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REPERTORIO AMERICANO 105 Andrés Bello y Virgilio De Cultura Venezolana, Caracas SVB NARE CAS, nunca con menos amor.
El regreso triunfal de Don Andrés Bello, a su ciudad nativa ha coincidido con la universal glorificación de Virgilio en el segundo bimilenario de su muerte.
Hombres de una misma familia espiritual, desde lo más florido de sus años Don Andrés Bello se quemó de amores por el gran poeta latin y colgó una lámpara de oro en el templo que la cultura clásica de Roma elevó al más ilustre de sus sacerdotes.
Desde joven ganó fama Don Andrés Bello de insigne latinista. El griego, obra de su esfuerzo personal, lo aprendió después, como aprendió hasta dominarlos magistralmente, el inglés, el francés y el italiano. su lado fué una fuente de vivo estímulo la presencia y los gustos de su compañero de juventud, Don José Luis Ramos, cuya vida, trunca y dolorosa, nos hace pensar en la que hubiera sido la suya si en 1829 hubiera vuelto a Venezuela. Sobre el dominio que ejerció Don Andrés Bello en la lengua del Lacio, sobran y son bien conocidos los testimonios. Agregaré solamente uno, del que no hablan sus biógrafos: en la obra del Padre Leturia, La Acción Diplomatica de Bolívar ante Pío VII. encontramos el siguiente elogio de nuestra escuela humanística de los comienzos del siglo pasado, al referirse a la nota enviada al Santo Panto Padre por los Comisionados de Colombia, Peñalver y Vergara: el original se escribió en un latín fluído y clásico que honra a sus autores seglares, y juntamente a la cultura de los colegios en que se formaron.
Pues bien, fué Don Andrés Bello quien redactó en Londres esa nota a que hace referencia el sabio jesuíta, como se desprende del párrafo de una carta de Peñalver al Libertador, fecha de agosto de 1820 en Angostura que transcribimos: Pocos días antes de mi salida para Londres logré que el señor Andrés Bello acabase una representación que hacía mucho tiempo estaba en.
cargado de hacer en lengua latina para el Papa, informándole de la decadencia del culto divi.
no en estos países, por la escasez de sacerdotes y la necesidad que tienen de Obispos, de cuyo contenido se habrá impuesto el señor Vicepresidente, por la copia que le entregué luego que llegué a esta ciudad, y el señor Vergara quedó encargado de dirigir el original al Nuncio de Su Santidad en París, para que fuese por su conducto con la seguridad a Roma. todo lo largo de su larga vida, como quien se para a descansar de las fatigas del camino bajo los macizos de la verdura que se le ofrecen al paso, el latín fué para Don Andrés Bello deprensión de las más milagrosas creacioCLA nes del espíritu humano. Por esta vía arremetió contra la tendencia materialista, vieja de siglos, que no cree sino en los dictados de la fuerza, en el hechɔ inmediato, brutal y tangible, en el triunfo del objetivismo sobre el subjetivismo.
Fué el cruzado de las humanidades en lo que en ellas tienen de permanente para el progreso intelectual de las naciones: el desinterés, la hondura cordial, el gozo de espíritu por los espacios ilímites de la idealidad.
No fué Bello a beber en la fuente del maestro con la desgana del escolar adocenado, que traduce línea a línea, el trozo de las Geórgicas o de la Eneida. El paisaje de Caracas es de una suave terleite y esparcimiento, cuando no tema nura virgiliana. Sus matices carecen de de hondas o útiles meditaciones jurídiviolencia y armonizan con los sones del cas, linguísticas y filosóficas. Virgilio le caramillo de Títiro. Ninguna lectura accmpañó bajo el imperativo de la invo. poética ejerció sobre Don Andrés Bello cación dantesca, Tu Duca, tu signore, la influencia del paisaje nativo en sus con menos violencia que el florentino, paseos por las orillas del Anauco y por Defendió Don les aledaños que adelgaza y afina la mole Andrés Bello el estudio de la lengua de la cordillera, donde emboza maestra en los programas escolares, perSu doble cinia el Avila, entre nubes.
suadido que el verdadero medio de aventajar a los modernos era igualar a los antiguos. que son los estudios ciásicos. Como Virgilio poseyó Bello una hereel fundamento de toda educación libe dad perdida entre las depredaciones ral, y que el aprendizaje de una lengua de la guerra. Ni Mecenas ni Augusto antigua es una marcha gradual desde las vinieron en ayuda del caraqueño para más pequeñas menudencias hasta la com su rescate, y cuando pasados los años la evoca en sus recuerdos, ya la vena poética no corre por su co. razón con el arrullo del agua cancionera desprendida de las cumbres.
Tradujo Bello el canto de la Eneida, cuando musa juvenil comenzaba a colgar rosas de pasión en la entornada ventana de su novia. Se ha perdido esta traducción, de la que no tenemos sino escasas noticias. Dícese que la leyó en 1807, en un banquete ofrecido por Bolívar, a su regreso de Europa. Podemos sin embargo, con el conocimiento que hoy se tiene de la vida y la obra de Don Andrés Bello, decir que esa traducción no debió ser un calco inanimado, sino una obra plena de vida, por cuyas estrofas debió pasar el temblor sagrado, el hálito emotivo de su culto por el cantor de la grandeza romana. Su traducción debió irradiar, encendida por el amor y acendrada por el conocimiento, la luz imperecedera que inunda toda la obra de Virgilio.
En hecho de traducciones del gran poeta, no nos ha quedado sino una imitación en octavas de la Egloga segunda, despojada por Bello del sabor pagano que aun destila en la suelta versión de Fray Luis. Bello, moralista cristiano, convierte a Coridón en Andrés Bello la joven Clori, y hace una para Oleo de Lemoine.
frasis deliciosa. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica