REPERTORIO AMERICANO 309 Ensayo sobre la plástica del misticismo Por MAX JIMENEZ Colaboración. Madera del autor. Costa Rica mayo de 1986, su He perdido la fe en mi, porque acabo de publicar un libro. No es porque mi libro sea malo ni sea bueno, es porque el libro ha dejado de ser mío, ha entrado en el dominio del público. Los autores, cuando le entregan su trabajo al público, bien podrían parecerse a las madres que lanzaran a sus hijos por las calles a pedir misericordia.
Montaigne perdió los hijos de la carne, pero hablaba con gran entusiasmo y hasta con consuelo hijos del espíritu: quedarse en las páginas, grabarse en las páginas.
Los libros que publicamos se transforman en las manos extrañas, dejan de ser el libro que uno ha escrito, y eso es algo así como el animal que se ve perseguido y busca la madriguera. La madriguera es el autor, pero no es de roca: es pensante, consciente y sensible. Bien podría decirse también del autor. utilizando una imagen cursi que está dotado de alas y que las tiende para proteger las ideas que ha lanzado a rodar por el mundo, y que, por último, vuelven, huyendo, a protección inicial. Por qué este preámbulo para hablar del misticismo? Por una razón simple: porque todo lo que tengo que decir del misticismo, en relación con la plástica, lo he dicho en el título, o probablemente creo que lo he dicho.
Quiero probar que el valor del misticismo radica en sus actitudes, que la fuerza del misticismo se sostiene en la postura.
Aquí caben cálculos: yo sería místico si el misticismo fuera humano. qué puede producir el hombre que no sea humano?
Tal vez el misticismo sea una selección de humanidad.
Todas mis consecuencias radican en el placer que me produce tratar con el misticismo. Del arte plástico he sacado que el misticismo tiene un valor de postura. Yo aplico con un inmenso placer a las actitudes del misticismo, y es, precisamente, porque el misticismo tiene posturas definidas. Otras actitudes son movibles; las del misticismo son posturas tijas, movibles.
Recordemos: Jesús no murió como cualquier hijo de vecino, ni aún como un simple ladrón. Jesus murió clavado. La muerte adquiere, terror, según sus posiciones, Morir en una cama es menos que morir ahogado o caer trucidado por la metralla en un campo de batalla. Las tres cosas son la muerte, pero las actitudes son distintas. La Magdalena se hinco y soltó sus cabellos, no fué un lavado de pies como todos los días, fué una actitud maravillosa. Qué trato, pues, de probar? Estoy tratando convencerme mí mismo de la importancia del arte plástico. Es más simple ver que pensar, pero eso me parece a mí que no le quita mérito al arte, es decir, que, no obstante un arte sea popular, puede tener un gran valor.
Entonces he querido decir que la postura sostiene al misticismo, o acaso que la postura material le da un gran valor al espíritu. Tal vez también he querido decir que Dios no está en todas partes, pero que Dios, en un momento dado, puede crearse, que en un ambiente de postura mistico se puede crear a un Dios.
Prácticamente todo esto puedo probarlo con las ceremonias eclesiásticas, y hasta podría añadir que a las imágenes se les reza, se les tiene ese fervor, porque mantienen una sola postura. Variable desde el punto de vista del mistico que reza, pero con el valor de la actitud mistica fija.
Se me acusa de paradójico. Yo no trato de probar nada, no me interesa probar nada. Lo que hago es, simplemente, por la especulación de las ideas, por una antojadiza filosofía, si se quiere: tratar de encontrarle razones a la vida, tal vez consuelo, tal vez defensa contra la muerte. La actitud de la muerte.
Pero a nada se llega.
Habana, 1986 Dos poemas Colaboración. San José, Costa Rica, mayo de 1936. Luls Morales Construídas con latas vacías de gasolina estas casitas viven a la orilla del rio, acurrucadas a la sombra de unos árboles a los que llegan dormir los zopilotes.
He vagado por el campo bajo los días azules recorriendo los caminos alfombrados de zacate, donde el pie del campesino y la pezuña del buey apenas han marcado la senda con sus pasos.
Por grandes agujeros que tienen como puertas he visto cuando salen buscando la mañana, seres infantiles mugrientos y desnudos que el sol baña de luz y lame dulcemente.
He visto las casitas construídas con adobes y encaladas de blanco cor ventanas azules, donde vive el jornalero en aparente paz abriendo el surco ajeno al cafeto y al maíz.
Así como los hongos florecen en lo inmundo Me he tendido en el césped bajo la sombra dulce florecieron estas casas en el fondo del barranco, del higuerón y el mango vetustos y tupidos, junto al río que fué limpio y nos bañábamos pero allí, en la ciudad y en todas partes, y que ahora ha prostituído la ciudad.
se siente la zozobra angustiosa de la vida.
Fernando Luján