REPERTORIO AMERICANO 109 mas.
iban a entierros, dejaron estos séquitos Aquí se canta: para oír y saber de qué tratabn el bando.
En una esquina se toparon dos entie¡Alma mía, oye qué cosa salmo, y boca de sibila rros que venían a desembocar en la calle tenebrosa, del Pantión, el bando, y un viático. Bajo para tu oido destila: ancha sombrilla morada iba señor cura Que ya llega Juez tremendo sudoroso llevando con gran alarde eľ y su justicia proclamaSantísimo Sacramento en copón cubierto sus palabras como llama por faldillas de rasete bordado. Le sede un incendio!
guía sacristán portador de la caja de plaCielo y Tierra temerosos de sus ojos huyen. Mira: ta en que se guardian los Santos Oleos.
Formaba procesión multitud con velas Tierra y Cielos hechos pira, encendidas, todos rezando en altas vopavorosos!
Esa luz y esos ardores ces. La escolta del bando presentó arde esa noche son aurora: Los acompañantes de los entie¡Con qué horrores rros humillaron en tierra la rodilla. El ese día se colora!
viático siguió su marcha al son de los sono trompeta dura: rezos y del tilín, tilin de campanilla aguOyó el sol y se deshizo: da que un muchacho iba sonando.
Se abrió toda sepultura Iba el viático al azar y entraba donde que Adán hizo: Muerte, Infierno, Cielo y Tierra se le solicitaba, que era en muchas caven gusanos que vomitan sas. De todas las parroquias había salicuanto su estómago encierra, do procesión semejante. veces el Say escuchan voces que gritan: cramento era pedido por dos y aún tres Oimos, Señor. Llegamos!
casas a la vez. Pecamos, Señor, pecamos. Señor, que ya agoniza. Padrecito, por vida suyita, que no Aquí se dice, se cuenta, se relata. le falte este consuelo! La chancha se revolcaba en el lodo que Señor, por Diosito mi lindo. su sangre teñía. decir verdad, señoA veces el viático llegaba tarde: El res, demostraba demasiada energía para aquejado acababa de morir. Las muje estar moribunda. Ello es propio de su res de esa casa se desmayaban, o pro raza. Ninguna otra criatura hace, para rrumpían en gritos y aullidos, en berri morir, los aspavientos que el chancho.
dos e imprecaciones. Las más histéri Por eso se dice Es un chancho para cos se rasgaban las ropas, se arrancaban morir de quien a todo trance no quiere manojos de cabello, se rasguñaban la aflojar el alma.
Por esto, quizás, el cara.
chancho fue de antaño animal maldito: No había qué hacer: Si no se mataba Ei alma se le queda pegada a la cara los chanchos, la población entera pe ne, y comer esa carne trae peste: la ecería: a matar chanchos se dijo. peste es el juicio de Dios.
Parecía juego.
Cerca de la chancha herida, a su lado, Soldados, policías y muchachos co separada de ella por sólo la pared de, rreteaban cerdos por las calles, tarea, caña de la cabaña miserable, la madre nada fácil. Se acometía al animal desde del santito también agonizaba. Estaba ambas esquinas de una calle y se le aco echada de lado, con las manos juntas: rralaba. Con frecuencia el pobre ser, Parecía que rezara. Tenía los ojos entorchillón y quejoso, se escapaba. Había nados: De haber estado de pie, hubiera horror de tocarlo y le huían cuando se mirado al cielo. Salía de su pecho ruido acercaba. Entonces se comenzaba otra cavernoso, irregular, como si los pulmovez el ataque.
nes los tuviese de madera, de piczas de Con chuzos, con especie de lanzas, o madera mal ajustadas: Ruido de matracon fusiles a bayoneta. calada, se destri ca lejana. Con la boca hacía paba al animal. como el cerdo no así espantosas. Debajo de sus trapos corría que así entrega el alma a su Creador, sangre.
iSe moría, señores, se moría!
allá se iba a todo correr, brotando sangre su lado el santito se estaba, quieto.
y arrastrando tripas, el animal herido, Todo colorado, de un colorado oscuro, buscando su querencia.
parecía de barro. Parecía idolillo del Nada más grotesco se vio nunca. Era barro de que hacen las tinajas de El Sauce. Parecía estar atento a graves cosas, para hacer reír a los hombres y llorar a los niños, y los hombres reían a carcajadas feroces, y los niños lloraban. Los gritos casi humanos de los cerdos correteados y destripados se mezclaban con los plantos casi de animal de las pobres gentes que tenían muerto acabado de morir.
Herida de muerte, escapada de sus ajusticiadores quién sabe cómo, pero por designio del Altísimo, llegó a su lodazal de junto al río y detrás de la mísera cabaña del santito recién nacido, la chancha que era de la pobre mujer recién parida. Allí, en su querencia al fin, el animal se echó en agonía. Tenía la herida al cuello, horriblemente abierta, y regaba sangre que daba horror. Dios nos guarde, señores, de semejante suerte!
como idolillo que escucha voces arcanas.
El ronquido de los pobres pulmones se hizo chiflido: Era el alma que se desembarazaba de terrenas trabas. En cse instante la criaturita se incorporó, se puso de rodillas, y dijo por su madre. Jesús, José y María, a vosotros os doy el alma mía.
No bien le fue dicha la santa jaculatoria cuando la agonizante se volteó brúscamente y quedó rígida, de espaldas, con la boca abierta y los ojos fijos y saltados. Daba miedo! Estaba muerta.
Mientras tanto la otra moribunda scguía en horribles estertores. Cuánta sangre hay en un chancho! Habría que ser destazador para saberlo. La chancha sangraba y sangraba, y gruñía y gruñía: Sangre roja como de ser humano, gruñidos espantosos, de ser con alma responsable. De fuertes se fueron volviendo cada vez más débiles esos gruñidos hasta parecer berridos de niño que, después de haber berreado mucho, berrea débilmente, e hipa, entre hondos suspiros, hasta que se duerme cabeceando. La chancha cabeceaba. Oh Dios, sobre ella, como sobre todo ser que huclla tierra, ya va a triunfar la muerte!
Pero no.
Porque ha llegado la hora de que los chanchos se rediman. No muetas, chancha: Aguanta! Como ya tu dueña reposa en el regazo del Señor, en verdad te digo que ya no tienes dueña: Eres libre: Libre en la materia como símbolo de tu liberación espiritual que ya se acerca.
Señores, cuando su madre hubo muerto, el santito gateó al rededor de ella. Cómo era fea la criaturita! Tenía los ojos chiquititos y oblicuos, chata la nariz, la boca hecha un hocico, inflada la panza, el ombligo salido, y flacas, flacas, flaquísimas las canillitas pandas. Por lo que toca a nalgas, era tan aplastado de trasero como un mono.
Gateó al rededor del cadáver la horrenda criaturita y, después, también gateando, salió de la cabaña, se arrastro al lodazal, se acercó a la chancha que cxpiraba, y se prendió de sus tetas, a mamar.
Cesaron los gruñidos: Se contuvo ai instante la hemorragia: Se cerró la herida: se quedaron dormidos, al amparo de Dios, la chancha y el santito. Hablemos quedo, señores, no los vayamos a despertar!
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