teresa de la Parra. Vino Quienquiera habló de Ella hubo de hablar Allí, Mama Blanca, que también en un día muy abrigada en pieles, exhalando tibieza del mar. el mar habló de Ella a quien la de abril se fué dulcemente camino de aquel retenida; con los ojos azules, grises, verdes, conociera.
cielo que durante la vida había tenido el buen brillándonos trasparentemente dulzura y fie In su mirada, verde y profunda, el mar, cuidado de arreglar a su gusto: itar propi nura. Estaba ¿cómo decirlo? delicada. Su con su misterio obsesionante y su quieta mocio a la alegría!
voz envuelta con seda hablaba, cerca o lejos, vilidad. En el prodigio de sus manos albas, desde la muerte.
Aul, la adorable y desventurada Maria la leve marina espuma, tejedora de ensue Luego se fué al Sanatorio de la Fuenfría, Eugenia Alonso, la moderna Ifigenia sacrifios. De sombra de algas, su bruna cabeite Guadarrama. Desde allí nos mandó su libro ficada a ese monstruo sagrado de las siete ra; de nácar, el palor de su tez; de coral y Las memorias de Mamá Blanca. y cuan cabezas, que llaman: sociedad, familia, hosal, la gracia de su boca. toda Ella, toda do acabé de leerlo, yo le mandé un libro mín nor, religión, moral, deber, convenciones. en el milagro de su voz y su risa, en la con unas palabras sinceras. Pensamos muprincipios.
chas veces ir a verla, no llegó la hora. Pero inefable euritmia de su figura sirena conAllí también Abuelita, bondadosa y sevevertida en mujer.
yo creia que aquella muerte que hablaba por ra, y Tia Clara, devota y febril, y Gregoria, su vaga voz iba a quedarse en esos desvanes Su vida; un sereno dia de sol sobre el mar.
del ser donde todos tenemos siempre tanta la negra sabia y comprensiva, y la eleganSu agonía: un atardecer lento de sutiles tísima Mercedes, rubia y magnífica, y Tio muerte, tanto muerto; que las islas mejores matices sobre el mar.
de su cuerpo resistirian indefinidamente el Pancho, el loco generoso, y el cuitado Tio Su muerte: un eterno claro de luna sobre asedio de los venenos peores del rio de su Eduardo, con su esposa, la de los ojos extrael mar.
sangre. No ha sido asi. Venció a lo grande ños, y Juancho, con todas las demás gentes Nunca alma ni cuerpo de mujer nos diebello lo venenoso feo, y pequeño, como ocu que conoció Mama Blanca, y también Peruron sensación marina tan exacta.
rre tantas veces en la vida. hoy leo en El cho, el pequeño gran Perucho, que parecia Sol la, tristemente segura noticia de su muer el más profundamente contristado por la te callada. muerte de Ella. de la Parra, venezolana de origen han sido ellos quienes han llenado el español (valenciano y vasco. nos deja esSu obra fué armoniosa y breve, como su crita en español su voz verdadera. En su exvacio que tanto nos angustiaba; quienes al vida. Dos libros inolvidables: Ifigenia y presión poética narrativa se funden lo lfri.
reaparecer esta noche tal cual Ella los crea Las Memorias de Mamá Blanca. Dos no co y lo irónico en una delicada y graciosa ra, han rendido el altísimo homeaje que develas, según ella; dos historias intimas, se lengua natural, suelta airosamente toda trascábamos a su memoria y han roto el silencio gún nosotros, que desci brimos en las páginas (Pasal pag. 79)
angustioso que rodeaba su muerte.
Teresa